Capítulo #3

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Mi gesto se endurece y no puedo hacer más que quedarme en shock, siento el sudor correr por mi cara, siento como mi pulso se acelera con esas palabras, no sé qué decir.

—¿Sabes qué? Ni siquiera debería estar contándote esto ahora, debo irme.
—Espera...—digo cuando está en el umbral de la puerta.
—Por favor, solo olvida que tuvimos esta conversación, tu me odias, yo te odio, no seremos ese típico par de vecinos que se pasan el azúcar, cuando me veas en las escaleras, no me saludes, si me ves trayendo muchas bolsas del supermercado, no me ayudes a entrarlas, y si de casualidad algún día alguien asalta mi casa, no llames a la policía, solo....dejame morir en paz —se va.

Me quedo al menos cinco minutos parada en la puerta, tratando de procesar lo que acaba de decirme, palabra por palabra, simplemente no entiendo ¿cómo alguien puede ser tan bipolar?¿por qué de repente siente la necesidad de no comunicarse con nadie?

—Charlotte...—llaman en frente mío.
—¡Bart! —exclamo al ver a mi mejor amigo, luego lo abrazo— ¿qué haces aquí tan tarde?
—Decidí...visitarte —frunce el ceño al notar mi estado de shock— ¿no hay electricidad de nuevo?
—No, al parecer ha habido un fallo.

Me es muy difícil identificad su cara o sus gestos debido a que la única fuente de luz, es decir, las velas que encendí hace rato proviene de la sala, y yo estoy en la puerta.

—¿Algún problema? No has dejado de mirar el apartamento del lado.
—No, nada, pasa por favor —me hago a un lado.

Siempre siento vergüenza cuando Bart me visita, puesto que es millonario y yo...digamos que no, es vergonzoso traer a los que lo tienen todo a una casa que no tiene nada, pero él nunca dice nada, cada día me sorprende más su humildad.

—Entonces...¿todo bien?
—Eso creo —miento.

No estoy bien, no me siento así, soy una persona muy sentimental y me choca el hecho de que un ser humano pueda hacerse daño a sí mismo a tal grado de que se suicide.

No.

No puedo dejar que eso pase, pero tampoco puede dejar de cumplir lo que dijo, aunque esas palabras no dejen de tambalear en mi cabeza.

"Ese día, iba a suicidarme"

¡No!¡Esto está mal!¿Cómo alguien puede llegar a hacerse eso a sí mismo? No es correcto.

—Si quieres puedo pasar en otro momento —me mira, sacándome de mi ensimismamiento.
—No no, está todo bien.
—Bueno estuve pensando ¿qué tal si adelanto algo de tu quincena esta semana?

Algo que olvidé decirles es que, la madre de Bart tiene una fundación que ayuda a los pobres, les construye casas, les dan comida etcétera, eso hace que a veces quiera ayudarme dándome dinero para comida, ropa y demás cosas, solo lo he aceptado unas veces porque en verdad lo necesitaba, pero no me considero lo suficiente pobre como para recibir esa ayuda, hay personas más pobres que yo ahí afuera que necesitan ese dinero más que yo, sería una persona egoísta si lo aceptara.

(...)

Estoy bajando las escaleras del apartamento para ir a mi trabajo cuando me encuentro con el demente, sus pantalones son desgastados y lleva una camiseta negra con un gorro de tela verde.

¿Desde cuándo me fijo en su estilo?

Soy consciente de que me quedo mirándolo, es como si no pudiera hacer nada para evitarlo, mis músculos se inhiben y no siento la necesidad de parpadear, estoy a punto de saludarlo cuando recuerdo su regla número uno.

"Si me ves en las escaleras, no me saludes."

Para cuando salgo de mi ensimismamiento ya estoy en la planta baja saliendo del edificio, trato de poner mi cabeza en otro lugar cuando esas palabras regresan a mi mente, esas horribles palabras.

"Estaba a punto de suicidarme antes de que tocaras la puerta."

Sacudo la cabeza para borrar esos pensamientos y miro hacia el frente, decidida a recorrer el camino hasta la parada de autobuses.

—Un boleto para el autobús por favor —digo a la chica detrás del cristal.
—Son $3.99 dólares —dice mientras me pasa el boleto por el pequeño agujero del cristal que nos separa.
—¡Diablos!¿qué?¿aumentó?
—Aumentaron el precio del petróleo ayer.

Resoplo.

No tengo dinero, miro mi billetera y solo estaba preoarada para dos dólares, no tengo tres con noventa y nueve.

—Gracias, tomaré un taxi.

La chica introduce el boleto a la cabina de nuevo y me doy la vuelta, saliendo de la fila, miro al cielo pidiendo que envíen un taxi gratis o algo, pero sé que no pasará.

—Puedo caminar hasta allá —me digo a mí misma.

(...)

He recorrido al menos dos kilómetros de diez, tengo sed y el sol azota contra mi cara, esta es una zona desierta, por lo que no hay muchos negocios, ni casas, ni nada, camino y es cuando siento un gota caer en mi cráneo, está lloviendo.

Lo que me faltaba.

La lluvia aumenta cada segundo y no sé qué hacer, mi ropa está toda mojada, estoy a punto de rendirme cuando escucho una bocina detrás de mí.

—¿Estás perdida? —dice el conductor.

Está a punto de burlarse, lo sé, pero no digo nada, solo veo sus ojos esmeralda con desprecio.

—Sube
—No necesito que me lleves.
—Sube —repite.
—Me dijiste que no te habl...
—Sube —dice como ultimátum, con los ojos cerrados.

Pongo mi peor cara y subo al auto.

—¿Irás a tu trabajo? —pregunta y yo asiento.
—¿No se supone que eres pobre?¿Cómo explicas este auto?
—Conseguí trabajo como taxista, es temporal pero, por lo menos es algo.

No respondo.

—¿Sabes algo extraño? Que seamos vecinos y aún no sepa tu nombre
—¿Sabes algo extraño? Tú —digo y vuelvo a mirar por la ventanilla.
—Soy el mejor extraño que podrás conocer.
—¡Vaya! Y aparte de extraño ¡creído!
—Escucha, te hice ver mi rayo.
—¿Qué? —frunzo el ceño.
—Te hice ver mi rayo —dice sin perder la vista de la carretera, cada persona tiene un "rayo", alguna mala actitud que tratan de ocultar para parecer más perfectos, nunca enseñas el rayo, por más malo que seas, siempre tendrás algo que ocultar sobre tu personalidad, el primer día...te hice ver mi rayo, una parte mía que trato de ocultar, no debí mostrarlo, lo sé.

Medito en sus palabras un momento.

—Para recompensarte eso, dime cualquier pregunta y la responderé, solo una, así que piénsalo bien.
—¿Por qué quisiste suicidarte? —pregunto sin siquiera pensarlo.

Demente (h.s.)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora