REUNIENDO AL CÍRCULO. SEGUNDA PARTE

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El resto de la mañana se ha hecho más pesada, debido en parte a una insoportable ola de calor que azota la localidad de Chance Harbor. Tras el último timbre, Cassie y Sally han dejado los libros que no van a utilizar en sendas taquillas, para a continuación ir al Boathouse.

Primer día de clase. El local está a rebosar de gente, muchos de los cuales en otras circunstancias tomarían sus refrescos en la enorme terraza de madera con vistas al mar, pero que hoy se refugian bajo los ventiladores y el aire acondicionado que parece emitir sus últimos estertores.

Sally acelera para coger sitio en una mesa, cuyos ocupantes se ponen en pie apurando sus botellines de fría cerveza.

—Vamos, Cassie, o tendremos que abrirnos paso en la barra —comenta mientras toma asiento en el confortable sillón.

—Buenos reflejos, Sally.

—Unos de los superpoderes que vienen con el cargo de delegada; debo tener mil ojos —bromea. Levanta y agita la mano hacia Ethan, que va de un lado para otro con la bandeja en la mano.

En ese momento entra por la puerta Adam, que debe sortear clientes para llegar hasta su padre.

—Hola. Veo que necesitas ayuda. Dejo las cosas y vengo en cinco minutos. —Señala la mochila con un movimiento de cabeza.

—Que sea en uno, hijo. Estamos hasta los topes.

—Te lo he dicho mil veces, necesitas un ayudante.

—Ya te tengo a ti —responde con una sonrisa cansada y acude a la llamada de una joven pareja.

—Uno que esté por elección propia —farfulla Adam.

Ya en la habitación que usan a modo de despacho, mira nervioso alrededor, echa a un lado la montaña de papeles que cubren la mesa y deja la bolsa de tela sobre ella.

Abre la cremallera, saca un par de libros y una vieja prenda de ropa que usa a modo de cobertor. Una vez fuera, toca un objeto cuya parte superior es redondeada. Mueve la mano, acaricia la superficie suave al tacto y siente un indescriptible poder corriendo por sus venas. La Calavera de Cristal le fue confiada por sus compañeros y amigos, que creyeron imposible que el bueno de Adam, el miembro incorruptible del círculo, cayese bajo su influjo. Pero las cosas no siempre salen como uno espera, ¿verdad?

Sus ojos azules se enturbian al contemplar el mágico objeto, la fusión de los cristales de las seis familias. Posa la otra mano sobre él y recibe una oleada de energía vibrante.

Levanta la cabeza hacia el techo  y se deja embargar por la magia que encierra la calavera, aceptando lo que le brinda. Cierra los párpados y un gemido emerge de sus labios. Es todo cuanto cree necesitar.

Dos golpes en la puerta lo sacan del trance. Tapa rápidamente el cristal y lo mete en esta ocasión en una bolsa de deporte. Echa un largo vistazo antes de cerrarla y esconderla tras un viejo mueble.

—¡Ya voy! —exclama, acudiendo a la llamada de Ethan, que necesita de su ayuda para mantener a flote el Boathouse.

—Y bueno, ¿qué hay entre tú y Conant? —pregunta Sally, que mira con picardía a Adam, que sale colocándose el delantal, dispuesto a servir mesas.

—Somos amigos, ya lo sabes —responde Cassie, fingiendo mirar la carta que ya se conoce de memoria.

—Aja... Y algo más —replica, riendo alegremente. La delegada de clase tiene la capacidad de iluminar hasta el día más oscuro con su buen ánimo. Es una chica alegre, entusiasta y trabajadora; lo que Amelia hubiese considerado una buena compañía. El único «pero» es su no vinculación con el mundo mágico. Cassie sabe que debe extremar las medidas si no quiere que la dulce Sally presencia algo que la traumatice de por vida. Estuvieron muy cerca en el suceso de la fiesta en el muelle, cuando Faye hizo de las suyas y la lanzó con el poder descontrolado contra las rocas. Por suerte, Dawn Chamberlain salvó la situación y Sally no hizo preguntas, aunque desde ese momento algo cambió en ella. Quizá no recuerda lo que pasó con claridad, pero el recelo la acompaña desde entonces. Sabe que algo extraño envuelve a Faye, pero no de qué se trata.

—Es complicado, en verdad...

—Señoritas, ¿qué va a ser? —pregunta Adam, de pie frente a ellas. Tamborilea con el bolígrafo en la libreta de notas.

—Un café con hielo para mí y para la melancólica de cabello rubio, ¿qué será, Cass? —inquiere, apoyando su barbilla en la mano.

—Lo mismo, Adam. Gracias.

—De nada —responde al darse la vuelta—. Por cierto, te veo luego. —Le dedica una amplia sonrisa.

Cuando se ha alejado lo suficiente, Sally la mira con una sonrisa divertida en el rostro y dice:

—Solo amigos, ¿eh?

Cassie le lanza una servilleta arrugada y ambas prorrumpen en carcajadas.

Diana llega a su casa y abre la puerta de entrada. Nada más entrar pega un brinco y deja caer las llaves, que impactan contra el suelo del hall.

—Hola, querida. Llegas a tiempo, he preparado una deliciosa comida: gazpacho español. Perfecto para combatir las altas temperaturas.

—Abuela, te quiero, pero por poco me da un infarto, ¿qué haces aquí a estas horas? —pregunta, soltando el aire y recogiendo las llaves para colocarlas en el aparador.

—¿No puedo venir a ver a mi nieta? —Se lleva una mano al pecho en un gesto tan elegante como ella.

—Por supuesto. Perdona, no quería sonar como si...En fin, disculpa. Gracias, abuela, me alegra verte. —Le da un suave abrazo y la besa en la mejilla, que huele a talco y flores.

Una vez se separan, caminan hacia la cocina.

—¿Y bien? , así que gazpacho español. Tendremos que probarlo, seguro que está delicioso. Dame unos minutos, dejo las cosas en la habitación y bajo en seguida.

Una vez arriba, ve la puerta del cuarto de su padre entreabierta.

—¡Diana, querida! —la llama Kate desde el piso inferior.

Ella, desoyendo a su abuela, se acerca haciendo crujir el parqué. El corazón le late desbocado y solo escucha su propia respiración, cada vez más agitada. Desde la noche del ferry no ha vuelto a verlo ni a saber de él, aunque su abuela jura y perjura que regresará, que necesita tiempo. Tampoco sabe cómo debe sentirse. Pensar en él le provoca migrañas. No es su padre biológico, pero siempre actuó como tal: la arropó cada noche, le dijo que todo saldría bien cuando las cosas se torcían, la llevó a pescar los fines de semana. Pero no olvida que también es un asesino, quien acabó con la vida de Amelia, la que además fuera su amiga de la adolescencia, ¿por qué, por poder? Se obliga a dejar esos pensamientos a un lado, los relega a un rincón de la mente donde no le causen tanto daño.

Finalmente, hace acopio de valor y abre la puerta. Se encuentra  con varias bolsas de equipaje.

Unos tacones suben por la escalera hasta llegar a su altura.

—Bueno, reservaba la noticia para los postres, pero te has adelantado. —Eleva ligeramente la comisura de sus labios pintados con carmín coral, que separa para continuar hablando—. Me quedo a vivir contigo —anuncia mientras frota el hombro de su nieta, que la observa sin saber qué decir.

Finalmente, la chica asiente con la cabeza y curva sus labios en una sonrisa.

—De acuerdo. Bienvenida.

Kate deshace el equipaje y se dispone a ordenar sus enseres entre la cómoda y el armario. Diana siente un nudo en el estómago al ver algunas de las pertenencias de su padre asomar  por los cajones. Debería sentirse inmensamente agradecida por el apoyo que le ofrece su abuela, pero lo cierto es que su idea para el curso era bien distinta. Ella estaba decidida a pasar más tiempo con Cassie, estrechar sus vínculos fraternales e incluso proponer que se mudara con ella o viceversa, pero ahora todo se complica. Desde que Kate la hechizase al descubrir su procedencia y revelar que la magia negra estaba latente en ella, intenta que no coincidan, evitando conflictos, pero si quiere respetar a su abuela y acortar distancias con Cassie, en el fondo sabe que es algo inevitable; el choque tendrá lugar tarde o temprano.

El Círculo Secreto: Legado (The Secret Circle - Temporada 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora