Capítulo 9: ELLA

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Emma no sabía porque había aceptado ir a una cita con Killian, es más, ni siquiera sabía como había podido ser ella quien lo había sugerido. Después da dar mil vueltas, finalmente decidió ponerse una solera que pensaba que era acorde para un recital. Ella se sorprendió de que él conociera sus gustos musicales, pero no lo cuestionó. En el auto aprovechó para verlo detalladamente. Killian era un hombre hermoso. Su cabello oscuro y desordenado le daba ganas de acariciarlo, sus ojos azules siempre tan intensos que le generaba la sensación de que podía ahogarse en ellos. Pensaba que en la cita iba a poder quitarse las dudas y miedos que tenía, pero solo lograron aumentar confundiéndola y poniéndola cada vez más nerviosa. Por suerte Killian lo notó y le propuso irse de allí. Por suerte no se enojó de los cambios de planes y aceptó que ella quiera hablar. La llevó a la costanera, y Emma se relajó porque el océano siempre le transmitía calma. Finalmente Emma decidió tomar coraje, y dejo salir hacia fuera todas sus preocupaciones. Killian fue sincero y eso le gustó, él le explicó con paciencia todo lo que ella pidió y necesitó.

- ¿Puedo ver la foto que tenes en tu celular? – Preguntó ella rompiendo el silencio.

- Claro. – Asistió él y le entregó su celular.

- Es... Increíble, nadie nunca había captado una foto así de mí. – Dijo ella sorprendida al verse tan feliz y natural en la foto.

- Me gustaría verte así de feliz más seguido. – Dijo él con sinceridad.

- A mi también. – Coincidió ella.

Estaba tan distraída mirando la foto, que no se dio cuenta de la cercanía de él hasta que unió sus labios con los de ella en un beso. El gesto la sorprendió, pero cuando reaccionó ante lo que estaba pasando correspondió él beso con gran intensidad. Este beso fue distinto al primero que habían tenido. El primero había sido apasionado y desesperado, lleno de descargas de dolor. Este, en cambio, era lento y cálido. Era una invitación, era un dejarse conocer. Era agradable y bienvenido, como un increíble descubrimiento. Besar a Killian era una magnifica experiencia, que estaba segura se podría convertir en uno de sus pasatiempos preferidos.

- Pensé tantas veces en besarte de está manera. – Dijo él descansando su frente contra la de ella, mientras recuperaba el aire.

- ¿Y cómo se compara con tu imaginación? – Preguntó ella saboreando el gusto que él había dejado en sus labios.

- La realidad no tiene comparación, la realidad es mejor. – Respondió él y se acercó para volver a besarla.

- Entonces... - Dijo ella deteniéndolo.

Cuando lo detuvo para que no pueda volver a besarla, sintió culpa al ver el dolor que lo invadió de repente. Emma pudo ver todas sus inseguridades y temores en ese momento. Emma tenía que recordar que Killian era una persona que también había sufrido mucho en su vida. Ambos tenían un pasado difícil, no solo ella. Emma no quería confundirlo, así que volvió a unir sus labios en otro beso para demostrarle que ella también quería seguir besándolo indefinidamente.

- ¿Ahora entendes que ésto no es un juego para mí? – Preguntó él después de haber compartido varios besos.

- Si, entiendo. – Asistió ella. – Tampoco es un juego para mí. – Aseguró. – Pero, ¿Podemos ir de a poco? – Pidió con cierto temor todavía presente en ella.

- Podemos ir al ritmo que quieres, mientras estemos juntos. – Dijo él con convicción.

- Bien. – Dijo ella con una sonrisa.

Una vez que estuvieron satisfechos del momento compartido, decidieron ir a cenar. Se sentaron en una mesa frente al mar a comer pasta. Killian le prestó su campera para que no sintiera frío. Cenaron tranquilos y aliviados, ya que habían podido aclarar todo. Después de cenar Killian la llevó a su casa y despidieron con un largo beso. Emma entró a su departamento y dejo caer su peso contra la puerta mientras pensaba asombrada en lo fantástica que había resultado la cita con Killian.

- ¿Y cómo les fue? – Preguntó Mary Margaret interrumpiendo sus pensamientos.

- ¿Estuvo bueno el festival? ¿Te llevó también a cenar? ¿Hubo beso? – Cuestionó Ruby.

- ¡Dios! ¡Son terribles! – Exclamó Emma riendo ante la insistencia de sus amigas. - ¿Saben que no hacía falta que las tres se queden a cuidar de Henry, no? Con una era más que suficiente. – Dijo dando un giro a la conversación.

- Tu estrategia de cambiar la centralidad del tema de la conversación no funciona con nosotras. – Advirtió Regina.

- Dale, contanos por favor. – Suplicó Ruby.

- Fue muy incómodo al principio, tanto que decidimos irnos del festival y fuimos a pasear por la costanera. – Dijo Emma uniéndose a sus amigas que estaban sentadas en los sillones.

- Por lo menos no te llevo a cenar desde un principio, eso si es incómodo. – Opinó Ruby.

- ¿Y cómo siguió todo? ¿Superaron la incomodidad? – Preguntó Mary Margaret con curiosidad.

- Hablamos y sorprendentemente eso fue bueno, pudimos conocernos mejor y romper la tensión que había. – Explicó Emma sin dar muchos detalles, pero recordando con una sonrisa todo lo que habían compartido.

- ¡Estás sonrojada! – Exclamó Regina.

- ¿Tuvieron sexo? – Preguntó Ruby.

- Nada de sexo, solamente nos besamos. – Respondió Emma.

- Debe haber sido realmente bueno para que te sonrojes de esa forma. – Dijo Regina divertida ante las reacciones de su amiga.

- Lo fue, creo que fue el mejor beso que he tenido en mucho tiempo. – Admitió Emma volviéndose a sonrojar.

- ¿Mejor que Walsh? – Preguntó Mary Margaret a modo de broma.

- Si ese tonto habría intentando siquiera besarme, lo habría lamentado. – Dijo Emma con seriedad, pero haciendo que sus amigas se rían.

Emma nunca había sido buena con las citas, ella no era de ese tipo de mujer que disfrutaba de conocer nuevas personas, de tener que exponerse. Pero con Killian había sido distinto. En un principio podría haber sido incómodo, pero esa incomodidad se debía a los miedos que ambos tenían acumulados. Una vez que soltaron sus preocupaciones, Emma pudo disfrutar de la cita. Emma pudo ser ella misma, y eso fue una de las cosas que más le gusto, Killian parecía aceptarla tal cual era. La cita fue casi perfecta. De hecho fue la mejor cita que había tenido en su vida, no que fuera a admitirlo.

- ¿Así que tu cita fue bien? – Preguntó Henry cuando Emma entró a saludarlo.

- Pensé que estabas dormido. – Dijo Emma sorprendida de que su hijo este despierto.

- Me alegra que te haya ido bien. – Dijo Henry con una gran sonrisa.

- Henry... - Comenzó a decir Emma.

- Mamá vos te mereces ser feliz. – La interrumpió Henry. – No todos los hombres van a ser como papá, no todos los hombres te van a abandonar. – Le recordó.

- Lo sé – Asistió Emma. - ¿Por qué sos tan inteligente? – Preguntó despeinándole el cabello afectuosamente.

- Porque soy tu hijo. – Respondió Henry.

- Henry aún si no tengo novio, ni soy buena cuando se trata de mi vida amorosa, quiero que sepas que soy feliz. Vos me haces feliz. – Dijo Emma con sinceridad.

- Y vos me haces feliz a mí mamá. – Dijo Henry.

Esa era la verdad, su hijo la hacía feliz desde el momento en que llegó a su vida. No había sido planeado, y había llegado en el momento menos esperado y más complicado. Pero Henry llenó su vida de luz. Su hijo era inteligente, y tenía razón. No todos los hombres eran como Neal. Y Killian no era para nada parecido a Neal. Killian sabía lo que era perder a alguien que amaba, y al conocer ese dolor no iba a exponer a alguien a eso, al menos no intencionalmente. Emma podía sentir como su corazón comenzaba a abrirse, queriendo dejar entrar a Killian en su vida. Iba a ser difícil y tenía miedo, pero quería intentarlo. Killian le había devuelto las ganas de querer volver a intentarlo.

Breaking GlassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora