Profunda tristeza

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El caballo avanzaba airoso y a gran velocidad. Pronto, el príncipe fue disminuyendo la velocidad, pues a pocos kilómetros distinguió que estaban cerca de su destino. El lugar era espeluznante, sin señales de vida a su alrededor. Rocas se alzaban sobre rocas; riscos puntiagudos capaces de atravesar cualquier cosa; ese olor nauseabundo a orcos empezaba a emanar en el ambiente.

A lo lejos se alzaba una especie de torre teñida en un rojo cobrizo, al parecer era sangre de los orcos que, según sus amos, ya no servían de nada y por eso eran sacrificados para darle tal aspecto al levantamiento.

- Tauriel, debemos desmontar. Si avanzamos con el caballo nos verán y será el fin de nuestras vidas.

-Este lugar me produce escalofríos. - La elfa bajó del equino.

- Si no somos prudentes y ágiles... no quiero saber que pasará. Déjame encontrar un lugar en donde esconder al caballo, lo necesitaremos luego. -El joven avanzó a unos pasos de ahí y con una soga amarró fuertemente la herradura del caballo contra una roca. - Sígueme, no hay tiempo que perder.

- Legolas. - Tauriel detuvo al príncipe. - Tengo miedo.

Legolas se adentró en la mirada de su amada y se dio cuenta de que ella no mentía. Toda capitana, toda líder, toda mujer fuerte tiene miedo alguna vez y él debía hacerle saber que estaría ahí para cuidarla, protegerla y si fuera necesario, dar su vida por ella. La miró compasivamente y la rodeó con sus brazos. Ella derramó un par de lágrimas mientras correspondía a su abrazo.

- No temas mi estrella. - Le susurró. -Sabes que sería incapaz de dejarte sola. Estamos juntos en esto... mi amor.

- Legolas, las cosas no van bien. -Dijo en sollozos. - Las sombras acechan y la oscuridad se alzará para dominar la Tierra Media, ¿Qué haremos? Nuestros amigos perecerán y nosotros también.

-La única manera de llegar a la luz, es pasar a través de las sombras. Pelearemos si es necesario, lucharemos, sangraremos y si morimos lo haremos como grandes, defendiendo a nuestro pueblo y al bien. Vamos a salir de esta, te lo prometo mi pequeña.

- Confío en las palabras de mi príncipe. - Legolas limpió las lágrimas de los ojos verdes de su amada estrella.

-Y yo confío en que Tauriel, Hija del Bosque sobrevivirá a ésta y todas las batallas que tenga que enfrentar. Ahora vamos, la Tierra Media nos necesita.

Sigilosamente, subieron entre unas rocas hasta llegar a una fortaleza en frente de la gran entrada a Gundabad.

- Nuestro pueblo luchó una gran batalla ahí hace muchos años. -Dijo Legolas rompiendo el silencio. Tauriel no conocía el lugar ni mucho menos sabía de tal batalla pero antes de que ella pudiera decir o preguntar algo, el príncipe continuó con el relato. - Mi madre murió allí. -Tauriel se llevó una gran amarga sorpresa con aquel comentario, ella sabía que la madre de Legolas estaba muerta pero nunca supo Cómo o por qué murió. Mientras, Hoja Verde recordaba aquellos momentos amargos y lúgubres.

- No tienes que... - La elfa trató de hablar pero fue interrumpida.

- Mi padre nunca habla de eso, no hay ninguna tumba, ni memoria... nada.

El joven tenía su mirada perdida, llena de una profunda tristeza al recordar el dolor por el cual atravesó cuando su madre murió. Era algo masoquista pues pensaba en los fríos días que vinieron después de aquel horrible suceso. Pensó en el gran cambio de comportamiento que tuvo su padre, ya no le interesaba jugar con él, ya no sonreía, casi ni se le veía por el palacio. Fue un duro proceso para ambos lograr superar aquella pérdida; pero cada vez que los recuerdos venían a sus mentes, era imposible no sentirse tristes.

Tauriel, Hija del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora