Doble contacto

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La angustiada Dahlia ya se había cansado de caminar de un lado hacia otro sobre el terreno paralelo a la barrera invisible. No sabía qué otra cosa podía hacer en medio de una situación tan extraña como aquella. Tenía un exceso de energía acumulado dentro de sí y no lograba hallar una manera productiva de canalizarlo. Por otro lado, Moa solo se limitaba a permanecer de pie, inmóvil, observando cada movimiento de la muchachita con gran rencor. Había cesado de atacar el muro intangible desde hacía largo rato. Se había dado cuenta bastante rápido de que todo intento por debilitarlo o atravesarlo era una tarea infructífera. Ambas rivales se contemplaban la una a la otra en silencio, planeando mil estrategias distintas para ganar la batalla en cuanto la poderosa barrera desapareciese.

En medio de esos interminables momentos de tensión y mutismo, una repentina descarga de emociones invadió el organismo de la joven Woodgate. Comenzó a visualizar una larga cadena de imágenes impactantes en la privacidad de su mente. Contempló cada instante de la secuencia destructiva que Nahiara había llevado a cabo en la dimensión negra. El terror estampado en los rostros de la gente que esperaba la muerte y sus gritos desgarradores al ser asesinada le produjeron un incontrolable frío en el corazón. Las cascadas rojizas hechas de sangre humana y animal, entremezcladas con las cenizas de la vegetación calcinada, daban un espectáculo desolador. La chica no fue capaz de contener las lágrimas ante tales horrores. Millones de almas abatidas clamaban al unísono diversas combinaciones de la misma petición para ella: "¡Sálvanos!"

Sin embargo, no todo en el funesto panorama ante sus ojos era sinónimo de destrucción. A pesar de la encarnizada matanza que tanto la perturbaba, unos pocos seres humanos estaban siendo rescatados por una veloz avecilla plateada justo en medio de la debacle. Había un llamativo halo multicolor en torno a los cuerpos de todas esas personas, cuyo número ascendía a casi dos centenares. Pero esa era la menos extraña de las características de aquellos individuos. Largas hileras de esferas luminosas blanquecinas viajaban cual estrellas fugaces hacia el cuerpo de cada uno de ellos. En cuanto se encontraban con el halo, las bolitas brillantes se expandían hasta perder su forma, pero no desaparecían, sino que eran absorbidas por los dueños de las aureolas. Los globos se fundían con la piel de los humanos y, tras dichas uniones, se escuchaban unos leves suspiros.

—Los portadores de las almas siguen esperando por el día de tu regreso. Savaelu me ha abierto el camino —susurró una voz femenina incorpórea.

—¿Quién eres tú? —preguntó Dahlia, al tiempo que miraba hacia todas partes, intentando descifrar el punto de origen de la voz.

La muchacha no obtuvo respuesta alguna por parte de la dama misteriosa. A pesar de que no era la primera vez que la oía hablar, ella siempre la hacía sentirse desconcertada al mantenerse en el anonimato. ¿Por qué la estaba ayudando tanto una perfecta desconocida? ¿Y quién era ese tal Savaelu? No recordaba haber escuchado ese curioso nombre antes pero, al mismo tiempo, le despertaba un sentimiento de familiaridad. ¿Por qué esa sensación era recurrente ahora? ¿Se trataba acaso de alguien que había visto antes, cuando todavía tenía sus memorias intactas? Las escasas nociones de su vida pasada no le proveían ninguna pista acerca del asunto. Quería entender aunque fuese una fracción de lo que estaba sucediendo a su alrededor. Se había encontrado con tantos seres distintos en el camino y todos parecían depender de las cosas que haría ella, pero ninguno de ellos le explicaba con exactitud cuál era el proceder que se esperaba de su parte.

—Dahlia, por favor, manifiéstate... ¡Necesitamos tu luz! —solicitó la distante voz de Amadahy, con vehemencia.

El sonido de la exclamación rogativa había llegado a los oídos de ella como un débil susurro a través de la barrera. Era como si de pronto el gran muro invisible se hubiera transformado en un canal para la transmisión de ondas sónicas desde la Tierra hasta allí. Para su sorpresa, el mensaje no fue transmitido de manera privada. La jovencita se sobresaltó al percibir que aquel llamado era audible para Moa también. El semblante de la mujer se contrajo en una mueca de disgusto y perplejidad entremezclados. ¿Cómo era posible que unos seres inferiores de una galaxia tan distante hubieran hallado una forma de comunicarse con las almas de Hélverask? El acceso para aquella prisión debería estar a disposición de Nahiara únicamente. La poderosa dama estaba temblando de rabia y comenzó a pronunciar maldiciones en contra de la joven Woodgate.

Pacto de Fuego [Saga Forgotten #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora