Una liberación

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Nahiara sintió una espantosa punzada en la boca del estómago al percibir la energía proveniente del símbolo de los Tévatai. Ese maldito fuego que tanto la había atormentado desde su niñez estaba ahí de nuevo. Sus mensajeros no tardaron en presentarse ante ella para informarle acerca de aquella inesperada aparición. La terrible furia que la embargaba la impulsó a propinarles una potente bofetada a los sirvientes. Ninguno tenía la culpa de lo acontecido, lo sabía, pero el hecho de estar consciente del asunto no lograba que disminuyera en nada su mal humor. ¿Cómo era posible semejante aberración? ¿Era aquello obra de los mocosos en fuga? ¿Dónde diablos estaban escondiéndose? ¿Por qué Galatea no había podido determinar su ubicación, si el muchacho llevaba la poción rastreadora dentro de sí? Todas esas interrogantes sin respuesta le habían estado carcomiendo la cabeza segundo a segundo desde el momento en que se había producido la sorpresiva incursión de la Orankel en sus dominios.

¿Cuántos seres continuaban con vida después de la despiadada campaña de exterminio global por parte de los Olvidados? La emperatriz no podía negar su creciente intranquilidad en cuanto a la posibilidad de que existiese un grupo de rebeldes dispuesto a desafiar el poder de la oscuridad investido en ella. No dudaba de sus capacidades como hechicera ni de la efectividad de los guerreros bajo su mando. El asunto que la preocupaba en demasía era el hecho de haber sentido la presencia de las llamas de Raki y los Valaistu una vez más, las mismas flamas que tanto la habían lastimado hacía solo unos pocos días. De no haber sido por la oportuna intervención de su más fiel servidora, el daño podría haberse tornado en algo grave e irreparable. Por lo tanto, debía preparar una estrategia meticulosa para defenderse y acabar de una vez por todas con sus enemigos.

A raíz del incidente, la reina supo que no era un momento para confiarse. De inmediato convocó a Galatea y a los demás miembros importantes de su ejército. Les dio instrucciones detalladas acerca de las medidas a tomar con el fin de proteger Lutkyneva. Además, organizó varios equipos de espías a quienes se les encomendó la tarea de localizar el escondite de los fugitivos. La imponente emperatriz de los Olvidados no permitiría que su glorioso retorno siguiera siendo opacado. No volvería a cometer el error de retener a ningún prisionero vivo por más de veinticuatro horas. El riesgo de nuevos escapes se mantendría muy elevado mientras existiesen criaturas que se le opusieran. Por consiguiente, todo enemigo que cayese en sus manos enfrentaría una muerte dolorosa. Su autoridad no sería cuestionada nunca más.

Estando así las cosas, en la ciudad subterránea había un ser que le serviría como sujeto de pruebas. Cedric se convertiría en el señuelo perfecto para obligar a sus adversarios a salir del refugio en el cual se encontraban y encararla. Estaba segura de que los ridículos sentimientos por los cuales se dejaban conducir los humanos y algunas otras criaturas semejantes a ellos los impulsarían a defender al príncipe. La Nocturna anhelaba la llegada del momento triunfal para apagar la vida del Taikurime frente a las miradas impotentes de sus patéticos aliados. No pretendía perdonarlo por ningún motivo en absoluto. Por culpa de él, ella había perdido el acceso a una parte vital de las memorias de su difunta madre. No necesitaba más sirvientes, por lo cual se desharía del joven en cuanto pudiese. Y lo saborearía como nunca, viéndolo extinguirse lentamente.

Haciendo gala de sus impresionantes habilidades para generar todo tipo de encantamientos, Nahiara removió al sufriente mancebo del pétreo camastro en donde reposaba sin siquiera tocarlo. El cuerpo de Cedric fue manipulado por la oscura energía de la despiadada reina de Lutkyneva con pasmosa facilidad. Bastó con un ligero movimiento de su mano derecha para que el muchacho se elevara cual si fuese una simple marioneta. Estaba petrificado, a la espera de las nuevas excentricidades y crueldades por parte de la inmisericorde villana. Sus amplias cuencas teñidas de sombras y su inexpresivo semblante escondían por completo el torbellino de sufrimientos que se estaba gestando en el interior del príncipe. La débil esperanza que aún guardaba entre los resquicios de su alma ya casi se había desvanecido del todo.

Pacto de Fuego [Saga Forgotten #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora