Cap8. El secreto de Hermione

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Cap 8. El secreto de Hermione.

-Hermione...

Sin hacer caso omiso, seguía rebuscando en su baúl ensimismada en sus propios pensamientos.

-¡Hermione!- Gritó Ginny, que se hallaba apoyada de brazos cruzados, en el marco de la puerta de la habitación.

-¿Qué quieres Ginny?- dijo Hermione con un atisbo de mal humor.

Ginny puso sus manos en la cintura mientras fruncía el ceño, convirtiéndose en un vivo reflejo de su madre.

-Los chicos y yo vamos a ir a ver a Hagrid, ¿Quieres venir?

-No puedo... Tengo que ir a la biblioteca a buscar información para un trabajo de Defensa contra las artes oscuras.- dijo ofuscada.

-Últimamente no sales de la biblioteca, deberías darte un pequeño respiro... Eres incapaz de relajarte...

-¡Relajarme! ¡Dices que me relaje!-comenzó a embalarse la chica haciendo aspavientos- ¡Con la cantidad de cosas que tengo que estudiar!

Ginny desapareció del quicio de la puerta dejándola sin ningún tipo de pudor con la palabra en la boca. Sabía que se ponía insoportable cuando se ponía neurótica, los exámenes del trimestre estaban cerca, la navidad adelantaba puestos en el calendario. Hermione sonrió pícara, después de todo era buena actriz, porque fingía descaradamente todo aquel desmesurado estrés.

Revolvió el interior del baúl buscando algo, como aquella noche hace dos meses atrás... El profesor Snape se había leído en ese periodo de tiempo todos los libros que contenía aquel baúl. Hermione se había quedado sorprendida con la avidez que su profesor devoraba nuevos títulos. También había que decir que aquel hombre tenía disponibles más horas disponibles que el resto de gente. Cuando los demás andamos sumergidos en mares de sueños, donde todo se puede hacer realidad, Snape se hallaba flotando a cuatro metros sobre él, en una nube de desesperación.

El profesor Snape se hallaba taciturno, a veces distraído en sus propios pensamientos. Había perdido peso considerablemente en cuestión de semanas, su piel cetrina por naturaleza, se hallaba más pálida que de costumbre. Sus ojeras surcaban sus ojos, invadiéndolos como un cáncer. Y con cierta regularidad, el profesor aparecía con aquellas finas y misteriosas heridas, cada vez más visibles, aunque él se empeñara en simularlas en vano.

Hermione cerró los ojos. Recordó aquel día que había tomado las manos de su profesor en el interior de su despacho, impresionada porque en la palma de sus manos se hallaban dos grandes cortes, como si hubiera agarrado con fuerza un cuchillo, o quizás un vano intento de cubrirse de algo... Ella sospechaba de quien provenían esas heridas, eso la hacía sentir un vacío en la boca del estómago, no podía evitar sentirse apenada por su profesor de pociones. Ella le había preguntado qué le había pasado, él retiró sus manos rápidamente de las suyas, huyendo de su contacto físico y le espetó que se metiera en sus propios asuntos...

Se sentó en el suelo, apoyando sus brazos y su cara en el borde abierto de su viejo baúl. Snape... Aquellos meses se había convertido en todo un punto referente en su vida. Aún no entendía cómo, pero entre ambos había brotado una frágil amistad.

Todo había comenzado con dejarle lecturas para sus fatigosas noches de insomnio, al principio se había limitado ha dejarle los libros, pero poco a poco, comenzaron a comentarlos con entusiasmo. Tenían largas charlas sobre la línea argumental de aquellas novelas en la cálida intimidad de su despacho, pero al tiempo, empezaron a divagar, terminando por hablar de otras cosas un poco más personales. Snape se había interesado por lo que aspiraba ella del futuro e incluso, le había preguntado cosas sobre su infancia y su vida entre sus padres muggles. En cuanto a él, nunca hablaba de sí mismo, se cerraba herméticamente ante cualquier pregunta, evadiendo el tema con elegancia.

No te acerques tanto a mí. (Sevmione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora