Cap 22. ¿Por qué no me dices nunca que me quieres?

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Severus Snape caminaba enfurruñado acompañado de una feliz Hermione Granger. La nieve que cubría hasta hace poco el paisaje, había comenzado a derretirse bajo los cálidos rayos de sol, dando entrada a una precoz primavera. Era domingo y paseaban por aquel sendero dejando el castillo cada vez más lejos, a sus espaldas.

-Aún no me puedo creer lo que me ha mandado hacer ese viejo loco...- dijo parándose abruptamente en mitad del camino.- ¿Cómo lo has engatusado?

-¿Yo?- dijo Hermione con una nota de exagerada inocencia en su voz- no sé de qué me hablas...

Severus se puso una mano en la cadera y miró con los ojos entrecerrados a su pequeña revoltosa.

-Mientes Hermione... lo sé.

-¡Yo no te miento!- dijo poniéndose colorada, delatándose.

Sintió como una ráfaga en su cerebro, como si un rayo hubiera cruzado su mente. Se vio a sí misma tejiendo los calcetines de Albus, escribiendo la nota y envolviéndolos con un papel amarillo limón, que le recordaba a esos caramelos que tanto le gustaban al anciano...

¡No se podía creer que Severus le estuviese hurgando en sus recuerdos!

-¡Para!- Ordenó Hermione disgustada- ¡Deja de hacer eso! ¡Para ahora mismo!

-Mmmm... - dijo con una sonrisa maliciosa el profesor de pociones- Unos calcetines de ositos. Albus se vende barato...

-¡No puedo creer que hayas entrado en mi mente, Snape!- gritó la chica escandalizada.

-¿Qué miedo tienes? ¿Tienes cosas que ocultar?- dijo mirándola otra vez, mientras su boca se torcía en una mueca de pura maldad.

-¡Ni te atrevas volver hacerlo! ¡O te acordarás de mí!- Amenazó la Gryffindor, mientras le daba un fuerte pellizco retorcido, digno de su mochuelo.

-¡Ay! – Se quejó teatralmente el profesor, ya que esos pellizcos no era nada comparado con lo que estaba acostumbrado a soportar.- ¡Cinco puntos menos para Gryffindor por agredir a tu profesor!

Hermione resopló con resignación. El cretino de su novio le seguía restando puntos a su casa cuando no sabía cómo salir de atolladeros. No lo podía evitar, él siempre tenía que quedar por encima, como el aceite en un vaso de agua.

Siguieron el camino que llevaba a la verja de salida de Hogwarts. Severus arrastraba los pies, molesto... en realidad estaba encantado de la idea, pero no quería demostrárselo a su alumna. Después de pasar unos días con los huesos doloridos por culpa de aquel psicópata mal nacido, aquello era un premio.

Un día entero a solas con ella, solos, completamente...

-¿Qué le pasa al profesor Dumbledore en la mano?- dijo de pronto Hermione, recordando la pútrida mano del director. Severus la miró con intensidad.- Llevo todo el curso preguntándomelo.

-Pregúntaselo a él, ya que sois tan amiguitos ahora.- zanjó el tema el profesor rápidamente- Lo que no entiendo pequeña cabezota, ya que no puedo aparecerme dentro del colegio, al menos podíamos haber venido hasta la verja en escoba...

-No me gusta volar.

-Irías conmigo.

Hermione hizo una mueca sarcástica.

-¿Contigo? Ni loca me monto en escoba contigo y menos después del numerito que montaste la última vez.

Snape se puso levemente colorado, quizás era una de las pocas veces que Severus Snape se ruborizaba. Aquel vuelo en escoba se había hecho ya legendario en el colegio, al igual que el beso a Minerva. No entendía como algo que había realizado sin pensar, había tenido tanta repercusión entre sus alumnos. Quizás la espontaneidad no fuera lo suyo. Sonrió abiertamente, en realidad había sido genial, se moría de ganas de volver hacerlo, pero ya no se atrevía. Al menos en el colegio.

No te acerques tanto a mí. (Sevmione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora