Calor

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Kagome se encontraba sentada frente a su escritorio, tratando de concentrarse en el libro que tenía delante, cosa difícil porque el calor era agobiante y el aire acondicionado estaba roto. Si, era ese mes tan temido en el que transcurren los odiados exámenes finales. Junio. Kagome se había recogido el pelo en un moño alto y llevaba unos pantalones cortos y un top de tirantes pero ni con esas conseguía hacerse pasar el calor.

- ¡Kagome! - La llamó su madre desde la escalera - ¿Seguro que no quieres venir a la piscina con nosotros?

- No mamá, tengo que quedarme estudiando.

- Muy bien, nosotros nos vamos ¡Tienes algo fresco en la nevera!

La pobre estudiante miró desde la ventana como su familia al completo se marchaba a pasar el día a la piscina pública mientras que ella, por desgracia, tenía que quedarse encerrada en su habitación con ese horrible e insoportable calor. Suspirando, volvió a ocupar su asiento y empezó a leer mientras se abanicaba distraídamente con un folio doblado por la mitad. Pero no podía concentrarse.

- Necesito algo helado...

Resuelta a ponerse a estudiar en cuanto se refrescara, bajó las escaleras y se dirigió a la cocina. Dentro de la nevera había una jarra de limonada dejada seguramente por su madre para hacerle más llevadero el día. Sonriendo, se sirvió un vaso y se lo bebió de un trago. De momento le fue suficiente pero el calor aumentaría con el paso de las horas de modo que lo mejor era volver a meter la jarra en el frigorífico para que la bebida no se calentara.

Volvió a subir tarareando una canción. Abrió la puerta de su cuarto y se encontró con algo que no esperaba. Inuyasha olfateando sus libros.

- ¿Qué haces Inuyasha?

- Estos papeles huelen raro.

- Huelen a nuevo - suspiró ella apartando al chico a un lado para poder sentarse de nuevo.

- ¿Qué quiere decir eso? - preguntó él intrigado.

- Quiere decir que he tenido que comprarme un libro nuevo después de que tu tiraras el antiguo al barro ¿recuerdas? Y como encima no me has dejado venir ni un día a estudiar, éste estaba todavía sin estrenar.

El hanyou gruñó por lo bajo. No le gustaba el tono que la muchacha había usado, como si estuviera cansada de contestar sus preguntas ¿Qué culpa tenía él de que ese mundo fuera tan extraño?

Se sentó en la cama de la chica mientras ella volvía a inclinarse sobre sus libros y se preguntó a sí mismo el porqué de tanto interés por esos papeles inútiles. Recordó que ya se lo había preguntado a ella eso mismo el día en que se los tiró todos en medio de un lodazal. Y que la respuesta que recibió fueron media docena de osuwaris. Prefería no repetir la experiencia. En cambio aprovechó para examinarla con detenimiento. Llevaba el pelo recogido, un punto menos; camiseta estrecha y pequeña que marcaba sus pechos y dejaba la cintura al aire, dos puntos a favor; pantalones cortos, más cortos aún que la faldita de la escuela... No tenía ganas de seguir sumando puntos. Estaba extremadamente provocativa con su ligero atuendo.

Kagome se movía intranquila en su silla. Tenía calor, estaba asfixiada. Y las continuas miradas de Inuyasha no contribuían a que se relajara. Se volvió hacia él para regañarlo pero se paró en seco al ver que vestía su traje de rata de fuego como si tal cosa.

- ¿No tienes calor Inuyasha?

Él lo pensó ¿Calor? Empezaba a tenerlo pero la culpa no era precisamente por la temperatura de la habitación. Vio como una pequeña gota de sudor recorría en cuello de la chica hasta perderse en el interior de su escote y le faltó poco para ir a lamerla.

One-Shot Inuyasha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora