La víspera de un anhelado encuentro

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El abrazo tierno y cálido de quien Amadahy consideraba su hermano duró muy poco. Antes de que tuviera la oportunidad de percibir el aroma de su cabellera o de mirarlo a los ojos estando cerca, el cuerpo del joven comenzó a perder color y solidez. En unos breves instantes, su figura había llegado a ser una simple masa gelatinosa transparente. La chica no pudo evitar llevarse las manos a la boca para impedir la salida del quejido de angustia atrapado en su garganta. Aunque no tenía muy clara cuál era la razón que ocasionó un apego tan repentino por aquel desconocido que decía ser su hermano, sentía como si le hubiesen arrancado una parte vital de su persona. Alargó su brazo derecho en un intento desesperado por retener a la figura casi etérea del muchacho consigo, pero esta se perdió por completo en cuanto hizo contacto con los dedos de ella.

—No te angusties, niña. Esa era una simple proyección perecedera de quien en realidad es tu hermano. Su conciencia duerme dentro de un hombre distinto, al cual lo conocerás dentro de muy poco tiempo —declaró una voz ronca de género y procedencia inciertas.

Amadahy se giró con rapidez y empezó a recorrer la estancia con la mirada, tratando de localizar a la criatura que acababa de hablarle. La escasa luz del sitio no le permitía distinguir gran cosa, pero su temor e incertidumbre se acabaron en cuanto una leve sacudida del suelo le abrió paso a un gigantesco dodecaedro giratorio hecho de nácar. Las doce caras de aquella impresionante figura tridimensional estaban bañadas por cientos de moléculas movientes y titilantes de formas tan diversas como las que están presentes en los copos de nieve. De un momento a otro, el extraño objeto sólido se contrajo hasta reducir su tamaño a la mitad. Se mantuvo así por un lapso corto, para luego expandirse de golpe. Dicho movimiento provocó que las partículas brillantes se desprendieran de su superficie y se dispersaran por todo el vasto espacio en forma de bóveda que delimitaba la estancia. El fulgor multicolor de los puntitos le confirió una apariencia de cielo nocturno densamente estrellado al otrora lúgubre sitio.

La joven contemplaba la escena en silencio, con el rostro vacío de cualquier atisbo de expresividad. Tanto sus latidos como su respiración estaban casi detenidos ante semejante espectáculo. Pero las grandes sorpresas que presenciaría estaban lejos de cesar. Uno de los pentágonos que componían la pieza abandonó su posición, dejando tras de sí una amplia concavidad oscura. Un sonido muy similar al de varios suspiros pausados fue la primera señal de vida procedente de aquel hoyo. Acto seguido, dos brazos de tono cobrizo emergieron desde las entrañas del dodecaedro. Una sobria danza de llamas azules ascendía por dichas extremidades y se extendía varios centímetros más allá de las puntas de los dedos del ente. Luego de unos instantes, la ondeante cabellera dorada y lisa de quien aparentaba ser una fémina hizo su aparición. Sus grandes ojos de zafiro producían una abrumadora sensación de vértigo de manera casi instantánea. En cuanto quedó expuesta la parte inferior del cuerpo, se notaba un cambio en la tonalidad de las flamas. Desde el atlético abdomen hasta los diminutos pies de la dama, el fuego circundante era ambarino. Sin embargo, aquellas lengüetas ardientes no le producían dolor ni heridas de ningún tipo a su portadora, sino que parecían estar protegiéndola.

—Este el momento señalado para entregarte el control total del núcleo del lucero. ¡Te doy la bienvenida, Icai! —exclamó la extraterrena mujer, haciendo retumbar todo el lugar con su potente grito.

El repentino despertar del inmenso banco de memorias aletargadas obligó a Amadahy a dejarse caer de rodillas, mientras su boca abierta buscaba aire con desesperación. La identidad que hasta hacía unos momentos le resultaba casi foránea y, a la vez, demasiado familiar, por fin le fue revelada en su totalidad. Jamás había tenido una experiencia así de intimidante, pues ahora tenía dos conciencias independientes coexistiendo dentro de un solo organismo. Los pensamientos de Icai le llegaban con nitidez, tal y como si ella estuviese de pie a su lado. A pesar de que aquello le parecía invasivo e intimidante, al mismo tiempo comprendía a cabalidad la gran importancia de estar dispuesta a servir como hospedadora de la conciencia de la entidad estelar. En compañía de esos recuerdos, llegó también el conocimiento del sombrío panorama que se cernía sobre la Tierra. Recibió una clara visión de la terrible destrucción y las incontables muertes ocasionadas por Nahiara y su Legión de los Olvidados en la dimensión negra. No había ninguna otra alternativa más que ayudar en el cumplimiento de la vital misión de salvar al planeta.

Pacto de Fuego [Saga Forgotten #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora