Part 12

940 128 40
                                    


34

Sábado: 5:39pm

—¿Locura? —me reí otro poquito, más por hacerla molestar que por la gracia del asunto—. Por favor. Hablas como si no supieras nada de mí. Lo que yo realmente necesito es un poco de TRANQUILIDAD. Ya he tenido suficiente desgracia en mi vida.

—La locura no es lo mismo que la desgracia.

—Mira Karina —me incliné hacia ella; ya era hora de que le recordara quién de los dos era el mayor—, para la edad que tienes eres muy inteligente, no te lo niego, quizás más inteligente de lo que yo podría llegar a ser, pero hay algo que yo tengo que tú no tienes: experiencia. Cuando yo era un niño de tu edad también creía que la vida era sencilla, que con una simple fórmula o una frase inspiradora ya estaba resuelto, pero es el paso de los años lo que te hace abrir los ojos y darte cuenta de que en realidad nada es como uno se lo imagina.

—¿Entonces necesitas tranquilidad? —bufó.

—¡Claro! Yo no necesito "locura", "fama", "dinero" ni nada de eso. Yo necesito que la gente deje de perseguirme, que me dejen tranquilo, más nada. ¿Es mucho pedir?


Domingo: 1:30pm

—No —reiteré—. Si quieres dale tú sola y yo te observo —entrecerró los ojos—. ¿Por qué me miras así? Es en serio, Ada, no quiero. No puedo moverme. Mira, todavía estoy temblando. ¿Y por qué tanto empeño en hacerlo otra vez? ¿Quieres matarme de un infarto o qué?

—Porque... porque tú llegaste primero que yo.

—¿Y?

—No es justo. Se supone que yo debería llegar primero que tú. ¿Alguna vez has escuchado la frase "las damas primero"?

—Por favor —me reí de la misma forma ácida que ella solía hacerlo—. Yo tengo más de "dama" que tú.

—No puedo creerlo —se puso de pie de un brinco. Su expresión alegre se había ido, ahora parecía irritada—. Eres un cobarde —y se fue hacia la escuela de parapentes. Me puse de pie yo también y la seguí.

—¿Me traes hasta aquí con la excusa de que íbamos a tener sexo y ahora te molestas porque yo no quiero lanzarme en un paracaídas otra vez? Yo soy el que debería estar molesto. Yo soy el que debería...

—Parapente, no paracaídas —me interrumpió.

—Bueno, es lo mismo.

—No, no es lo mismo. Eres un cobarde, y punto.

—Y tú eres una mentirosa.

—Y tú eres un estúpido.

—Y tú eres una loca.

Se detuvo tan bruscamente que casi choco contra ella. Me miró a los ojos, bueno, me miró a los enormes lentes que tenía puestos.

—¿Qué dijiste?

—Que eres una loca.

Sus labios se arrugaron. Sus ojos se entrecerraron. Su respiración se hizo audible. Sus manos formaron dos férreos puños. Su cuerpo se erguía tenso e inmóvil. Estaba molesta, sin duda. Muy, muy molesta. Entonces, recordando que Benito me había dicho que no me metiera con ella cuando estuviese vestida de rojo, eché a correr. Sí, a correr.

Yo no sabía pelear, ni defenderme ni nada de eso.

Correr, sin embargo, se me daba muy bien.

Ella me siguió a toda velocidad.

TrillisasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora