Vas a estar bien, mi vida... ¡sorpresa!

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En agradecimiento por los 10K en lecturas, este capítulo es bien largo ♥

El fuego de las chimeneas improvisadas ardía fulgurante, la temperatura había descendido considerablemente, pero eso no fue impedimento para disfrutar de la divertida compañía de los amigos y de una deliciosa torta de banana.

En sus corazones había nostalgia pues sabían que no se volverían a ver en mucho tiempo. La Tercera Edad de la Tierra Media fue una de las más oscuras, esa Era pudo haberlos sumido en una oscuridad terrible si Sauron hubiera recuperado el Anillo Único. 

Pero, gracias al valor y fortaleza que todos mostraron estaban comenzando la Cuarta Edad con verdadera paz y tranquilidad. Elfos, enanos, hobbits, magos, hombres, mujeres, ents y demás pueblos libres gozaban ahora de una estrecha relación, de un vínculo de amistad irrompible. Las discordias y los resentimientos eran cosas del pasado. 

Legolas y Tauriel estaban juntos, vencieron todo tipo de obstáculos. Era grato para ellos compartir su felicidad y se estaban preparando para asumir nuevas responsabilidades como futuros reyes. Aún les quedaba muchas cosas por vivir. 

El rumor de que el último barco en partir desde los Puertos Grises hacia las Tierras Imperecederas estaba próximo a zarpar, había llegado a oídos de algunos. Se decía que Lady Galadriel y Lord Celeborn tomarían el viaje sin retorno hacia Valinor; pero no se sabía quienes más los acompañarían... eran solo especulaciones. Aunque partir a la Tierra bendecida por los Valar era un gran privilegio, nadie o muy pocos querían abandonar su hogar. La Tierra Media. La bella Arda. Llegado su tiempo, se conocería a los viajeros. 

El viento se hizo más helado y los abrigos poco podían mantener calientes a la pequeña muchedumbre. 

-¿Qué les parece si continuamos la reunión en el salón principal? No quiero que les de hipotermia -bromeó Legolas.

Los elfos por lo general toleraban más el frío pero no podía decirse lo mismo de los demás, especialmente de los hobbits. Sus pequeños cuerpos eran más vulnerables a contraer resfriados y el príncipe de Mirkwood no quería ser un mal anfitrión enviando de regreso a casa a un mediano enfermo. 

-Sambei, ¿serías tan amable de traer cobijas de lana para nuestros amigos? -pidió Tauriel. 

-Sí mi señora, en seguida. 

Se formó una ronda frente a la gran chimenea que había en el salón elfo. Las llamas fueron avivadas con más leña y el calor empezaba a recorrer el cuerpos de cada uno, devolviéndoles el aliento. Todos los ojos apuntaban al fuego, como si observarlo les trajera innumerables recuerdos a sus memorias. Recuerdos de cosas siniestras que habían terminado y la esperanza de ver surgir nuevos y mejores días. 

Las cobijas fueron repartidas en silencio y las casi imperceptibles gracias apenas se oían. Existía algo en la fogata que les causaba un nudo en la garganta y un cosquilleo en el estómago. La calma fue interrumpida cuando Thorin comenzó a cantar y la fiel compañía le siguió. 

Oh misty eye of the Mountain below,
Keep careful watch of my brothers' souls,
And should the sky be filled with fire and smoke,
Keep watching over Durin's sons.

If this is to end in fire,
Then we shall all burn together,
Watch the flames climb higher,
Into the night.
Calling out father oh,
Stand by and we will,
Watch the flames burn on and on,
The mountainside,

And if we should die tonight,
We should all die together.
Raise a glass of wine,
For the last time.
Calling out father oh,
Prepare as we will,
Watch the flames burn on and on,
The mountainside.

Tauriel, Hija del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora