El Baño

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Inuyasha estaba sentado en el suelo con el cuerpo lleno de magulladuras, sangre y sudor. Acababan de enfrentarse a un demonio aparentemente fácil de vencer, pero la presencia de un fragmento de la perla había complicado las cosas de modo que todos habían resultado heridos en mayor o menor grado. Pero el peor parado había sido el hanyou, para variar, debido a su empeño por proteger a Kagome.

La miko lo miraba mientras terminaba de vendarle el brazo al monje Miroku. Inuyasha se había arriesgado mucho por su culpa... Lo veía respirar con dificultad, agotado. Inuyasha siempre peleaba al máximo de sus capacidades pero esta vez se había expuesto demasiado. Podría haber muerto... Suspirando, le dio una palmadita a Miroku, dándole a entender que su vendaje había terminado. Después cogió su mochila y se la colgó del hombro.

El monje se levantó y fue a hacer compañía a Sango. Había escuchado los suspiros de Kagome y no pasaba desapercibida la preocupación de ella por el hanyou, de modo que prefirió dejarlos solos para que pudieran hablar sin interrupciones. Claro que la llamada de la curiosidad era muy grande pero, por una vez, iba a comportarse.

Inuyasha sintió una suave caricia en su cabeza y supo de inmediato a quien pertenecía esa mano. Y aunque no hubiera tenido sus sentidos tan desarrollados, hubiera reconocido esa pequeña mano donde fuera. Kagome... pero no quiso mirarla. Ella había estado en peligro y si le hubiera llegado a pasar algo, la culpa habría sido solo suya. Y era algo con lo que no podría cargar.

Kagome se acuclilló silenciosamente junto al hanyou y lo miró de reojo. Estaba herido, sucio, cansado. Sin decir una palabra, se levantó de nuevo y le tendió su mano. Él la miró interrogante pero tampoco dijo nada. Se limitó a aferrarse a esa mano como si fuera el único hilo que lo mantenía con vida. Como el náufrago se aferra a una tabla salvadora. Se levantó y sus ojos quedaron frente a frente. Los de él avergonzados. Los de ella preocupados. Retiraron sus miradas a la vez.

Kagome estiró suavemente de la mano que tenía entre las suyas y comenzó a caminar despacio vigilando que su compañero estuviera en condiciones de seguirla sin ayuda. Pero, a pesar de la dificultad de movimientos del hanyou, no se acercó más a él para ejercer de apoyo. Aunque tampoco soltó su mano sino que entrelazó sus finos dedos entre las garras manchadas de sangre de él, sin importarle que ella también se ensuciaría. Sango y Miroku les observaron marcharse pero no dijeron nada. Comprendían que sus amigos necesitaban aclarar algunas cosas en privado, por lo que ellos no debían seguirlos ni preocuparse. Cuando estuvieran listos, regresarían.

Después de un rato andando entre los árboles, llegaron a un claro donde se encontraban unas aguas termales. Los conocían bien ya que siempre se paraban a descansar ahí cuando viajaban por la zona. Kagome, sin decir nada, se volvió a Inuyasha y sus manos tocaron el pecho de él, recorriendo el borde del haori hasta que llegó a la cintura y deshicieron con habilidad el nudo que mantenía la ropa en su sitio. Inuyasha quiso retirarse pero ella se lo impidió con un tirón suave pero firme. Los dedos de la mujer retiraron primero la chaqueta de piel de rata de fuego y después la camisa que llevaba debajo, dejando el torso de Inuyasha al descubierto.

Y lo miró. Estaba cubierto de rasguños y hematomas. No parecía haber nada serio y, aunque debía dolerle todo el cuerpo, en un día o dos estaría como nuevo. Después de todo, la sangre de demonio corría por sus venas. Recorrió la piel recién expuesta con la punta de los dedos, como si acariciara un objeto delicado y comprobó que la piel del hanyou se erizaba con el contacto. Levantó la vista y lo miró a los ojos.

Inuyasha no entendía a que venía esa caricia tan inesperada. Pero era incapaz de decir nada y mucho menos de apartarse de ella. Detectó un ligero cambio en su olor que no supo identificar. ¿Deseo? Era difícil afirmarlo ya que nunca lo había olido antes en ella y tampoco iba a preguntárselo. Pero era exactamente lo que él estaba sintiendo y rezaba porque a ella le ocurriera lo mismo.

One-Shot Inuyasha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora