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Sábado: 6:17pm
—No lo sé — reiteré, ocultando mi cara con las manos.
Las preguntas de Karina no eran nada nuevo. Los primeros años después del accidente todo el mundo quería saber exactamente lo mismo. Todo el mundo sospechaba esto o aquello. Todo el mundo inventaba teorías conspirativas o historias tenebrosas que de alguna manera explicaran las extrañas condiciones en las que había sucedido el siniestro. No obstante a nosotros nunca nos abordaron directamente con esos temas porque para aquel entonces no éramos más que unos niños tímidos y fuertemente afectados por la trágica pérdida familiar.
En usura de ese accidente llegaron a salir varios libros, un par de películas e infinidades de artículos especulativos.
Para nosotros, sin embargo, no había teorías, hipótesis ni suposiciones que valieran más que las palabras de nuestros padres. Ellos siempre nos habían dicho la verdad y unos desconocidos no nos harían dudar de eso.
Sí, ciertamente las condiciones en las que se había dado el accidente y la forma como nos habían criado eran extrañas, pero he aquí mi punto de vista: si nuestra mera existencia había sacudido al mundo entero, ¿por qué no pudo haber afectado a una pareja humilde que vivía en el campo?
Para cualquier matrimonio el hecho de tener trillizos en el primer parto era una complicación tremenda.
Para cualquier matrimonio el hecho de tener un hijo albino era una complicación tremenda.
Imagínense, entonces, tener trillizos albinos.
Nuestros padres no la tuvieron fácil. Ellos estaban en una situación realmente complicada. Ellos debieron haber previsto el impacto que nuestra existencia provocaría en los demás. Ellos debieron haber hecho muchas cosas por nuestra seguridad. Ellos tuvieron que romper los protocolos e improvisar. Ellos, sin duda, lo dieron todo por nosotros.
En vista a todo esto, que las demás personas juzgaran a nuestros progenitores e inventaran toda clase de estupideces acerca de ellos no era ninguna gracia para nosotros.
Nuestros padres nos habían dicho la verdad. Y punto.
Domingo: 5:10pm
—¡Túneeeeeeeel!
Gritos.
Llantos.
Insultos.
Saltos.
Carreras de aquí para allá.
Empujones.
Caos.
Pero esta vez, por increíble que pareciera, estaba disfrutando del momento.
Cuando Ada llegó por fin a los últimos puestos se quitó los guantes sin delicadeza y, en vez de sentarse a mi lado, se lanzó en mis piernas de una vez.
Miguel nos gritó que en esta oportunidad, ya que todos estábamos al tanto de lo suyo con Leo, intentaría imitar los apasionados besos de la Trillisa. Otras parejas se propusieron lo mismo, entre ellas estaban Víctor y Mariángel, quienes ya se habían reconciliado y no paraban de reír y besarse.
—¿Como si mi vida dependiese de ello? —le susurré a Ada cuando Alejandro anunció que quedaban pocos segundos. Ella afirmó con la cabeza.
—Sí. Tu vida depende de ese beso porque terminé con mi novio para esto, y si me decepcionas voy a...
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Trillisas
RomanceNada salió como esperaba... pero, después de todo, ¿Qué es la adolescencia si no un repentino cambio de planes?