Part 9

1.3K 129 72
                                    


25

Sábado: 5:23pm

—¿Y tú? ¿Qué es lo que más deseas en la vida?

—Un gato.

—¿Un gato?

—Sí —se tragó otro pedazo de pizza—. Si me hubieses preguntado hace dos minutos, te hubiese dicho "un perro". Pero como tú dices que lo que más deseamos es lo que más daño puede hacernos, pues entonces prefiero un gato. —Otro pedazo de pizza—. Es mi turno. ¿Por qué te...? ¡Oh no!

—¡Te encontré! —gruñó un señor de baja estatura y escaso cabello que se acercó a nosotros—. ¡Niña del demonio!

—¡Nooo! —gritó Karina cuando el señor la tomó por la oreja y la jaló con tanta fuerza que la levantó de la silla.

—¡Ey! ¡Suéltala! —le exigí mientras me ponía de pie. Ella se tapó la cara con el cabello, pues a estas alturas ya todo el centro comercial nos estaba viendo.

—Lo siento, Áaron, esta niña ya no va a molestarte más.

—No me estaba molestando, estábamos conversando. Usted, por el contrario, sí me está empezando a molestar.

—Despídete —le gruñó a la niña sin soltarle la oreja—, nos vamos ahora mismo.

—Ella no se va a despedir de mí porque no hemos terminado de hablar. —No me gustaban los niños, pero eso no quería decir que disfrutara viendo cómo un adulto lastimaba a una chiquilla de ocho años—. Le agradecería que la suelte, pues si la sigue jalando así le va a arrancar la oreja.

—¿Está todo bien por aquí? —inquirió un hombre alto y barrigón que apareció detrás de mí como un fantasma. Después de él se acercó otro igual de fornido. Después otro. Y otro. En menos de cinco segundos ya había una multitud de ogros alrededor de nosotros.

El malnacido, quien asumí era el tío de Karina, la sacudió por la oreja una vez más mientras le gruñía algo al oído. Luego la soltó y se fue dando grandes zancadas. Ella se tumbó en la silla otra vez y escondió su cara con sus manos. Llevaba solo un par de horas conociéndola, no me caía muy bien y sus preguntas ya me tenían agobiado, pero verla llorando así me revolvió el estómago.

Los enormes ogros se comunicaron con rápidas miradas y luego, como si no hubiese pasado nada, se fueron dispersando poco a poco en direcciones distintas.

Me senté.

—¿Ese malnacido es tu tío?

—No es tu turno —sollozó mientras abría otra vez el cuaderno. Tenía los ojos inundados en lágrimas—. Me toca a mí. ¿Por qué te hiciste ese peinado?

Domingo: 10:35am

Mantuve la vista clavada en el pozo, agradecido de que mi cabello ocultara parte de mi cara. Nunca me gustó tener el cabello tan largo, al estilo emo. Este peinado siempre me pareció femenino, y diabólico al mismo tiempo; pero para nosotros los albinos el asunto iba más allá de la moda o de la estética, porque el tener el cabello largo era una ventaja indispensable ya que así protegíamos más nuestra cara de los rayos del sol. Otra ventaja del estilo emo era que, en los momentos vergonzosos, podíamos ocultar la mitad del rostro con nuestro cabello.

Nadie habló. Hubo un extraño e incómodo silencio en el cual quizás todos se estuviesen preguntando, con algo de tristeza y pesar hacia mí, cómo fue que no se dieron cuenta antes de que yo también estaba loco. ¿Habría sido el accidente? ¿O la repentina fama y el exceso de dinero? Fuese cual fuese la razón, algo había vuelto loco al pobre albino, no había otra explicación. Ya me habían dicho dos veces que ella tenía incontrolables cambios de personalidad, me habían dado a entender que yo no era el único chico al que besaba con tanto arrebato, me habían advertido que ya tenía novio, ¿qué más se necesitaba saber para desentenderse de una chica, por bonita que fuese? ¿No debería sentir lástima por su condición? ¿No sería lo más sensato alejarse, física y emocionalmente, de una chica con pareja?

TrillisasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora