Pequeño Regalo

3.2K 117 49
                                    

-¡SIÉNTATE!-Y cierto hanyô se estampó contra el suelo. Gruñó al notar la fría y húmeda tierra contra su rostro-. ¡No sé ni para qué me molesto! ¡Me largo a mi casa!-Y así, cierta muchacha de cabello azabache montó en su nueva bicicleta y se alejó de allí.

-Desde luego, InuYasha, mira que tienes poco tacto-dijo Miroku, agachándose a su lado.

-Eres un desconsiderado-comentó Sango, dándoles la espalda y entrando en la cabaña de la anciana Kaede.

-¡Perro idiota! ¡¿Cómo se te ocurre despreciar así los regalos de Kagome?!

-¡Dejadme en paz!-InuYasha, consiguiendo al fin despegarse del suelo, se sentó con los brazos cruzados, enfadado, irritado y molesto-. ¡No me digáis que a vosotros os gustan estas chorradas!-exclamó el medio demonio, agarrando uno de los paquetes cuidadosamente envueltos y agitándolo frente al monje y el zorrito.

-¡Ni siquiera lo has abierto, así que no puedes opinar! ¡Bruto!-increpó Shippô, dándole un golpe en la cabeza. A InuYasha se le hinchó una venita en la frente y cogió al kitsune de la cola.

-Shippô...

-Bueno, creo que entonces se lo daré a Kôga la próxima vez que lo vea. Kagome-sama me dio instrucciones al respecto antes por si tú no...

-¡Trae aquí!-Miroku ladeó la cabeza con una sonrisa al ver el ímpetu con el que su amigo le arrancaba el objeto. Murmurando cosas ininteligibles, InuYasha volvió a sentarse en el suelo, rasgando el papel con suma impaciencia. Ni muerto le daría al lobo algo que Kagome había traído expresamente para él. Por muy chorrada que le pareciera.

Apartó los trozos del envoltorio y levantó a la altura de los ojos el dichoso regalito de las narices por el que la miko del futuro se la había armado antes. Parpadeó, confundido, observándolo; era una especie de muñeco, pequeño y compacto, y tenía un hilo que le salía de la parte de la cabeza.

La garganta se le secó al percatarse de los rasgos del muñequito: parecía... era... -. ¡Pero qué bonito! ¿Me lo cambias, InuYasha?-La voz de Shippô lo sacó de sus pensamientos.

-¡Quita de ahí, niño!-Se deshizo rudamente del pequeño yôkai; este cayó al suelo y unas lagrimillas se asomaron a sus ojos.

-¡¿Y ahora qué te pasa?!-No le contestó. Tan solo metió el muñeco cuidadosamente en una de sus mangas y se fue dando un poderoso salto-. ¡Pero si decía que no lo quería!

-Shippô, ¿llegaste a ver el muñeco?-interrogó Miroku, mirando para él.

-Tenía la forma de una chica... ¿Por?

-Ya veo-murmuró Miroku, esbozando una leve sonrisa. Shippô pestañeó, sin entender nada. Los adultos eran complicados.

Quinientos años en el futuro, Kagome Higurashi entraba en su casa cual exhalación, echando pestes de lo insensibles, inútiles y estúpidos que podían llegar a ser los hombres.

Subió las escaleras pisando fuerte, a causa de su enojo, y entró en su habitación. No se molestó en cerrar la puerta, total, estaba sola en casa. Una vez allí, todo su enfado pasó a convertirse en tristeza. ¿Por qué InuYasha tenía que ser tan imbécil? ¿No podía decirle un simple gracias, aceptar el regalo y ya? ¡Tal y como haría cualquier otra persona! Pues no, tenía que herirla, tenía que insultarla y tenía que hacerle sentir como un insecto.

¡¿Y por esta estupidez te has tardado casi una semana?! ¡Nadie te lo pidió! ¡Nos hemos retrasado por tu culpa, idiota! ¡¿No entiendes que tu único deber es encontrar los fragmentos de la joya?! ¡Para eso estás aquí!

Las lágrimas le nublaron la vista y se las sacudió en un ademán furioso. No lloraría, no valía la pena llorar por algo tan absurdo como eso. Sabía que sus palabras no eran ciertas, InuYasha nunca la heriría de forma tan cruel a propósito, pero aún así dolía, dolía el verse rechazada una y otra vez por él.

One-Shot Inuyasha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora