El Círculo Secreto: Legado (The Secret Circle - Temporada 2)

CAPÍTULO 20: VERITAS VOS LIBERABIT

Lo prometido es deuda. He tardado pero aquí está: NUEVO CAPÍTULO. LAMENTO la tardanza, pero ando inmersa en la promoción de mi nueva novela YA EN AMAZON. Podéis leer el comienzo de ESPLENDOR en Wattpad y apoyarme haciéndoos con él para Kindle, pc, tablet o en papel.

Además también tengo ciertos asuntos personales ineludibles, y más escritos que debo concluir.

Me acuerdo de vosotros y de la historia, por lo que intentaré ir subiendo capítulos, aunque para ello deberé ponerme al día.

Deciros, como siempre, que agradezco vuestros VOTOS y COMENTARIOS, muy importantes para mí.

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—Siempre me ha encantado esta ciudad —dice Faye al bajar del coche frente al café más famoso del barrio francés de Nueva orleans. Las especialidades escritas con tiza blanca sobre la pizarra verde resultan tentadoras, pero tienen cosas que hacer. Habrá tiempo para degustar sus productos más tarde.

—¿Por el misticismo que encierra? —inquiere Adam cerrando la puerta del vehículo y poniéndose en camino, sorteando a un par de turistas que van cámara en mano.

—Me refería a la comida criolla, pero también por eso, Conant —responde poniéndose en marcha, colocándose la chaqueta de piel con una elegancia inherente en ella.

Faye ha pasado los últimos días aprovechando las salidas de su madre y rebuscando entre sus pertenencias hasta dar con una tarjeta, una pequeña cartulina con una dirección a varias calles de distancia de donde se encuentran. Atraviesan algunos de los lugares más emblemáticos de la zona, muchos de ellos reconstruidos tras el último huracán que devastó la ciudad, una tan pintoresca de día como peligrosa de noche. La magia  y las tradiciones se entremezclan con la pobreza y la delincuencia, una de sobras conocida pero ignorada por los guiris que, ignorantes, sucumben a las llamadas de falsas pitonisas y estafadores con sombrero de copa que terminan limpiando sus bolsillos en lugar de su karma.

Callejoneando y eludiendo a trileros, supuestos practicantes de vudú y rateros varios llegan finalmente a un antiguo edificio de dos plantas de cuya fachada pende un desgastado cartel con símbolos esotéricos. A Faye le cuesta imaginarse a su elitista madre entrando en un antro como ese, pero hay tantas cosas que todavía desconocen la una de la otra,

Ella y Adam intercambian una mirada y, acto seguido, abren la puerta haciendo chirriar los goznes.

—¿Estás segura de que es aquí?

—¿Acaso tu no? Joder, mira a tu alrededor, no creo que viniese aquí a comprar unos Manolo  Blahnik e edición limitada, Conant.

Dan un  par de pasos al frente, sobresaltándose al escuchar la hoja de madera cerrándose de golpe a sus espaldas; un viejo y reiterado truco de las ancianas que regentan el local. Deciden echar un vistazo a los productos que pueblan las estanterías, carcomidas y deterioradas: aromáticas hierbas exóticas, estrafalarios materiales en desuso y terroríficos utensilios de vudú se acumulan en un orden difícil de identificar, cubiertos por un manto de suciedad, polvo que se filtra por sus fosas nasales provocándoles un acceso de tos.

       Escuchan un tintineo.

—¿Hola? ¿Hay alguien? Contaré hasta tres y pediré la hoja de reclamaciones —canturrea Faye golpeando rítmicamente uno de los muebles con sus uñas maquilladas en modado.

Al otro lado del rústico mostrador ve un arco del que cuelga una cortina cuyas cuentas se bambolean, entrechocando entre sí.

Lo atraviesan sin esperar invitación y continúan hasta llegar a unas desgastadas escaleras descendentes que no dudan en seguir.