Part 10

1.5K 127 140
                                    


28

Sábado: 5:33pm

—¿En serio quieres saber qué significa estar loco? —cerró su cuaderno de golpe y se inclinó hacia mí tanto como pudo. Ya no había lágrimas en sus ojos.

—Sí —balbuceé, no muy seguro de mi respuesta.

—Pues aquí voy —dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Domingo: 11:20am

—Ok. Ahora como si estuvieses decepcionado, como si alguien te hubiese traicionado —me dijo, y yo me imaginé a Ada abrazando y besando a Fernando. Sentí que la sangre me empezaba a hervir. Dayana me tomó la foto—. ¡Perfecto! Ahora como si estuvieses sorprendido, maravillado, como si te acabase de ocurrir algo insólito —me imaginé que Ada y yo estábamos en el autobús de las maravillas, solos, besándonos en un túnel infinito y de repente ella se empezaba a quitar la ropa poco a poco: los delicados guantes, el suéter rojo, la franela ajustada a su cuerpo, los zapatos brillantes, su sexy pantalón corto y por ultimo su... Dayana me tomó la foto—. ¡Muy bien! Ok, ahora como si estuvieses asustado, como si estuvieses viviendo tu peor pesadilla —y me lo imaginé: justo antes de que Ada se quitara su ropa interior el autobús chocaba de frente contra un muro de concreto y todo se volvía negro. Cuando recobraba la conciencia la veía, atrapada y aplastada entre dos asientos, con los ojos abiertos y con una sonrisa hermosa, pero cubierta de sangre, inmóvil, muerta—. ¡Listo! Ahora como si... ¿estás llorando?

—No —me limpié las lágrimas—. Es solo que... este... ¡la luz! —mentí—. La luz del sol encandila mis ojos y me hace llorar. Por eso siempre llevo estos lentes conmigo —saqué los lentes de sol y me los puse a una velocidad atlética.

—Pero está nublado —señaló el cielo encapotado. Estábamos sentados afuera de un pequeño restaurant que no estaba muy lejos de la plaza Bolívar. La gente a nuestro alrededor nos observaba sin disimulo y algunos me saludaban con la mano.

Dayana se había molestado conmigo porque yo no había tomado ninguna foto de la obra La Cuerda, así que, en retribución, permití que ella le tomara fotos a mi pálida cara.

—Igual. Mi vista es muy sensible.

—Áaron, si te colocas esos lentes no puedo seguir tomándote fotos —se quejó.

—¿Por qué?

—Porque estás ocultando tus deslumbrantes ojos azules, los cuales son algo así como el punto de enfoque de tu rostro. Es muy difícil analizar tus expresiones faciales porque solo tus labios y tus ojos resaltan en tu cara, lo demás es blanco. Si te pones esos lentes me arruinas las fotos.

—Bueno, ya me has tomado suficientes fotos por hoy. Hagamos otra cosa, algo como hablar; eso es lo que la gente normal hace en vez de tomarse fotos todo el día.

—Ok. ¿De qué quieres hablar? —guardó su cámara.

—Háblame de ti —o de la Trillisa, mejor.

—No me gusta hablar de mí. Y estoy segura de que a ti tampoco te gusta hablar de ti. ¿Sabes lo que eso significa? —me miró con ojos llenos de entusiasmo—. Que tenemos que hablar de alguien más. Tú eliges de quién.

—Ada —dije sin pensarlo—, hablemos de Ada.

—¿De Ada? Ella es mi amiga Áaron, no me sentiría bien hablando de ella a sus espaldas.

—¿Las tres son tus amigas?

—¿Qué quieres decir con las tres? —su expresión cambió de entusiasmo a preocupación en una fracción de segundo.

TrillisasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora