Grandes secretos

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La propuesta de la Tévatai renegada con respecto a la adición de oscuridad en la esencia de todas las especies diseñadas por su linaje era antiquísima. Se había dado un buen tiempo después de la creación de las diversas galaxias, los numerosos planetas y sus respectivos pobladores tan diversos entre sí. No obstante, Xirdis siempre había tenido una marcada inclinación subversiva que la impulsaba a ir en contra de las leyes establecidas por el resto de su estirpe. Un ingenioso plan de su invención logró mantenerse oculto por centurias. A través de aquella estrategia, una de las llaves para consumar sus deseos le sería otorgada sin problema alguno. Nadie podría sospechar o levantar acusaciones en su contra, pues no parecía haber violado ninguna de las normas de luz y armonía características de las razas celestiales.

Xirdis tenía a su cargo el diseño de cualquier tipo de planta, animal o elemento que se relacionase con los suelos terrestres. Se le concedió libertad total para decidir cuáles funciones cumplirían las extrañas criaturas subterráneas, tanto si salían a la superficie de la tierra como si permanecían resguardadas en las partes más recónditas de esta. Ella cumplía a cabalidad con dicha tarea de manera impecable. Los ciclos adecuados de las distintas cosechas jamás fallaban. Las lombrices y otros insectos similares mantenían la tierra en óptimas condiciones para el crecimiento y desarrollo de las plantas. La sombra de los grandes árboles protegía a las delicadas flores de la crudeza del clima. En otras palabras, no había una sola criatura que desatendiese la labor asignada por su ama ni alterase el orden natural.

Ningunos de los hermanos de aquella entidad celestial femenina hubiese imaginado que ella les estaba escondiendo, entre sus magníficas obras, a unos pequeños seres que resultarían ser una desgracia total. Las larvas de ciertas especies de escarabajos camuflaban una sustancia venenosa inodora e incolora dentro de sus cuerpos. Aquel líquido no parecía tener anomalía alguna y su toxicidad era indetectable para cualquiera que no fuese su propia creadora. Xirdis lo había preparado pensando en el futuro, pues este fluido le brindaría una increíble herramienta para obtener las riendas de los asuntos en el planeta. Unos inofensivos bichos sin raciocinio no serían tomados en cuenta al buscar a los culpables de la desgracia terrestre. Los frutos de la estratagema tardarían en llegar, pero lo harían con increíble esplendor...

Todos los Tévatai tenían el derecho de formular leyes para cada mundo en el cual interviniesen. Sin embargo, sus estatutos no podían ser antojadizos o crueles. Cualquier edicto debía tener una explicación racional que demostrase los beneficios de implementarlo. Los nuevos postulados eran sometidos a votación entre los participantes de las tareas creativas y solo se aprobaban si se llegaba a un acuerdo unánime. Cada uno de los hermanos sugirió varios decretos para la Tierra, pero la astuta dama estelar insurgente solo propuso uno. El único mandato que ella planteó aparentaba ser coherente y sus argumentos a favor del mismo sonaban convincentes. Por consiguiente, luego de una breve deliberación, la normativa había recibido la aprobación total.

—El principal objetivo de los Jánaret es mantener la paz entre las especies. Por lo tanto, sería inapropiado que se mezclaran en los ciclos vitales de las demás razas. Por ejemplo, si alguno de los vigilantes decidiera tener relaciones carnales con algún humano, un elfo u otra especie, los otros seres podrían sentirse menospreciados porque entes superiores nos los eligieron a ellos para tal acto íntimo. Eso daría pie a la envidia, las peleas y una potencial guerra global. Propongo que haya un castigo para nuestros guardianes si llegasen a desobedecer esta norma. Me parece justo que se les sancione con la desintegración total de su cuerpo y la eliminación de los recuerdos que los demás protectores y otras criaturas tengan de su existencia —declaró Xirdis, en tono solemne.

—¿No te parece demasiado severo ese castigo? Además, si nadie podrá recordar al ofensor, ¿cuál sería la utilidad de semejante acto? —inquirió Dálstori.

Pacto de Fuego [Saga Forgotten #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora