Cap 7. Si se lo dices a alguien, haré de tu vida un infierno.
Hermione había visto pasar su semana con increíble rapidez. Entre clases, deberes y risas en el cómodo sofá de la sala común en compañía de sus amigos, se le habían pasado los días fugaces. El último petardo que poseía Ron cortesía por los gemelos, se lo tiraron a Filch de una forma gratuita en su despacho. Hermione los regañó con ahínco y echó en cara a Ron esa actitud siendo prefecto. Tenían casi diecisiete años, la mayoría de edad en el mundo mágico, ya era hora que demostraran un poco de madurez por su parte. Aunque en su fuero interno, ese gamberro que todos llevamos dentro, le hiciera gracia.
La angustia la había acompañado aquellos días. Lo peor de todo es que todo aquello lo estaba viviendo en la más completa soledad. Hermione tenía pensamientos que no quería compartir con nadie, principalmente porque se iba a sentir incomprendida. Nadie podía ayudarla, ni siquiera sus amigos, que siempre la habían acompañado y apoyado en todo. Su pensamiento estaba monopolizado por cierto siniestro profesor, que la traía desconcertada.
Recordaba aquella mañana que la había protegido contra en maleficio traicionero de Malfoy. Snape nunca la había defendido ni mucho menos. Aún sentía como una espinita clavada en su orgullo aquel día que Draco le lanzó un maleficio que le hizo crecer los dientes hasta quince centímetros. Snape la había mirado con desdén y había afirmado que no veía ninguna diferencia. Algo había cambiado en su profesor.
Y no había podido darle las gracias. Snape llevaba unos días ausente de sus obligaciones docentes. Eso había llenado de alegría a casi todos los alumnos de Hogwarts, menos de una, que increíblemente lo extrañaba. Aunque ella no conocía el significado de sus sentimientos. No sabía que era, sólo lo había experimentado en un par de ocasiones cuando su profesor de pociones estaba cerca, ofreciendo su cara más amable. Se preocupaba por él... si, sólo era una inocente preocupación...
Se recogió el pelo en una larga trenza y se puso unos vaqueros para bajar a desayunar. Allí pudo comprobar que su profesor de pociones había vuelto. Estaba en la mesa de los profesores tomando café con la tez pálida y con más ojeras que nunca. En su mejilla lucía un pequeño moratón reciente y un gran corte en la comisura de los labios.
Ron acercó su cabeza a la de sus amigos bajando la voz.
-¿Habéis visto la pinta del murciélago? Parece que alguien le ha dado su merecido...
Hermione frunció el ceño levemente, pero intentó disimular su disgusto por las palabras de su amigo.
Aquella tarde tendría que ir a su despacho a cumplir el castigo. Y sin poderlo evitar sonrió como una verdadera imbécil.
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Snape maldecía mientras se curaba la herida ante el espejo. Escocía como los mil demonios. Maldito psicópata de mierda. Se había visto forzado a acudir a otra de las reuniones con el señor tenebroso, que cada vez estaba más impaciente, más desesperado... Y lo pagaba con él. Aquella señal en la cara sólo era una pequeña muestra de lo que cubría su cuerpo. Suspiró dolorido y fue a sentarse al sillón de su despacho. No sabía si sería capaz de seguir soportando aquello... Sus deseos de morir se hicieron más poderosos. Eso es lo que debería hacer, suicidarse y poner fin a su miserable vida. De todas formas su vida no le pertenecía, desde hacía tiempo tenía que servir a dos amos. Pero no podía... poner fin a su vida siempre le había parecido de cobardes, aunque fantaseara con ello cuando la depresión le abría sus brazos.
Llamaron a la puerta del despacho interrumpiendo sus oscuros pensamientos y Severus gritó con rabia que podían pasar. El rostro sonrojado de Granger apareció por el quicio de la puerta.
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No te acerques tanto a mí. (Sevmione)
FanfictionTras el horripilante carácter de Severus Snape, se esconden eternas noches de insomnio donde los libros son sus únicos compañeros de alcoba... por ahora. Hermione Granger no tardará en darse cuenta, que estar en el peor sitio, en el momento equivoca...