Capítulo #8

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Miro al suelo desesperadamente esperando que 1) no me haya escuchado 2) olvide completamente lo que dije, pero nada de eso pasa, simplemente se queda mirándome y juro que está a punto de explotarse de risa.

—¿Cómo sabes que tengo novia? —pregunta sereno.
—Por Dios Harry, no soy idiota, el otro día estaba entrando a mi apartamento y "casualmente" estaban ustedes dos ahí afuera compartiendo sus amígdalas, pero eso no es nada de mi incumbencia, tu puedes tener cuantas novias se te de la gana y jamás me importará —agrego, aún sentada en las escaleras.

Sin embargo, su rostro luce sereno, ¿cómo puede permanecer tranquilo en este momento?

—Escucha, mi estado amoroso no es nada de tu incumbencia, niña, ¿por qué no te ocupas de tus propios asuntos y me dejas en paz? —pregunta retóricamente.

Su sombra desaparece en el pasillo y escucho el crujir de su puerta al cerrarse, estaba molesto, las venas se marcaban en su frente y apretaba los puños con intensidad.

¿A qué se debían esos constantes cambios de ánimo?

Sea lo que fuere, estaba harta de su bipolaridad y de sus palabras hirientes, a veces cuando una persona te da tantas señales, significa que solo debes alejarte de ella, y aunque había tratado de hacerlo millones de veces, nada pasaba, siempre volvía como si nada hubiera pasado, jamás en mi vida tuve enemigos o personas a las que le cayera mal, todos me comsideraban buena persona, y mi perspectiva de mí misma no iba a cambiar por un tonto como él.

(...)

Había caído la noche en Chicago y era mi turno de ir a la tienda a comprar leche y demás, me sentía afligida, a decir verdad, pero mamá estaba en su nuevo trabajo y eso me dejaba más responsabilidades y más estrés, al buscar todo lo que necesitaba, salí de la tienda siguiendo mis propios pasos, si quería irme en el tren mañana tenía que irme caminando hoy hasta casa, ya que no había suficiente dinero, todo estaba oscuro y solo podía escucharse los carros que pasaban por la carretera, la mayoría de negocios estaban cerrados y las luces de las casas apagadas, tomé la calle perpendicular a mi edificio para adentrarme al barrio que conduce a él y sentí pasos detrás de mí, no quería ver, no quería hablar, estaba asustada, sabía qué clase de persona era la única que podía perseguirme en esta calle a altas horas de la noche.

Contuve la respiración por un minuto, esperando que desapareciera, pero solo lograba que se acercara más, miré por el rabillo de mi ojo cómo se ocultaba en su abrigo negro mientras guardaba sus manos en los bolsillos de éste y me seguía constantemente.

¿Qué podría darle yo a un ladrón? No tengo nada de valor que pudiera interesarle, pero ellos siempre encuentran algo.

En ese momento, justo cuando creí que faltaban solo minutos para que se avalanzara sobre mí y me quitara todo lo que llevo encima, unos nuevos pasos se unieron a los suyos, pero éstos eran unos más apresurados y firmes. Fue cuestión de solo minutos antes de que el dueño de esos pasos apareciera a mi lado, haciéndome pegar un respingo.

—Hola —sonríe jadeando de cansancio.
—Ha-Harry...¿qué haces aquí?
—Quedamos en reunirnos aquí ¿recuerdas? —dice y me mira esperando que le siga el juego.
—Oh sí, claro, lo olvidé por completo.

En cuestión de minutos el hombre misterioso ya no se encontraba detrás de nosotros, sentí un enorme alivio en mi pecho y sentí la mirada de Harry sobre mí.

—¿Qué demonios crees que haces a esta hora en la calle?
—No tengo...—agacho la cabeza.
—¿No tienes qué?
—No tengo suficiente dinero para un taxi.
—¿Qué demonios te pasa Charlotte? Pudiste haberme llamado.
—¿Así que ahora de la nada puedo llamarte cuanto quiera?¿Hah?¿Por qué haces esto?¿por qué cambias tanto tu humor? —grito.

Mi pregunta parece incomodarle, pues se detiene al caminar y da un largo suspiro, lo que me hace visualizar cómo sale humo de su boca debido al frío.

—Demonios, necesito un cigarrilo —dice.
—¿Te pregunto qué diablos te pasa y solo puedes pensar en cigarrilos? —frunzo el ceño.
—Tengo historia ¿okey? Historia que no quiero recordar jamás en mi vida y...diablos, vaya que me haces recordarla.
—¿Qué? —pregunto sin entender a qué se refiere.
—Olvidalo, jamás lo entenderías.

Saca un cigarrilo de su bolsillo y lo aprieta con sus labios, sus rosados labios, al encenderlo el olor a cigarrilo entra en mis fosas nasales y es repugnante.

—Puedes decirme —confieso tratando de ignorar el molesto olor.
—Tendrás que disculparme —dice sacando el humo de su boca— no suelo fumar en frente de nadie pero, esta situación me ha puesto los pelos de punta.

Hace una gran pausa, pero eso no tranquiliza su irritado gesto.

—Mi madre siempre me peleaba, por lo que sea, pero cuando quería me abrazaba y me besaba con tanto cariño como lo haría una buena madre, a veces te escucho y tus palabras simplemente me recuerdan a ella, la forma en la que frunces el ceño al discutir, la manera en la que siempre estás a la defensiva, son partes de mi vida que no quisiera revivir nunca, pero las tuve, así que me acostumbré yo también a estar a la defensiva, cuando los pocos amigos que tenía me enseñaban a sus madres o hablaban de ellas, yo no podía hacer lo mismo, no podía hablar de ella porque para ella era una vergüenza llamarme su hijo.

Ni siquiera me mira a los ojos, solo mira al edificio en frente nuestro y a su cigarrilo.

—Así que perdóname si a veces no soy el mejor vecino, pero en serio quiero que me conozcas y sepas que no soy un completo idiota, mi novia...bueno, esa chica, la besé solo un día porque pensé que de esa manera podría olvidar el día que besaste a ese chico en el pasillo, pero no lo hice, y no entiendo por qué, no me importa lo que hagas, pero es una imagen que no puedo sacarme de la mente.

El silencio domina nuestra conversación y por fin siento sus ojos esmeralda fijarse en los míos, siento como su cuerpo se acerca y desearía que fuera un temblor de tierra lo que lo está empujando hacia mí con rapidez, pero lo hace por su propia voluntad, nuestros labios, solo a unos centímetros de distancia mientras su respiración se mezcla con la mía.

¿Qué está pasando?

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