A través del espejo y lo que Alicia encontró allí de Lewis Carroll
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-Mejor no decir nada. ¡Que el lenguaje cuesta a mil libras por palabra!
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-No es que me encanten precisamente los insectos –le explicó Alicia-; más bien me da miedo, al menos los grandes. Pero puedo decirte los nombres de algunos.
-Y ellos, naturalmente, responderán a sus nombres, ¿no? –observó al desgaire el Mosquito.
-Nunca oí decir tal cosa.
-Pues ¿de qué les sirve tenerlos –preguntó el Mosquito- si no responden a sus nombres?
-A ellos no les servirá, pero sí a la gente que los nombra, supongo yo. Si no, ¿por qué tienen nombre las cosas?
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-... pero esto tiene una gran ventaja, y es que se ejerce la memoria en ambos sentidos.
-Estoy segura de que la mía únicamente funciona en un sentido –observó Alicia-. Nunca puedo acordarme de las cosas que aún no han sucedido.
-Pues es bien mala tu memoria, si solo funciona hacia atrás –le aseguró la Reina.
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-¡No puedo creerlo! –exclamó Alicia.
-¿Que no? –dijo la Reina con tono de conmiseración-. Prueba otra vez: respira hondo y cierra los ojos.
Alicia se echó a reír.
-No vale la pena que lo pruebe –dijo-: no hay quien crea lo que es imposible.
-A mi juicio te hace falta el hábito –dijo la Reina-. Cuando yo tenía tu edad, lo practicaba siempre media hora diaria. A veces, llegué incluso a creer seis cosas imposibles antes del desayuno.
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-¿Perdón? –dijo Alicia con aire intrigado.
-No me has ofendido –repuso Humpty Dumpty.
-Quiero decir: ¿qué es un regalo de incumpleaños?
-Un regalo que se da cuando no es cumpleaños, claro.
Alicia, tras reflexionar un poco, dijo al fin:
-Yo prefiero los regalos de cumpleaños.
-¡Tú no sabes lo que dices! –gritó Humpty Dumpty-. ¿Cuántos días tiene el año?
-Trescientos sesenta y cinco.
-¿Y cuántos cumpleaños tienes tú al año?
-Uno.
-¿Y si de trescientos sesenta y cinco restas uno, ¿qué queda?
-Trescientos sesenta y cuatro, naturalmente.
Humpty Dumpty se mostró algo escéptico.
-Preferiría verlo por escrito.
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-Cuando yo empleo una palabra –dijo Humpty Dumpty con el mismo tono despectivo-, esa palabra significa exactamente lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.
-La cuestión es saber –dijo Alicia- si se puede hacer que las palabras signifiquen cosas diferentes.
- La cuestión es saber –dijo Humpty Dumpty- quién dará la norma... y punto.
Alicia, de tan desconcertada, se quedó sin habla. Al cabo de un minuto Humpty Dumpty añadió:
-Genio y figura tienen las palabras... algunas de ellas... sobre todo los verbos, que son muy orgullosos... Con los adjetivos puede uno hacer lo que le dé la gana, pero no con los verbos... Sin embargo, ¡yo los voy a meter en cintura! ¡Impenetrabilidad! ¡Es lo que yo digo!
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-Mira hacia el camino y dime si vez a alguno de los dos.
-A nadie –dijo Alicia.
-¡Ojalá tuviera yo tan buena vista! –exclamó en tono quejumbroso el Rey-. ¡Mira que ser capaz de ver a Nadie! ¡Y a tanta distancia! ¡Yo, con esta luz, lo más que acierto a ver es alguna que otra figura real!
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-¿Sabe? ¡Yo también pensé que los unicornios eran monstruos fabulosos! ¡No había visto hasta ahora uno vivo!
-Bueno, ahora que los dos nos hemos visto mutuamente –dijo el Unicornio-, si tú crees en mí, yo creeré en ti. ¿Trato hecho?
-Sí, como quiera.