Cap 11. Los demonios que hay bajo mi cama no me dejan dormir.

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Severus Snape miraba con un atisbo de odio al anciano director. No sabía cómo lo hacía, pero tenía el incómodo don de meter de lleno el dedo en la llaga. Al viejo parecía divertirle la situación, claro, meterse con él parecía su pasatiempo favorito.

-No te enfades conmigo Severus, simplemente te digo que no es normal que un hombre de tu edad esté siempre tan solo. Seguro que hay muchas mujeres que le encantarían estar contigo...

-Señor director, si ya no tiene nada más oficial que decirme, creo que será lo más conveniente que me marche.

-¡No te pongas así! Venga, no te vayas. Al menos no te vayas enfadado...

-Creo que mi vida sentimental no es un debate divertido. Así que... ¡Buenas noches!

-Muchacho, no te tomes la vida siempre tan a pecho, tan amarga...

Severus abandonó el despacho del director de inmediato, dejando al viejo con la palabra en la boca. Había veces que no se explicaba cómo podía soportarle. Con la cantidad de cosas graves que ocurrían a su alrededor, lo que le avecinaba al mundo mágico, todo lo que no tenía más remedio que aguantar... y el muy necio no tenía nada mejor que hacer, que aconsejarle que se buscara novia. ¿Y qué carajo le importaba él si estaba solo? Era lo mejor, siempre había sido así, era la mejor opción. Desde siempre había sido una persona solitaria, quizás al principio de su vida había sido forzosamente. Pero se había acostumbrado a ello, a la soledad de la mazmorra, aquellas noches largas de insomnio... Además, todas las personas que de alguna forma habían sido importantes para él, estaban fallecidas. Su vida era un absoluto caos, no podía tomar decisiones por sí mismo. No era libre.

Estaba muerto en vida. ¿Qué clase de compañía podía darle a nadie?

Caminó por las solitarias y silencias galerías del colegio. La mayoría de los alumnos se habían marchado a sus hogares a disfrutar de las fiestas en compañía de sus seres queridos, así que por los pasillos podía respirarse cierta paz y tranquilidad, libre de aquellas cabezas huecas. Snape se paró frente a una vidriera con la imagen de un unicornio y miró a través de ella. La noche era fría, comenzaba a nevar fuera. Inconscientemente se cerró la capa y apoyó su frente contra el helado cristal, quedándose allí, quieto, sin saber muy bien que hacer.

Su mente le jugaba malas pasadas. Su cabeza giraba en torno de aquel recuerdo con cierta obsesión: Hermione Granger. Recordaba como si hubiera pasado ayer aquella fabulosa tarde preparando poción Matalobos en el interior del aula. Su rostro joven, luminoso y sonriente mientras le observaba como añadía los ingredientes. Era tan bonita, que su sola visión le deslumbraba. Le parecía increíble la de años que había pasado sin darse cuenta de la presencia de aquella chica, tan especial, tan inteligente, tan buena...

Se llevó los dedos a los labios. Aquel beso... Había sido una locura. Jamás debió hacerlo, aunque era lo que más quería, había cometido la mayor insensatez de su vida. Era su profesor, le odiaba con todas las razones del mundo, era veinte años mayor, podría ser su padre, era aún menor de edad... ¿Acaso estaba demente o todos los crucios que había soportado a lo largo de su vida le habían dejado con el juicio insano? Era absurdo tan solo plantearse nada con aquella chica, tan joven, tan inocente. Él llevaba tantos años en el mundo cometiendo atrocidades, en cambio a ella, le quedaba tanto por aprender, tanto por vivir aún... Merecía que le llevaran a Azkaban. Era un desgraciado, pero...

Ella le había dulcificado los días con su presencia, sentía cierta ilusión la llegada de un nuevo día sólo porque sabía que la vería y aunque entre ellos había mucha diferencia de edad, se sentía en sintonía con ella. Conectado. Era una sensación muy extraña, jamás la había sentido con nadie, pero tenía la sensación que se conocían de toda la vida...

No te acerques tanto a mí. (Sevmione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora