Part 11

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Sábado: 5:36pm

—¿Supervivencia?

—Sí.

—¿Quién te dijo semejante estupidez?

—No es una ninguna estupidez, es verdad. Aunque no lo parezca, las personas que están locas tienen un instinto de supervivencia más desarrollado que el de las personas normales. Y quizás eso es lo que tú necesitas —señaló mi muñeca izquierda, donde varias cicatrices adornaban mi cadavérica piel—, un poco de locura en tu vida.

Domingo: 1:20pm

Abrí los ojos poco a poco. La claridad me ofuscó pero no me rendí. Esta vez no era la curiosidad sino un instinto de supervivencia el que me motivaba a observar mi entorno.

Entonces el desconocido que estaba pegado a mi espalda me dio la orden de que corriera y, sabiendo que ya era demasiado tarde para protestar, lo hice. Cuando mis ojos por fin se adaptaron a la fuerte iluminación se me detuvo el corazón: ¡en frente de mí no había nada! Nada, nada, nada; solo un inmenso y aterrador espacio vacío creado por imponentes montañas a lo lejos. La inclinada colina en la que estábamos terminaba a unos veinte pasos de distancia, por lo que me pregunté por qué el sujeto me había dicho que corriera hacia allá.

Sin embargo, apenas di mi cuarto paso hacia delante cuando una fuerza descomunal, como la de un animal invisible y enfurecido que embistiera contra mí, me impulsó hacia atrás y un segundo después estábamos en el aire. "¡No, no, no! ¡No quiero hacer esto! ¡Yo solo quería tener sexo!" grité. La tierra se fue alejando de nosotros como si se hubiese invertido la gravedad. Una leve sensación de vértigo me advirtió que el viaje sería largo e incómodo.

—¡Jala el arnés hacia tus piernas!

—¡¿Qué?!

—¡Jala el arnés hacia tus piernas!

Y el hombre me toco en una parte lateral del gigantesco bolso. Jalé la bendita cosa esa hacia la parte de abajo de mis piernas y el bolso se convirtió, como por arte de magia, en una cómoda silla de tela que se ajustó a la parte trasera de mi cuerpo.

Cerré los ojos.

Sentí una fuerte sacudida en el estómago y por un momento pensé que iba a vomitar, pero no fue así. El pulso se me aceleró a millón y empecé a sudar por todas partes.

Ok, estaba volando. Estaba volando con un tipo amarrado a mi espalda, el cual estaba seguro de que odiaría por el resto de mi vida.

Y Ada. Ada me había engañado, no me había traído para tener sexo sino para lanzarme en un paracaídas hacia el vacío. ¡Mentirosa! Si salía con vida de esto, la mataría. Sí, apretaría mis manos en su hermoso y delicado cuello hasta que dejara de respirar. O la jalaría por su brillante cabello y la lanzaría al vacío pero sin paracaídas. ¡¿Cómo se atrevía ella a hacerme esto?! ¡¿En qué estaba pensando?! Con la mala suerte que tenía yo sería un milagro que saliera ileso de esto. ¡¿Por qué carrizos me había engañado?! Quizás ya se había enterado de que una vez manché mis pantalones en un avión y ahora quería comprobar por sí misma lo miedoso que yo era.

La mataría.

Sí. A ella y al sujeto que estaba detrás de mí. A los que nos dieron la cola también los mataría por ser cómplices.

¡Mataría a todo el mundo!

¡¿Por qué coño me tenía que pasar esto a mí?! ¡¿Qué había hecho para merecer tanta desgracia?!

TrillisasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora