Una huida vertiginosa y un nexo indeseado

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Bianca y Milo aún se encontraban acorralados y no tenían idea de cómo podrían abandonar los dominios de la ciudad de Vékusi. Desconocían la ubicación de las puertas y de los pasadizos que conducían hacia el exterior. Además, era lógico pensar que todo el territorio de los Olvidados estaría muy bien custodiado por cientos de Centinelas de Élite. Neutralizar el desbordante poder de Nahiara y Galatea juntas era casi imposible para ellos, dado que se hallaban en absoluta desventaja por donde quiera que se le mirase. Salir ilesos de una prisión subterránea como aquella no era más que una vana ilusión. El campo espiritual que Bianca estaba utilizando para protegerlos no iba a durarles para siempre. Aunque su energía había sido renovada por completo, tenía sus límites. Y Milo aún se encontraba muy débil como resultado de las múltiples heridas en su cuerpo, así que no sería capaz de apoyar a la Linvetsi en la dura batalla que tenían ante sí. Solo podían esperar a que sus aliados en el exterior interviniesen de nuevo en el curso de los eventos. Necesitaban que los librasen de aquel espantoso abismo de sufrimiento y muerte de una vez por todas.

Una nueva corriente de viento se coló en la estancia. Esta vez no fue una simple brisa pasajera para generar una leve distracción, sino que se trataba de un potente resoplido casi huracanado. Nahiara tuvo que aventar el cadáver de Déneve en una fosa semi-oculta en el suelo, pues necesitaba concentrarse de lleno en lo que estaba aconteciendo. Los ropajes y las cabelleras de las señoras al mando de la Legión se revolvían de un lado a otro con violencia. Las dos se vieron obligadas a olvidarse de los molestos chicos detrás del escudo invisible para concentrarse de lleno en la amenaza desconocida que se cernía sobre ellas.

A duras penas podían mantenerse de pie sobre el suelo, puesto que la magnitud del torbellino era desmesurada, incluso para seres tan magnificentes como lo eran ambas. Los oscuros globos oculares de la Nocturna exudaban odio profundo, como de costumbre, pero había algo más en ellos. Se trataba de una desconcertante sensación que solo había experimentado una vez en su vida. Jamás creyó que volviese a sentirse atemorizada ante nada ni nadie, pero eso era justo lo que le estaba sucediendo en ese instante, y su mirada lo reflejaba. Galatea no comprendía las razones de su reina para sentirse amedrentada a causa de una simple ventisca, ya que ella misma no tenía ni el más remoto atisbo de turbación en su organismo. Por lo tanto, se aventuró a posarse justo en frente de la emperatriz, con el objetivo de protegerla en caso de que fuese necesario.

Poco a poco, la borrasca fue adquiriendo la forma de una gigantesca mujer transparente de grácil figura y larga cabellera. Sus brazos no tardaron en extenderse hacia a los cuellos de las dos pálidas féminas que la esperaban en el recóndito recinto. Aquella acción las tomó por sorpresa, pero eso no impidió que se defendieran casi de inmediato. Ambas colocaron sus palmas abiertas al nivel del pecho y comenzaron a empujar hacia delante con todas sus fuerzas. El colosal esfuerzo que hacían por mantener a raya al etéreo ente de apariencia femenina no les permitía desviar su atención ni un solo segundo. Ninguno de los soldados que estaban apostados afuera de la habitación podía entrar a la misma para apoyarlas. Si no eran convocados de manera directa, todos tenían prohibido el ingreso a los aposentos en donde se hallase cualquiera de las damas al mando de la Legión. Estaban solas en contra de la doncella de los vientos.

Mientras Nahiara y Galatea se mantenían muy ocupadas contrarrestando el portentoso ataque de Nina, Sóturi ingresó en la estancia otra vez. Se presentó allí de la misma manera en que lo había hecho antes, pues debía pasar desapercibido si deseaba conseguir una rápida liberación para su querida ama y para el chico que la acompañaba. Gracias a que la Orankel estaba trabajando en conjunto con él, pudo atravesar el espacio que lo separaba de Bianca sin dificultad alguna. El furibundo viento no tenía ningún efecto adverso sobre el diminuto cuerpo del ave, sino que le servía de impulso para llegar a su destino. En cuanto consiguió traspasar la barrera protectora de la jovencita, la cual no estaba recibiendo ningún tipo de agresión en ese momento, se acercó al oído izquierdo de la chiquilla y le comunicó lo que pensaba hacer de ahí en adelante. Ella le dio su consentimiento sin dilación alguna.

Pacto de Fuego [Saga Forgotten #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora