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Sábado: 4:02pm
Los sábados siempre me gustaron
Los sábados eran los días de salir al cine con los amigos.
Eran los días de jugar videojuegos hasta la medianoche.
Eran los días de comer basura cancerígena sin remordimiento y sin límites.
Eran los días de no pararse de la cama hasta no haber terminado de leer un libro.
Eran los días de llamar a los amigos y preguntarles cómo habían estado sus semanas.
Los sábados eran libertad.
Me encantaban esos días.
Aunque había algunos sábados cuando me levantaba temprano, leía el periódico escondido, me veía en el espejo, me reía, salía a la calle, pasaba todo el día dando vueltas por la ciudad como un fantasma, me reía otra vez, iba a un centro comercial, me sentaba en una mesa y de repente se me acercaba una niña que me decía:
"Te puedo hacer algunas preguntitas".
Y yo le decía: "no".
Y la niña me decía: "será rapidito".
Entonces yo reiteraba: "no".
Y la niña insistía: "anda, no seas malo. Por favor, por favor, por favor".
"No, no, no".
Entonces la niña cambiaba de estrategia: "hagamos algo: para que no parezca un interrogatorio, yo te hago una pregunta y después tú me haces una a mí, así parecerá una conversación".
"No, gracias".
Entonces la niña, astuta, me mostraba un hermoso cuaderno rosado con mi nombre en la portada y me decía que ella había comprado ese cuaderno —con mucho esfuerzo— para poder hacerme una entrevista y anotar todo lo que yo dijera.
Y aunque yo todavía quería decirle "no", sentía que si lo hacía me estaba ganando un pase al infierno, así que aceptaba a regañadientes y ella se sentaba en la mesa y me hacía toda clase de preguntas raras.
Esos sábados no me gustaban.
Domingo: 4:02pm
Los domingos nunca me gustaron.
Los domingos eran días de parrilla en familia.
Yo no tenía familia.
Eran días de ir a la iglesia.
No me gustaba el ambiente eclesiástico ni los sermones.
Eran días de bañarse y lavar la ropa.
Odiaba todo lo referente a la limpieza.
Eran días de partidos de béisbol.
No me gustaban los deportes.
Eran días de pasear a la mascota.
No tenía mascota.
Y, para los que trabajaban, los domingos eran los días de descanso.
Para los que no hacíamos nada, sin embargo, eran los días de mayor remordimiento.
No obstante, había algunos domingos en los que un grupo de desconocidos locos me invitaba a una excursión a un pueblo escondido entre las nubes y la chica más sexy del mundo me decía:
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Trillisas
RomanceNada salió como esperaba... pero, después de todo, ¿Qué es la adolescencia si no un repentino cambio de planes?