Enseñame

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Sonrojados hasta la médula, se mantenían en un abrazo, desnudos, en la cama de la miko, en su época, en su casa, en su... Ok, mucho "en su...".

El punto era que se encontraban sumamente sonrojados y avergonzados. Arrepentidos no, pero eso no les quitaba la timidez y el temor de que, aunque sí hubiera sido un completo desastre, hubiera salido mal.

La familia de la chica no estaba, otra vez habían ganado un viaje y al no saber que ella iba a regresar se fueron, dejándola sola en casa.

¿Por qué de pronto, justo desde que ella había comenzado sus aventuras en el Sengoku, su familia parecía haber convocado un hechizo que los hacía ganar todo tipo de rifas y concursos?

Bueno, admitía que le habían hecho una especie de favor, ya que de otra forma no estaría en la forma en que se encontraba: desnuda y en los brazos del hanyô.

No tenía idea de cómo demonios habían llegado hasta allí, pero estaba segura de que no se arrepentía, a pesar de la vergüenza que sentía en esos momentos al saber que ambos estaban como Kami los trajo al mundo.

No necesitaba ver hacia arriba para saber que el hanyô estaba igual, o más sonrojado que ella.

Sí, había sido un caos total, pero buehh...

Se sentía tan cómoda entre sus brazos que de ser por ella, estaría así por siempre, no importaba la vergüenza que sintiera.

Sintió que el medio demonio se estaba relajando, porque, de una forma inconsciente, había comenzado a acariciar su espalda con sus garras de una forma suave, lo que la hizo sonreír.

Se acurrucó mejor contra él y lo sintió tensarse de nuevo, pero no por ello alejarse.

En su vida, jamás imaginó su primera vez con un medio demonio. Claro que jamás se hubiera imaginado enamorarse de uno, o siquiera conocer a uno, ya que no tenía idea de que existían.

Sintió como el hanyô tomaba un poco más de confianza y la estrechaba entre sus brazos.

Siguieron así, abrazados y sin decir nada.

Trataba de imaginar lo que estaría rondando por la mente del hanyô, y sin querer queriendo su imaginación se fue hasta los debates que mantenían el medio demonio y Kôga, pensando en su siguiente discusión.

"¡Aléjate de mi mujer, Inu-koro!"

"¡Ja! ¡Ella nunca fue tu mujer, rabioso! Y para que lo sepas, deberías dejar de acercarte a ella, ya que es MI mujer ahora."

Sip. InuYasha era un celoso-posesivo compulsivo.

Aunque... ¿Él la consideraría de esa manera? Bueno, habían hecho el amor, eran ahora una pareja, ¿no? No creía que el hanyô fuera de esas personas que pensaran en eso de "amigos con derecho". Al menos estaba completamente segura de que para él eso no había sido solo sexo, ya que InuYasha no era de ese tipo de personas. Imagínense, lo que para él, un ser que vivió solo prácticamente toda su vida, significaría un beso, ya era bastante, y de allí a tener relaciones sexuales con alguien, era realmente un gran paso.

Pensó en lo que había pasado tan solo unos minutos atrás y se preguntó, ¿a él le habría parecido atractivo su cuerpo? Bueno, ella era una mujer bonita, o al menos eso creía. No era para decirse una tabla, tenía sus curvas, no exageradas pero allí estaban. Una mujer promedio, bonita, atractiva de forma natural y sin necesitar nada más, pero, ¿a él le habría gustado? No estaba segura de querer preguntárselo, prefería poder disfrutar del momento en el que estaba junto con el hombre que amaba.

Miró ligeramente hacia abajo. Sus pechos estaban aplastados contra el pecho de él, debido al abrazo, y que por suerte, o por desgracia, no la dejaban ver más allá.

One-Shot Inuyasha Donde viven las historias. Descúbrelo ahora