Írviga sentía una extraña sensación de hormigueo en todo su cuerpo. Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que su agotado organismo recibía el inconfundible llamado del planeta. La inquebrantable conexión que aún tenía con los demás Jánaret siempre había estado presente en su interior, pero se había dormido durante varios siglos desde la separación forzosa a causa del castigo impuesto por la astuta Xirdis.
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Hubo numerosos momentos en que el cuarto guardián se sintió completamente derrotado y abandonado. Llegó a pensar que vagaría a través de la inmensidad de aquel vacío en absoluta soledad para siempre. La locura casi se había apoderado de su quebrantado espíritu cuando se produjo la llegada inesperada de una acompañante. Su aparición le había devuelto las fuerzas para asirse de la cordura y no rendirse.
La verdadera esencia de Månen no se había perdido durante la catástrofe. El protector todavía recordaba el funesto día en que había presenciado la decadencia de aquel cuerpo femenino con horror. Casi toda la energía de la muchacha había sido tomada para dividirla en las trescientas partes que luego les darían la vida a los despiadados entes conocidos como Nocturnos.
Sin embargo, el corazón de la chica había permanecido intacto y protegido por varios años hasta que recibió la llamada de Savaelu. El duque había logrado abrir el paso hacia la dimensión latente en donde se encontraba el guardián cautivo. Fue allí en donde el noble quiso resguardar el espíritu de la joven, pues llegaría el día en que aquella alma singular se convertiría en la mejor arma posible para luchar en contra de sí misma.
Solo el mismísimo Savaelu entendía a cabalidad lo elevado que había sido el precio a pagar por unificar, conservar y luego purificar el alma de Månen. La cantidad de sacrificios propios y ajenos que fueron hechos a cambio de ella podrían haber disuadido a cualquier otra criatura de siquiera intentarlos. Pero la voluntad de aquel ser de ascendencia estelar no podía ser quebrantada con facilidad. La fuerza del anhelo que albergaba en su interior lo impulsaba a continuar luchando sin descanso.
No lo asustaba la idea de morir en el intento, pues era aún peor permanecer vivo sin hacer nada, sintiendo el peso de la tristeza como una aguja en el corazón por una eternidad. Ningún otro ser se hubiese mostrado dispuesto a ofrecerse sin condiciones, muchos menos al verse en medio de circunstancias tan riesgosas. A pesar de todo, él estaba convencido de que todo aquello valdría la pena.
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El ritmo de los latidos en el pecho de Írviga se iba acelerando a medida que se aproximaba el momento de su liberación. La idea de volver a reunirse con sus hermanos lo alegraba en gran manera, pero dejar atrás a Månen, su amada luna, le producía pesar. ¿Por qué tenía que ser ella quien continuara expiando sus pecados? Después de todo, la calamidad había sido culpa suya por tomar un cuerpo humano y arrastrar consigo a una joven inocente solo para satisfacer su curiosidad. Ella no tenía razón alguna para ser castigada así y, sin embargo, ahí había estado por siglos, siempre junto a él, compartiendo una reclusión forzada.
—No te preocupes por lo que pueda sucederme. Sabes que voy a estar bien. Regresaré junto a ti cuando llegue el momento adecuado. Confía en Dahlia, en Savaelu y, sobre todo, en mí —declaró la voz de la dama de grandes ojos verdes.
—Estarás presente entre mis pensamientos a cada segundo, eso no lo dudes. Mis brazos esperarán durante todos los días que sea necesario para volver a estrecharte entre ellos —respondió el guardián, mientras le dedicaba una sonrisa llena de melancolía.
Unos pocos segundos después de esa breve despedida, una amplia espiral luminosa de tonalidad violácea comenzó a girar en medio de la dimensión escondida. Se trataba de la llamada para que el cuarto Jánaret fuese liberado de su cautiverio. Aquel santuario silencioso en donde había permanecido en su forma incorpórea ahora quedaría ocupado solamente por Månen, quien evitaría que colapsara. Además, la joven lo mantendría preparado para el día en que pudiera llevarse a cabo la fusión final, la cual restablecería la armonía planetaria perdida. Hasta entonces, la permanencia de la luna en ese sitio resultaba de carácter obligatorio, y ella lo entendía bien.
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Pacto de Fuego [Saga Forgotten #2]
FantasyLa consciencia de Dahlia se encuentra aprisionada en un lugar del cual es casi imposible regresar. Nadie ha salido ileso de allí. ¿Podrá ella liberarse? ¿Recuperará su cuerpo? ¿Seguirá siendo la misma chica de antes? Amadahy no tiene idea de lo que...