Capítulo #5

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El demente no responde, solo endurece el gesto y noto como tiembla, nunca debí preguntar.

—Oye ¿estás bien? —pregunto— no tienes que decirme, fue estupido preguntar.
—No, tengo que decirte.

(...)

Denisse Freeman sirve un enorme trozo de lasaña en mi plato y le da la vuelta a la enorme mesa para sentarse en su puesto, todo en la casa de Bart es inmenso.

Cada espacio de la casa está decorado con candelabros en el techo, sin embargo, a pesar de la compleja estructura de éstos, no se ven muy exagerados ni comunes, el más grande es el de la sala, que está formado por seis velas largas y su estructura se basa en un grueso cristal que le da un estilo antiguo a la casa, claro, antiguo en el buen sentido. El comedor esta hecho de caoba y está compuesto por diez sillas, los mayordomos y las sirvientas de la casa se dedican a colocar los cuchillos y cubiertos en las respectivas sillas, los platos son de una blanquísima porcelana, casi puedo ver mi reflejo en ella.

Todo en esta casa es tan hermoso.

La comida se desarrolla en un ambiente relajado, los padres y tíos de Bart hablan sobre negocios mientras comen, somos seis en total, Denisse y Brandon Freeman (los padres de Bart) Jhon y Stella Freeman (los tíos) Bart y yo, lo que hace que la comida se desenvuelva de una manera agradable, ya que mientras más gente, más conversaciones, lo que indica más preguntas, y siempre me han incomodado las preguntas.

La conversación no me interesa para nada hasta que Denisse comienza a contar algunas anécdotas de personas que ayudan en su trabajo.

—Una vez construimos una casa para una madre y su hijo pequeño, me dio mucha pena con el niño, la madre era una completa drogadicta y el niño tenía muchos moretones en el cuerpo, no tuve que hablar con él para saber de qué se trataba, me dolió mucho, me miró con esos ojos verdes tan hermosos y quise llevármelo a casa, han pasado al menos trece años después de eso, luego volvimos a buscarlo para darle comida a él y a su madre, justo ese día arrestaron a su padre, pobre Harry.

Siento como la lasaña se atora en mi garganta y comienzo a toser, todos se quedan perplejos y Bart me da golpes en la espalda.

—Charlotte querida ¿te encuentras bien? —pregunta Denisse.
—Lo siento —me disculpo— continúe.

Finjo estar normal, pero me cuesta, ¡el padre del demente está arrestado y su madre muerta! Qué vida.

—¿Por qué no llamaron a servicios sociales para que hicieran algo con él? —me atrevo a preguntar.
—Cariño, solo tenemos el deber de construirles casas y darles comida, no podemos intervenir en sus vidas así por así, solo yo pude darme cuenta del problema de su madre.
—Ese niño debe ser un monstruo ahora —interviene John.
—Ni que lo digas, lo contactamos de nuevo hace unos días y se veía completamente hecho un desastre, creo que siguió el ejemplo de su madre —dice Denisse en tono burlón, lo que provoca las risas de John, Brandon y Stella.
—Mamá...—dice Bart y le da una mirada de reproche.
—Creo que debo irme —me levanto de la mesa.
—Charlotte...—dice Bart mientras me sigue a la puerta evitando que me vaya.
—No puedo con esto Bart —digo una vez que estoy afuera— tu familia se burla de los pobres porque nunca estuvieron en la misma circunstancia, pero yo sí, y no sabes cuantas veces he deseado fumar un cigarrilo solo pensando que me quitaría algunos problemas de encima, gracias a Dios que nunca he puesto un cigarrillo en mi boca, pero no te imaginas el nivel de desesperacion al que puede llegar una persona, dile eso a tu familia.

En ese momento me retiro y comienzo a caminar.

—Charlotte...vinimos en mi auto —comenta.

Maldigo en mi interior y espero unos segundos antes de voltearme.

—Tomaré un taxi.

Y así lo hago, me dirijo hasta la parada a pesar de las constantes insistencias de Bart de que me fuera con él, no estoy molesta con mi mejor amigo, estoy molesta conmigo misma por no haberme dado cuenta de por qué Harry quería suicidarse desde antes, su vida era una miseria, su oadre en la cárcel, su madre muerta, sin futuro, cualquiera estaría desesperado en una situación así y me siento muy ignorante por no haberlo entendido antes.

Son inimaginables las cosas que llegamos a hacer por desesperación.

Llego hasta el teléfono público e introduzco una moneda y marco el número, espero unos segundos cuando por fin contestan.

—¿Hola?
—Hola, soy yo, necesito que vengas a buscarme, estoy en avenida Devon, yo...debo explicarte cuando llegues —digo con un tono apagado.
—¿Charlotte?¿estás bien? Yo...—cuelgo antes de que termine.

Llego hasta el parque que está al cruzar la calle y me siento, visualizo todas esas personas felices y me pregunto, ¿qué es la felicidad?¿dónde está escondida?¿qué tengo que hacer para encontrarla?¿algún día lo haré?

"1) Riesgo: si no te arriesgas, muchas veces no consigues nada 2) Confianza: Para tener éxito necesitas confiar en tí 3) Perseverancia: Necesitas perseverar para ganar."

Sé que necesito arriesgarme ¿pero a qué?¿a un empleo?¿a una nueva vida?

Creo que nunca podré responder eso.

Han pasado ya unos minutos, cuando por fin veo al demente salir de un taxi, se acerca corriendo hasta mí y me abraza fuertemente, siento como todo se detiene en ese momento, solo estoy allí abrazándolo, luego de unos minutos se separa de mí y noto preocupación en su gesto.

—¿Estás bien? —dice mientras me examina con sus brazos en mis hombros— demonios, ¿qué pasó? —exclama molesto.
—Quiero ayudarte —confieso y lo miro directo a los ojos, aunque no creo poder seguir haciéndolo por mucho tiempo porque su mirada me quema en el interior.
—¿Qué? —dice y quita sus manos de mis hombros.
—Perdón por juzgarte así, perdón por no entender tu vida.
—Charlotte...
—No, en serio lo siento, eres el resultado de una patada de la vida y no quiero que lo sigas siendo no...no quiero que sigamos siendo solo este par de fracasados.
—No quiero que me ayudes —responde cortamente.
—¿Qué?
—¡Que no quiero que me ayudes! Mierda, ¿por qué tienes que meterte tanto en mi vida, déjame ser tan malo como yo quiera ser, sube al maldito auto de una buena vez.
—Yo...
—¡Sube!

Su grito me hace pegar un respingo y me dirijo al interior del taxi, solo quiero ayudarlo, pero cree que quiero lavarle el cerebro o algo parecido.

El camino hacia el apartamento es muy silencioso, el demente paga el taxi cuando llegamos y yo no lo discuto, estoy a punto de entrar a mi casa cuando me toma del brazo para voltearme y me dice.

—Si me ves en las escaleras, ni siquiera me mires, si me ves llegando con muchas bolsas del supermercado, entra a tu estupida casa y olvídate de que estoy afuera, si algún día algún asaltante entra a mi casa, no se te ocurra llamar a la policía y aún más importante —se acerca— si algún día ves que estoy en peligro, déjame morir, al menos así me harías un maldito favor.

Demente (h.s.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora