Primera colisión

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En cuanto Milo fue traído de vuelta al planeta Tierra, se aseguró de que Nina lo liberase en un punto desde el cual Nahiara no alcanzara a verlo. Necesitaba concentrarse bien para utilizar todas sus habilidades de manera equilibrada. Si se excedía en la cantidad de energía empleada en una sola de las destrezas, las demás podrían verse seriamente disminuidas. Necesitaba tener muy clara en su mente la estrategia a seguir para lograr el objetivo. No se concentraría en herir a su oponente, aunque sería inevitable, sino que usaría distintas tácticas para obligarla a moverse de su sitio, a seguirlo. La instrucción del duque había sido específica: debía alejar a Nahiara de Galatea. Si para ello era necesario hacerla creer que estaba ganando la contienda, debía ser así. Por esa razón, el muchacho se tomó unos minutos a solas, suspendido en el aire tras una densa capa de nubes. Antes de descender a la superficie terrestre, quería estar en óptimas condiciones en lo que a la canalización de su poder se refería.

—Esto es por ti, Dahlia. También lo hago por papá y por mamá, por la gentil Sherezade y por todas esas personas inocentes que fueron asesinadas en la dimensión negra a manos de esta despiadada criatura. No los defraudaré, lo prometo —susurró el chiquillo, al tiempo que se liberaba del escudo hexaédrico de neón, liberando así forma de Protector Keijukainen.

Unos diez minutos después, Milo estaba batiendo sus tres pares de alas con gran fuerza, de manera tal que levantaba gruesas capas de polvareda conforme se iba aproximando al suelo. La emperatriz todavía se encontraba de pie en el sitio donde había sido atacada por las libélulas. No paraba de vociferar en contra de aquellas criaturas, incitando con furibundos reclamos al responsable del ataque a que diera la cara. En medio de esas circunstancias, el joven Woodgate hizo su aparición inesperada. Por un momento fugaz, la descolorida dama se quedó mirándolo con un cierto grado de admiración, pero no tardó en contraer todos los músculos de su rostro de forma casi grotesca, para así mostrar el odio infinito que sentía hacia su contrincante.

—Así que fuiste tú quien envió a esos asquerosos y despreciables insectos solo para fastidiarme. ¿Acaso no te avergüenzas de ello? ¡Eres un maldito cobarde! —clamó la Nocturna, casi escupiendo las palabras.

—No desperdicies tu energía para hablar acerca de cosas inútiles. Necesitarás cada átomo de tu poder para enfrentarme. No saldrás victoriosa hoy, te lo aseguro —contestó Milo, mirándola a los ojos.

Aquellas palabras desafiantes tomaron por sorpresa a la reina de los Olvidados. Jamás le habían hablado de esa forma, pues nadie se atrevía a plantarle cara con semejante irreverencia.

—¿¡Qué has dicho!? ¡No me hagas reír, mocoso! ¡Puedes tomar la forma que quieras, no me asustas! ¡Vas a morir en mis manos!

Acto seguido, Nahiara lanzó un potente rayo rojo en dirección al pecho del muchacho. La increíble velocidad con la que viajaba aquella onda calórica hubiese fulminado a cualquier otra criatura sin complicaciones. Pero ese tipo de ataques no eran un problema para el hijo de Emil. La pálida fémina parecía haber obviado una de las habilidades más útiles de todos los portadores de las dagas ancestrales de Belldandy: la teletransportación. Cayó en cuenta de su error hasta que sintió el potente impacto del puño derecho del chaval sobre su quijada, el cual la propulsó cual meteorito a varios metros de distancia del punto en donde se hallaba hacía apenas unos segundos.

—Si te crees tan fuerte, ¡pruébamelo! No podrás derrotarme con ese cuerpo tan frágil que posees. ¡Ni siquiera es el tuyo, inmunda ladrona!

El rabioso reclamo del joven terminó por romper, de una vez por todas, la poca paciencia de Nahiara. Las venas en el cuello de la dama crecieron hasta llegar al doble de su tamaño original. Sus garras se notaban más puntiagudas y prominentes, mientras el cuerpo de ella comenzaba a estirarse e hincharse con rapidez, como si se estuviera llenando de agua. El níveo vestido que llevaba puesto se convirtió en tiras de tela inútiles, pues estas ya no podían cubrir la enorme anatomía de la reina transformada. Desde sus penetrantes iris carmesí emanaba un terrible espíritu bestial jamás visto por la humanidad. Después de soltar un sonoro rugido felino, una sola palabra salió de su boca, pronunciada con una gutural voz de trueno que hizo retumbar el terreno circundante.

Pacto de Fuego [Saga Forgotten #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora