Capítulo #1

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La ciudad estaba oscura, el frío inundaba cada vivienda y solo se alcanzaban ver las velas baratas en todas las casas, mi padre me llevó a la cama, eran las nueve y media, no había señal de que habría luz por toda la noche, así que encendió una vela para acompañarme hasta mi habitación.

—Papi ¿alguna vez me casaré con alguien como tú? —pregunté como cualquier niña de nueve años.
—Cariño —acaricia mi cabeza con su mano luego de arroparme con las suaves sábanas— tu mereces alguien mucho mejor, con el tiempo, conocerás un príncipe digno de entrar en tu castillo y ni siquiera tendrás que buscarlo, él llegará a tí.

En ese momento, me da un beso de buenas noches y posiciona la larga vela en la mesa contigua a mi cama.

—Buenas noches, querida.

Catorce años después:

Sujeto mi cabello en una coleta alta y me miro en el viejo espejo, igual que todo en esta casa, mi madre sigue sin poder superar la muerte de mi padre hace diez años, y no la culpo, fue su unico novio, su único amor.

¿Es esta la definición de amor?¿Felicidad y luego, de la nada uno de los dos muere y todo acaba?

Me dirijo a la cocina, ignorando la triste mirada de mi madre en la sala mientras ve una novela de los ochenta en el viejo televisor, han pasado diez años y ya no es la misma, el dolor la ha destrozado, saco la torta de chocolate del horno, la torta que le daremos a los nuevos vecinos, la dejo afuera para que se enfríe y miro a mi alrededor, no se quien en sus cinco sentidos se atrevería a vivir en un apartamento como este, es simplemente...desagrable, pero es todo lo que puedo pagar ya que mi madre se retiró hace años y lo único que hace es pintar bocetos que nunca se venderán, la miro con pena, no quiero terminar así, quiero una vida, felicidad.

—Le llevaré esto al nuevo vecino —pronuncio, a lo que ella me dedica una destrozada sonrisa y vuelve al televisor.

Abro la puerta con cuidado de no dejar caer la preciada torta que hemos hecho con los últimos recursos que quedaban, me dirijo al apartamento de al lado y toco dos veces con cuidado de que la puerta vieja no se caiga.

Así estamos.

Una mirada esmeralda espera detrás de la puerta, sus ojos se ven rojos, como si hubiera estado llorando, está todo demacrado y su cabello no ha sido cepillado en semanas.

Digno inquilino de un departamento como este.

Uno nunca esperaría que hubieran apartamentos como este en una ciudad como Chicago pero, ¿qué decirles? Los pobres estamos en cualquier lado.

Volviendo al chico, su mirada es triste y oscura, no pronuncia palabra alguna, es un chico joven, de unos veinticinco años máximo, o tal vez se ve mas viejo por su aspecto demacrado.

—Hola —digo con una sonrisa enérgica— soy la vec...

Mis palabras se ven interrumpidas por el crujir de la puerta cerrándose frente a mí, siento como sale polvo de ésta, lo que me hace tocer, gracias a Dios que la torta estaba cubierta con tapa, toco la puerta de nuevo, esta vez molesta, a una Scavo no se le rechaza una torta, menos si es hecha con los últimos recursos de una semana completa, toco dos veces más hasta que la mirada esmeralda aparece de nuevo detrás de la vieja puerta.

—Vete ya, no quiero tu estupida torta.
—Pues dejame decirte que debes aceptarla, porque soy una persona amable que muestra respeto por sus nuevos vecinos, toma —sonrío.

El chico sin nombre toma la torta y hace una falsa sonrisa, luego de dos segundos, la tira al piso de manera que esta se rompe toda y queda despedazada en el suelo, siento como mi barbilla se descoloca de lugar, pero eso no basta, el chico escupe sobre ella y vuelve al interior de su casa.

—Me llamo Harry Styles, por si quieres demandarme, me harías un enorme favor —cierra la puerta.

Todavía me encuentro en estado de shock, no puedo creer que este imbécil haya hecho semejante idiotez, estoy toda hecha una furia, me dirijo a mi casa para buscar utensilios de limpienza y me dispongo a limpiar el pastel que el idiota dejó caer en el suelo, debí dejarlo ahí tirado, tal vez así cuando salga se resbale con él y se rompa el trasero, pero no soy esa clase de persona, así que sigo limpiando. Ni loca voy a volver a hablarle a ese idiota, prometo jamas volver a hablarle como que mi nombre es Charlotte Scavo. Vuelvo al interior de mi casa y noto la ausencia de mi madre en la sala, aunque la tele sigue encendida, voy al baño y me lavo la cara, estoy hecha una rabia, puse mucho de mi esfuerzo en darle un lindo detalle a un nuevo vecino que resulta ser un idiota, y para colmo no queda nada para comer, solo unas cuantas especias y pan. Me lanzo en la cama, la cual rechina debido a mi peso sobre ella, me cubro con las sábanas hasta la cabeza y trato de olvidar la desagradable escena de hace rato, pero mi intento falla cuando mi madre irrumpe en mi habitación, sacándome de mis pensamientos.

—¿Qué ha pasado con el vecino? —inquiere.
—Es un idiota, eso pasó
—Cariño —se sienta en un borde de la cama— a veces las personas no son como creíamos que eran pero, debemos aceptarlas con sus defectos —dice, como si tuviera conciencia de lo que acaba de pasar.
—Tiró nuestra torta al suelo, nuestra última torta en meses —me tiro de nuevo en la cama y me cubro con las sábanas.
—Tranquila —acaricia mi cabello, tal como lo hacía mi padre— no hay demente que pase desapercibido, cada uno recibe lo que merece —me da un beso en la mejilla y se marcha.

Y en ese momento pienso...

Demente.

Esa palabra lo describe perfectamente, es un demente, personas como él nunca consiguen nada en la vida. Cuando por fin logro olvidarme del demente y su acto ya es demasiado tarde, y mañana debo ir al trabajo, así que me doy una ducha, me pongo una pijama y en menos de dos minutos, caigo en un profundo sueño.

Hola chicas (: esta es una historia muy especial para mí y en lo personal a mí me gusta así que espero que a ustedes les guste también.

Las quiere
Alice xx


Demente (h.s.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora