CAPÍTULO 3: REUNIÓN.

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  • Dedicado a Alexandra Manza
                                    

Una tormenta descarga furiosa el agua templada de las oscuras y pesadas nubes que cubren el cielo. Son los rescoldos del verano que da sus últimos coletazos.

Faye y Melissa entran a la carrera en la vieja casa que llevan un par de años utilizando para practicar principalmente la magia en el caso de la primera y elaborar pociones en el de  la segunda.

Melissa sacude su melena oscura, cuyo volumen ha caído bajo el peso del agua. Coge la camiseta por el dobladillo y la escurre; las gotas repiquetean en el viejo suelo que cruje a cada paso.

Los demás están ya arriba en los desgastados sillones, hablando de todo y nada a la vez. A sus oídos llegan palabras como «vacaciones» «distancia» «temor» y «ofensiva», diferentes entre sí, pero parte de una misma conversación que gira entorno a la separación del otrora círculo durante estos meses y el miedo a un ataque por parte de cuatro personas a las que ni siquiera pueden ponerles un maldito rostro de momento. Resulta  frustrante. Los pensamientos de Melissa viajan en una única dirección: Nick. Al ver el rincón donde ambos elaboraban sus ungüentos, remedios y sí, por qué no, alguna que otra droga experimental, le embarga la melancolía. El tiempo transcurre, mitigando el dolor de su pérdida, pero la cicatriz que ha dejado en su alma es tan profunda como la noche que se avecina.

Coge entre sus manos unas briznas de sándalo, que parecen haber perdido su aroma.

—Melissa, ¿estás bien? —pregunta Cassie, apoyando con suavidad su mano en el hombro de la chica, que parpadea y se gira lentamente, asintiendo con parsimonia.

—Sí. Por supuesto —asevera, acompañándola escaleras arriba. Su guarida necesitaría una nueva reparación, ya que las humedades están por todas partes y el aire penetra por los listones de madera, algunos de los cuales cuelgan precariamente de las ventanas.

—Entonces…—dice Faye, integrada ya en la conversación iniciada— esperas  que una bruja a la que encontraste gracias al listín de tu abuela nos ayude ¿es eso, o me dejo algo? —concluye, pasando el peso de una pierna a la otra, cruzándose de brazos y arqueando una ceja con marcada ironía en la voz.

—¿Tienes que ser siempre tan zorra? —replica Cassie, sin apartar la mirada.

—Sí. Es parte de mi encanto —responde, mordiéndose el labio inferior.

La rubia, que desde que revelase su enorme poder meses atrás se hiciese con el liderazgo, suelta el aire lentamente, controlando el poder que amenaza con desatar su furia contra Faye, que tiene el don de sacarla de sus casillas.

Las bombillas que penden del techo comienzan a parpadear, aumentando la intensidad de su fulgor repentinamente y explotando a la vez, sobresaltando al resto del grupo, que la observan con los ojos abiertos.

—Joder, tía, contrólate, ¿quieres? —espeta Faye, con un tono que se acerca más a la broma que al enfado.

—Eso intento —masculla entre dientes—. Y contestando a tu pregunta, sí, los conocimientos de esa mujer son determinantes —dice, sacando un paquete de su mochila y colocándolo sobre la mesa.

—Qué bien, ¿regalos?  —suelta Faye juntando las manos y poniendo los ojos en blanco. Cassie la fulmina con la mirada, a lo que ella responde frunciendo el ceño.

—La ayuda ha llegado —anuncia teatralmente, desembalando el objeto y dejando a la vista un tomo de menor groso del que esperaba. La cubierta es de tela en color marrón desvaído y las páginas están sujetas a las tapas con un cordel suave al tacto.

Todos contienen la respiración, expectantes. Diana se coloca al lado de Cassie, acariciando su espalda con la mano. Ella abre el libro por la primera página, y comienza a pasar una tras otra cada vez con mayor desasosiego, uno que da paso a la rabia.

—Genial. Simplemente genial. Esto es…

—Cierra el pico, Faye —le conmina Jake, sin sonar demasiado borde; sabe cómo se las haría pagar su chica y le gustan demasiado el sexo, la magia y sus preciosos y sonrosados labios.

—¿Qué ocurre? —Es la primera vez que Adam abre la boca. Es el que más alejado está del tomo y de la conversación. Parece abstraído en sus propios pensamientos. Durante todo el rato se ha mantenido a la escucha, atento de cuando en cuando a lo que decía el resto.

—No hay nada. NADA. Está en blanco —dice, girándolo hacia él, que levanta las cejas en un gesto de incredulidad.

—Uhm, quizá esté protegido —sugiere Faye esta vez sin rastro de mordacidad. Da un paso hacia el tablero de madera que sostiene el volumen y acaricia sus hojas de papel grueso y color crema.

—¿Un hechizo? —inquiere Melissa en voz alta.

—Nooo. Un candado —replica, soltando una risotada.

—Vete a la mierda —le suelta Mel, dándole un codazo—. Estaba pensando en alto.

—Pues…

—¡Basta! —exclama Cassie, haciendo que las bombillas supervivientes parpadeen frenéticas.

—Vale. Pero, por favor, déjalo ya. No pienso invertir toda mi paga en iluminar este mugriento caserón  —responde Faye, abriendo las manos haciendo tintinear las pulseras metálicas que rodean sus muñecas.

—Bueno, seguramente tengas razón y el libro esté hechizado, pero lo extraño es que la dueña no me había advertido de ello, ni a este le acompaña ninguna nota explicativa —explica Cassie, comenzando a dar vueltas, barajando varias posibilidades.

—Déjame ver —se ofrece Adam, colocándose frente a las páginas en blanco y tomando aire antes de decir—:          

Invoco a la magia en todo presente,

para que me asista y su poder me preste.

Que lo oculto a mi mirada sea revelado,

y el hechizo que este objeto custodia sea quebrantado.

Finos trazos de tinta oscura comienzan a aparecer en el papel y los seis chicos se inclinan hacia delante, esperando leer lo que aparezca en ellas, pero tan pronto como el efecto se inicia, concluye.

—Has estado a punto ¿qué ha sucedido? —inquiere Melissa, negando con la cabeza.

Diana da un paso al frente y los mira a todos, dejando que sus ojos castaños se encuentren con los iris azules de Cassie, viendo en ellos que ambas han dado con el problema en cuestión; lo que se temían desde que esa noche abrazaron la magia oscura de la calavera, rompiendo los lazos del círculo que formaban con sus amigos.

—Uno solo no puede levantar la protección, debemos hacerlo juntos… —dice, dejando la frase en el aire.

—¿Y cuál es el problema? No sería la primera vez —comenta Jake, introduciendo los dedos de sus manos en las trabillas del pantalón vaquero.

—Tenemos que cerrar el círculo nuevamente —concluye Cassie, a la vez que un relámpago, seguido de un trueno amedrentador, rasga el cielo encapotado.

El Círculo Secreto: Legado (The Secret Circle - Temporada 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora