CAPÍTULO 21

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Por alguna extraña razón, cuando llegue a mi edificio, no pude pasar del lobby y me quedé dormido en uno de los sillones. Desperté alrededor de las seis de la mañana, por suerte, ya que no me hubiera gustado que alguien me hubiera visto durmiendo en medio del lobby. Cuando me levanté del sillón, después de limpiarme la saliva y tratar de secar la que cayó en el sillón, quise agradecer a las personas que trabajaban ahí por no decirme nada y por haberme dejado dormir. Aún me resultaba extraño y creo que fue por qué me tomaron una foto infraganti. ¿Cómo lo supe? Una de las jóvenes que trabajaban ahí le enseño una foto al botones y comenzaron a reírse y logré escuchar que alguien decía algo sobre un chico durmiendo. En fin, no le di tanta importancia, en especial porque aún tenía mucho sueño y quería subir al apartamento para dormir.
Abrí la puerta de mi apartamento para encontrarle algo diferente. Eran los mismos muebles, la misma puerta de cristal que dirigía a la terraza, la misma cocina, las misma escaleras, mi misma habitación; todo seguía igual. Pero había algo diferente, sentí como si fuera un deja vú.
Me arrojé al sillón más grande de la sala. Me puse a pensar en todo lo que había pasado. Era sábado, un sábado cualquiera; como cualquier otro de mis días. Era un sábado como en el que Melanny organizó un reencuentro y me llamó preguntando por Mary Lynn; un sábado como en el que todo dio un gran giro inesperado. Y, en esos momentos, era como si en realidad nada hubiera pasado. Como si el reencuentro no hubiera ocurrido, como si Mary Lynn no hubiera venido conmigo y no hubieran ocurrido todos esos grandes momentos con ella...
Sólo había algo diferente: mi corazón estaba roto y la extrañaba demasiado.
Comencé a dar puñetazos al sillón, casi le sacaba el relleno. Comencé a gritar y a derramar lagrimas. Me coloqué boca abajo para tratar de ahogar el sonido de mis gritos y para que las lágrimas fueran absorbidas, no paraba de golpear al sillón. Después, todo cesó, daba respiros rápidos y luego lentos, como cuando un bebé deja de llorar, comienza a beber de su biberón y se queda profundamente dormido. Así estaba yo. Pero, antes de lograr dormirme, unos fuertes golpes se escucharon en la puerta.
A duras penas me levante del sillón y comencé a limpiarme la nariz y los ojos con la manga de la camisa. Traté de llegar rápido a la puerta, pero era difícil y no sabía porque. Ya después que estuve frente a la puerta, abrí y vi a la persona que menos esperaba: Monique.
No estoy de humor para esto, pensé, pero tenía que ser cortés.
-¿Qué se le ofrece?-pregunté lo más amable que pude, pero al salir de mi boca soné algo molesto.
-Bueno, mi esposo y yo íbamos al recital de mi hija y no quería dejar a Colty solo, así que quería ver si lo podías cuidar. No es tan necesario, en caso de que no quieras-me explicó Monique sujetando a Colty entre sus brazos.
Lucía más grande de lo que recordaba cuando lo había cuidado por última vez. En realidad, no quería cuidar al perro, pero no había porque no hacerlo. Además su compañía podría servirme de algo.
-Sí, está bien...-decía mientras Monique me pasaba al ahora gran perro.
-¡Muchas gracias! En serio, no se como pagártelo-dijo Monique muy contenta y agradecida.
-En efectivo no sería mala idea-dije bromeando.
-¡Oh, claro!-se disculpaba.-Bueno, ya me tengo que ir. Hasta luego, nos vemos pronto Colty.
Me dirigí a la sala y comienzo a acomodar al sillón que hacía unos momentos había desacomodado y llenado de lágrimas. Antes de que me volteara para irme a otra parte, Colty ya estaba sobre el sillón que acaba de acomodar y estaba con la lengua hacia afuera. No se sí para ese entonces ya estaba demasiado nostálgico para mantener la cordura, pero podría jurar que aquel perro me estaba mirando a los ojos como si me quisiera decir algo. En seguida sacudí la cabeza para volver a la realidad.
Colty, baja de ahí!-grité, pero el perro seguía ahí.-Si no bajas de ahí, te juro que...
Y ahí estaba yo, hablando con un perro...otra vez. ¿Qué le estaba pasando a mi vida? ¿A mi cabeza? ¿A mi cerebro? No lo sabía, estaba algo ido. Era como si no me importara no una simple acción que realizaba. Simplemente era una rutina que era algo común realizar, pero ya no tenía sentido. Nada tenía sentido.
Colty agachó la cabeza de lado y soltó un gemido. Pareciera que me preguntaba: ¿que tienes? Vaya que necesitaba un psicólogo. Sin embargo, quizás eso faltaba, alguien o algo con quien desahogarme.
-¿Qué tengo?-devolví la pregunta al perro mientras me sentaba a su lado y acariciaba su lomo. Nunca me habían gustado los perros, de hecho les tenía miedo. Eso era un gran avance.-Pues, es una larga historia...Enfoqué gran parte de mi vida a una chica, y ella se fue. Ahora no tengo nada, es como si...
Fue entonces cuando lo entendí. Le había dado una gran parte de mi a Mary Lynn, y al momento en el que se fue, también lo hice yo. Me perdí. Necesitaba hacer algo para recuperar esa parte. Para ser yo mismo de nuevo. Para descubrir quien es en realidad Patrick Toster: ¿a qué vino al mundo? ¿Porqué seguía vivo? ¿Debería haber renunciado a mi empleo?
Si, eso era justo lo que iba a hacer. Tomé el teléfono, llamé a Adolf y le dije que renunciaba. Él, en seguida, comenzó a cuestionarme. Yo sólo le dije que era porque no me daban vacaciones, lo cual era algo irónico, ya que Adolf había estado rogándome porque pidiera unas lo antes posible. En fin, agarré a Colty y, cargado, lo lleve a una tienda para perros y comprarle una correa para llevarlo a caminar y pasear.
Al momento en que llegamos a un parque, supe que había sido una mala idea. El perro se soltó a correr y me estuvo casi arrastrando durante media hora. Tuve suerte que de haya querido detenerse a orinar, y después a hacer del dos, lo cual tuve que limpiar yo. Sin embargo, me puse a pensar en que si yo fuera un perro y viviera encerrado TODO el día, en especial con Monique, vaya que me echaría a correr. Así que por unos momentos lo comprendí, hasta que dejó de hacer sus necesidades y volvió a echarse a correr.
Ya iba de camino al apartamento cuando me topé con Melanny. Lucía algo diferente. Su peinado seguía igual. Aún tenía grandes cachetes y su muy largo cabello. Estaba igual de delgada... ¿Qué le había ocurrido a su estómago? Pobre, estaba engordando. Eso fue lo primero que pensé.
—Hola, Pat—me saludó.
—Hola, ¿qué hay de nuevo?—pregunté. No es que lo quisiera saber, pero tenía que ser cortés.
—Pues no mucho... Pero ha sido una suerte encontrarte, tengo que darte esto—decía mientras sacaba una pequeña tarjeta de cartón y me la entregaba.
—¿Qué es esto?—estaba algo extrañado.
—Mi invitación para la boda—dijo algo emocionada. Creo que hice una expresión algo negativa, porque después siguió diciendo algo para convencerme (obligarme) a ir.—Te conozco desde hace muchos años. Así que tú, al igual que Elliot y George, tienes que ir.
Sabía que tendría que ir, si no solo estaría con George y... Mi cabeza se detuvo, ¿dijo Elliot? Al escuchar ese nombre, lo único que pude pensar fue en que Mary Lynn y el estarían juntos y tendría que estar con ellos. Estaba en un proceso de recuperación, asistir a esa boda no sería lo mejor que podía hacer.
—Espera, ¿qué?
—Pat, tienes que ir—dijo algo sería.—Además, en el ensayo de la boda, les daré un gran anuncio a ustedes tres.
Sólo suspiré y me dije a mí mismo que nada podía ser peor. Además, creí que ya sabía cuál sería la noticia. Ya sabía porque la veía algo diferente. Además no podía perderme un gran momento en la vida de mi mejor amiga de hace muchos años. Ya eran más de quince años de conocernos. Sólo debería relajarme y aceptar todo durante un par de días: el ensayo y el día de la boda. Me dije a mí mismo que lo lograría. Así que, preguntado algo, acepté ir.
—¿Cuándo, dónde y a qué hora tengo que estar?

Estrellas ColapsandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora