Capítulo 7: ELLA

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Escuchar que Jefferson había sido secuestrado nuevamente por Rumpelstiltskin hizo que su día empiece de la peor manera posible. Emma se sentía culpable. Ella no había querido que trasladen a Jefferson, y si lo trasladaban había querido acompañarlo. Pero por supuesto sus superiores no se lo permitieron. Emma se sentía furiosa y enojada. Rumpelstiltskin sacaba lo peor de ella. Ella quería hacer justicia y atraparlo para que pague por todos sus crímenes. Pero no podía hacerlo, ya que él nunca se equivocaba. Emma se sentía un completo fracaso. En la reunión con sus compañeros comprendió en el gran peligro al que todos estaban expuestos, y al que siempre iban a estar mientras ella este presente. Sintiendo gran desesperación e impotencia salió a la terraza para calmarse, sin importarle la lluvia. De hecho la lluvia la reconfortaba. Respiró el aire fresco y dejó que la lluvia limpie su dolor.

Emma no sabía cuanto tiempo había pasado en la terraza, pero cuando sintió pasos cerca suyo supo que Killian debía estar allí. Killian era el único que se animaría a ir por ella en una situación así, el resto de sus amigos en cambio respetaría su espacio. Emma quería sentirse enojada, pero cuando escuchó la voz preocupada de él y vio la sinceridad en sus ojos, sintió alivio. Impulsivamente se refugió en sus brazos, y allí encontró el lugar perfecto donde estar contenida. Estar en los brazos de Killian se sentía como un volver a casa. Sintió su perfume y la calidez que su cuerpo irradiaba, y lo besó. Lo besó apasionadamente, lo besó como había querido hacer desde el primer día que lo había conocido. Emma había pensado que besarlo haría que la tensión y atracción que sentía hacia Killian iba a desaparecer, pero se equivocó, resultó todo lo contrario. Besarlo resultó ser lo más mágico que le había pasado en su vida, nunca se había sentido tan completa besando a una persona. Cuando se separaron para poder respirar, Emma vio la mirada intensa de Killian y supo que él había sentido la conexión en el beso, y eso le dio miedo. Y cuando Emma tenía miedo corría, así que se escapó dejándolo solo en la terraza.

Incluso se fue también de la comisaría. Se fue a lo de David, ya que siempre que pasaba algún tipo de situación peligrosa se quedaba en su casa. Rumpeltiltskin la había llamado a su celular y eso significaba que de alguna manera la estaba vigilando. Emma siempre había sido conciente de que su vida estaba constantemente en peligro, pero cuando sucedían estas pequeñas cosas que se lo recordaban, era como un cachetazo diciéndole que no podía olvidarlo. Emma no podía olvidar que su pasado con Rumpeltiltskin hacía que la vida de su hijo, de sus amigos y de sus compañeros estuvieran en peligro. Emma fue a la habitación donde solía dormir cuando se quedaba en la casa de David y Mary Margaret, y se acostó en una de las camas. Se acostó y lloró hasta quedarse dormida. Lloró por los padres que había perdido, lloró por el miedo de perder a las personas que amaba, lloró por la impotencia que le daba no poder hacer nada, lloró por Jefferson. También lloró por Killian. Lloró porque su corazón estaba roto y eso la hacía creer que nadie se merecía amarla. Lloró porque tenía miedo de perderlo, aún cuando ni siquiera lo tenía. Lloró porque el amor solo le causaba dolor en su vida. Las personas que la amaban la abandonaban. ¿Y por qué siquiera pensaba en amor cuando se trataba de Killian Jones? Killian era un hombre sexy y con gran fama de mujeriego. Él podía tener a la mujer que quisiera. ¿Por qué habría de elegirla a ella? Ella no era ni tan hermosa, ni tan inteligente, ni tenía una buena personalidad. Ella no era nadie... Y si lo fuera, lo pondría en peligro por su caso con Rumpelstiltskin, así que era mejor ni pensarlo.

- Emma. – La llamó Mary Margaret sacudiéndola para despertarla. - ¿Estás bien? – Preguntó preocupada cuando la vio abrir los ojos.

- Si, solo me quede dormida. – Dijo Emma incorporándose y viendo que ahora en su cama se encontraba rodeada de sus amigas Mary Margaret, Regina y Ruby.

- Estás mojada. – Dijo Regina dando cuenta del estado de su ropa.

- Y tenes el maquillaje corrido, lo que indica que estuviste llorando. – Agregó Ruby a las observaciones del estado de Emma.

- Sabemos que lo que pasó con Jefferson es difícil para vos. – Dijo Mary Margaret intentando animarla a hablar.

- Lo es. – Asistió Emma acomodando su cabello detrás de sus orejas. - ¿Henry? – Preguntó cambiando el tema.

- Dormido, no lo quisimos traer antes a la habitación para no preocuparlo. – Informó Regina.

- Gracias. – Agradeció Emma débilmente.

- ¿Por qué no vas a darte una ducha y ponerte ropa seca, y luego cenamos? – Propuso Mary Margaret.

Emma siguió las indicaciones de sus amigas, se fue a dar una ducha de agua caliente para recomponerse y después se puso un pijama seco. Cuando volvió a la habitación vio a Henry durmiendo en la otra cama. Se acostó junto a él, le acarició la cabeza suavemente y deseó con todas sus fuerzas poder protegerlo siempre. Después de unos minutos se levantó y fue al comedor a unirse con sus amigas para cenar. Se sirvió una porción de pizza y se sentó en un lugar vacío. Se perdió en las conversaciones sin participar de ellas, solo escuchando y comiendo su pizza.

- Bueno, basta, hora de hablar. – Dijo Regina seriamente a Emma y sonó los dedos frente a su cara para hacerla reaccionar.

- ¡Regina! ¡No seas así, ella está sufriendo! – Protestó Mary Margaret ante la brusquedad de la otra.

- Justamente por eso, hablar le va a hacer bien. – Justificó Regina.

- Acá lo que importa es si ella quiere hablar. – Retrucó Ruby. – ¿Emma? – Preguntó volviéndose hacia su amiga.

- No lo sé, no hay nada de que hablar. – Dijo Emma dejando caer su cabeza sobre la mesa.

- Yo creo que hay mucho de que hablar. – Dijo Mary Margaret. - ¿Pasó algo más para que estés en éste estado? – Pidió saber presintiendo que no estaba solamente mal por lo de Jefferson.

- Killian. – Dijo Emma, como si el nombre de una persona explicaría los estados de humor en lo que uno se encontraba.

- ¿Qué te hizo? – Preguntó Ruby sospechosamente. – Pensé que se estaban llevando mejor. – Agregó.

- No me importa que sea amigo de Robin y de David, si llega a lastimarte, juro que lo mataré. – Amenazó Regina protectivamente.

- Nos besamos. – Confesó Emma después de un largo silencio.

- ¿Se besaron? – Preguntó Mary Margaret sorprendida.

- Mejor dicho lo besé. – Aclaró Emma.

- ¿Por qué? – Preguntó Regina.

- ¿No era que lo odiabas? – Preguntó Ruby.

- Nunca dije que lo odiaba, solo que la mayor parte del tiempo no puedo soportarlo, saca lo peor de mi. – Contestó Emma a modo de explicación.

- ¿Y por qué lo besaste? – Insistió Regina en saber lo que había causado el beso.

- No lo sé. – Respondió Emma dando un largo suspiro. – Estaba mal, y él estuvo ahí para contenerme. Se sintió bien que alguien me contenga y entonces lo besé. – Explicó algo insegura.

- ¿Y qué significó? – Preguntó Mary Margaret.

- Nada. – Contestó Emma rápidamente. – Le dije que fue un error, y me fui, lo deje solo. – Admitió avergonzada.

- Quizás sea hora de dejar de correr Emma. – Sugirió Ruby.

- Date una oportunidad, sal de tus murallas y comprueba si hay conexión entre ustedes. – Aconsejó Mary Margaret, siempre le daba consejos sobre romper las murallas que separaban su corazón del resto del mundo.

- Killian es buena persona y ha sufrido tanto como vos, quizás pueda entenderte. – La animó Regina poniendo su fe en Killian.

- Yo no lo sé, no sé si puedo tomar ese riesgo... - Dijo Emma con sinceridad sacudiendo su cabeza.

Sus amigas tenían razón en lo que le decían, pero ellas no sabían lo que era ser Emma. Ellas no sabían todas las inseguridades que Emma tenía en cuanto al amor. Todo lo que había pasado en su vida la hacía ser quien era. Perder a sus padres, el sistema de adopciones, el abandono de Neal, tener a Henry en prisión, ser madre joven y soltera, ser cazarrecompenzas, ser oficial de policía... y Rumpelstiltskin. La vida de ella y a de todo el que la rodeaba siempre iba a estar en peligro por Rumpelstiltskin. Tal vez le venía bien de excusa para seguir escapando de sus miedos, pero ella no podía dejar entrar en su vida a alguien si eso significaba ponerlo en peligro. Ya tenía suficiente con su hijo, con sus amigos y amigas. Lo mejor era no agregar a otra persona a la lista.

Breaking GlassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora