Capítulo 17: ÉL

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(Rated M)

Escuchar que Emma lo amaba fue lo más fantástico que escuchó en toda tu vida. Por supuesto que ya lo sabía, porque ella se lo había estado demostrando con cada una de las acciones que hacía. Pero escucharla finalmente confesarle que lo amaba lo hizo explotar de felicidad. Así que la besó, la besó con pasión. La besó y se perdió completamente en ella. De a poco se fueron moviendo, y la acorraló contra la pared para poder hacer que sus cuerpos queden lo más juntos posibles. Le besó el cuello y pasó su mano por debajo de su remera para poder sentir su piel.

En cierto momento necesitaron recuperar el aire, así que dejaron de besarse y disfrutaron de sentir sus respiraciones agitadas manteniendo sus frentes juntas. Killian la tenía totalmente atrapada contra la pared, pero a pesar de eso ella parecía estar relajada y cómoda, como si eso fuera algo que vendrían haciendo desde hace mucho tiempo. Killian se moría de ganas de estar con ella, de avanzar en su relación en ese sentido. Pero antes de poder hacerlo necesitaba asegurarse de que ella quería lo mismo, de que ella estaba lista para eso.

- Killian. – Llamó ella su nombre agarrando la camisa de él para evitar que se separe de ella.

- Emma. – Lo imitó ella dejando que sus cuerpos vuelvan a unirse. – Estoy intentando ser un caballero, pero si seguimos así no voy a poder controlarme. – Explicó con calma.

- No quiero que te controles. – Admitió ella sonrojándose.

- ¿Estás segura? – Preguntó él dándole la oportunidad de repensarlo.

- Nunca estuve más segura de nada en mi vida. – Respondió ella. – Te amo. – Volvió a confesar.

- Yo también te amo. – Dijo él con una gran sonrisa.

- Entonces, hazme el amor Killian. – Pidió ella.

Eso fue todo lo que Killian necesitó escuchar para poder seguir haciendo lo que quería y deseaba. La agarró en sus brazos, la llevó a su habitación, y la acostó en su cama. Le quito la ropa y descubrió cada parte de su cuerpo. Acarició cada centímetro de su piel y besó cada lugar que estuvo al alcance de su boca. Emma correspondió con la misma efusividad, recorriendo también cada parte del cuerpo de él. Se tomaron el tiempo que quisieron para conocerse, probarse, sentirse, y saborearse. Lo hicieron hasta que la tensión fue demasiada, y necesitaron unir sus cuerpos en uno solo. Estar dentro de Emma fue la sensación más perfecta del mundo. Nunca nadie lo había hecho sentir tan completo, pero allí uniendo su cuerpo con el de ella finalmente sintió que había encontrado su lugar ideal.

Emma se quedó dormida con la cabeza en su pecho, y él aprovecho para observarla. La miró absolutamente maravillado, porque esa mujer le había hecho experimentar cosas que jamás pensó posibles. Esa era la primera vez que se había enamorado de alguien antes de tener relaciones sexuales. Con Millah, se enamoró tiempo después de que se conocieran de esa manera. Y con las demás mujeres, solo había tenido relaciones sexuales. Pero con Emma todo fue distinto, todo tuvo otro significado y otro sentido. Porque Emma había logrado desnudar su alma primero, y Killian también lo había logrado con ella. Primero habían desnudado sus almas, se habían conectado, se habían elegido, y finalmente se habían amado. Y ahora, todo eso acababan de transmitirlo con sus cuerpos. ¿Había algo más mágico que eso? ¿Había algo más significativo que dos personas que se amaban intentaran unirse en una sola? Killian se durmió con una gran sonrisa, sintiendo la calidez del cuerpo de Emma, y respirando su exquisito perfume.

A la mañana, cuando se despertó, Emma seguía dormida. Disfrutó nuevamente de tenerla y poder verla en ese estado de calma. Miró su pecho levantarse y hundirse, al ritmo de su respiración. Miró su cabello dorado todo despeinado, pero aún así luciendo perfecto. Contempló las pequeñas pecas que tenía en sus mejillas y sus brazos. Después de varios minutos no se pudo contener más, y empezó a acariciar su cuerpo.

- ¿Qué estás haciendo? – Preguntó ella con la voz ronca.

- Te estoy dando el saludo de buen día. – Respondió él acariciándole el estómago.

- Es demasiado temprano todavía. – Se quejó ella.

- No eres una persona muy de mañana, ¿No? – Dijo él llevando su mano hacia los perfectos pechos de ella.

- No si puedo evitarlo. – Dijo ella intentando controlar los gemidos.

- ¿No crees que hay actividades más interesantes que podemos hacer en una cama? – Preguntó él pícaramente.

- ¡Dios mío! ¡Eres incorregible! – Protestó ella riendo.

Si, él era incorregible e insaciable porque era adicto a ella. Pero ella también era adicta a él. Sin darle tiempo a reaccionar, ella se colocó encima de él. Verla a Emma tomando control de la situación con tanta pasión era un fascinante espectáculo. Ella unió sus cuerpos en un solo movimiento y ambos gruñeron por la brusquedad. Una vez que se acostumbraron a estar dentro del otro, se hundieron en un vaivén desesperado donde sus cuerpos se unían y desunían para volverse a unir con más fuerza, hasta que ambos llegaron al clímax.

- Buen día. – Dijo él con una sonrisa, una vez que se recuperaron de la apasionada sesión.

- Buen día. – Dijo ella y dejó un beso en el corazón de él. - ¿Satisfecho con las actividades que realizamos en tu cama? – Preguntó seductoramente.

- Más que satisfecho. – Asistió él jugando con el cabello de ella. – Me encantaría seguir con la sesión, pero ¿Qué te parece si desayunamos? – Propuso después de comprobar como su estómago se estaba quejando del hambre.

- Me parece una gran idea. – Concordó ella.

Killian se puso un pantalón, y Emma se puso un bóxer y una remera de él. Verla así de sexy, vistiendo sus ropas, le dio ganas de volver a hacerle el amor apasionadamente hasta que grite su nombre. Pero se aguantó las ganas, ya que de verdad tenía hambre. La agarró de la mano y la guió hacia la cocina. Encendieron la radio y empezaron a preparar el desayuno, cuando de repente sonó el timbre llamando su atención. Killian dejó a Emma continuar con los preparativos del desayuno y fue a abrir la puerta.

Al abrir la puerta encontró a su hermano y a su cuñada. Los miró sorprendido por un largo instante. ¿Qué hacían allí? Ellos solían caerle de visita en su casa sin previo aviso, pero ese definitivamente no era el momento adecuado para dejar que eso ocurra. Era la primera vez que había tenido intimidad con Emma, y no quería dejar que nada los interrumpa, ni lo arruine.

- ¿Qué hacen acá? – Preguntó Killian sorprendido.

- Vinimos a a verte. – Respondió Liam.

- Trajimos el desayuno. – Agregó Elsa entrando a la casa con una bolsa en la mano. – Tus panqueques favoritos. – Informó con una sonrisa.

- Ehhh, no sé si es una buena idea. – Dijo Killian despeinando su cabello para calmar sus nervios.

- ¿Por qué no? – Preguntó Liam sintiéndose molesto. – Ya estamos acá y con comida, así que no tenes excusas. – Justificó su postura.

- ¿Y? ¿Quién era? – Cuestionó Emma entrando al comedor.

- Hola Emma. – Saludaron Liam y Elsa al mismo tiempo, ambos sonriendo al comprobar cuál había sido el motivo por el que Killian había estado tan inseguro en dejarlos pasar.

- Hola. – Saludó Emma tímidamente, sonrojándose de que la vean en ese estado.

- ¿Ya está el desayuno? – Preguntó Killian.

- Si. – Asistió Emma.

- Bien, como verán tengo compañía, así que... - Dijo él volviéndose hacia su hermano y su cuñada.

- Ni se te ocurra echarnos. – Lo interrumpió Elsa. – Desayunaremos todos juntos, lo que ustedes hicieron más los panqueques. – Dijo decidida.

- De acuerdo. – Aceptó Killian al ver que Emma asistía a modo de aprobación. – Entonces, si nos disculpan, lo mejor es que nos pongamos presentables. – Dijo agarrando la mano de Emma.

Killian agarró la mano de Emma y la llevó nuevamente a su habitación. Se disculpó por la interrupción, pero ella calló sus disculpas con un beso. Después de compartir un par de besos, ambos se cambiaron con la ropa que llevaban el día anterior, y fueron a la cocina a desayunar con Liam y Elsa.

Breaking GlassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora