Capítulo 14

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Una vez abordamos el carro, me quedé dormida entre los brazos de Daniel, me sentía emocionalmente cansada, las últimas semanas habían sido difíciles y sabía que en el pueblo debía estar sucediendo una tragedia, aunque no literalmente, en estos momentos Enrique, Carmen y hasta quizás Roger debían estar enterados de que me había ido con Daniel, desde que había hablado con mi mama mi teléfono había estado apagado, no quería saber de nadie ni mucho menos escuchar lo que "era mejor para mi".

-Princesa – escuche la lejana voz de Daniel – princesa, mi amor.

-Mmm

-Estamos en Villa Nueva – sentí sus manos en mi cabello – despierta, amor.

Abrí los ojos y me encontré con la maravillosa mirada de Daniel, en efecto estábamos en la terminal y los pasajeros ya estaba bajando del carro – ¿hace cuanto llegamos?

-Hace unos cinco minutos – se acerco a mi – jamás me cansaría de verte dormir. – me beso tiernamente.

-Debemos bajar. – sonreí al ver que ya no quedaba nadie.

-Vamos. – se levantó de su asiento y extiendo su mano hacia mi, bajamos del autobús y caminamos por el terminal, este era mucho más grande que Jipi, habían tiendas de ropa y cafeterías.

-¿Te gusta? – Daniel me miro al ver como yo recorría la vista por todo el lugar.

-Es precioso.

-Acompáñame al banco y después podremos comprar ropa para ti.

-Y ¿para ti?

-Yo jamás saque la ropa de mi departamento, tengo todo ahí – sonrío – vamos.

-¿Como así tienes dinero en el banco, Daniel?

-Por mis ahorros, cuando huí de aquí no tuve tiempo de nada, todo el dinero guardado esta allá – salimos al estacionamiento de taxis – así que ahora vamos a sacar algo de efectivo.

Subimos en el taxi que lideraba la fila y este le dio la dirección del banco, esta ciudad era muy diferente a mi pequeño pueblo, todo era más grande y todos andaban en carro, me sentía maravillada.

No describiré todo lo que pasábamos en el banco así que me saltare esa hora para contarles cuando llegamos al departamento, era precioso, amplio, con las paredes de color blanco y un sillón que jugaba con la decoración, el departamento de cualquier soltero, muy arreglado solo que vestido de polvo por el tiempo que había transcurrido, en la mesa de centro reposaba una caja de pizzas y reí al ver como Daniel la sacaba pensado que no la había notado – menos mal y te comiste toda la pizza – bromee.

-Tendré que llamar a un servicio de limpieza para que deje todo esto como nuevo.

-Podríamos hacerlo ambos.

-No – se acerco a mi - no quiero que tu hagas nada de esto, saldremos a comer y después a comprar ropa y en la noche que regresemos ya todo estará listo.

-Perfecto – sonreí – ese plan me gusta más.

-¿Me regalas un beso, Ángeles Reese?

-Todo los que quiera, señor Mendoza. – termine con la distancia y lleve mis manos a su rostro, ese rostro que había admirado por tanto tiempo y ese rostro que había deseado tocar, me incline y mis labios rozaron los suyos, no lo bese inmediatamente, fui muy despacio, sentí sus labios cálidos como siempre quise hacerlo y levemente mordí el inferior.

Sonrió y sus manos se apoderaron de mi cintura – esta muy juguetona, princesa – esta vez fue el quien mordió mi labio superior y después empezó a besarme, de manera vivaz como el sabía hacerlo, sus labios jugueteaban con los míos y su lengua pidió permiso, accedí y busque su lengua con la mía ¡que bien se sentían esos besos! El tenía el honor de esos primeros besos, el estaba haciendo que en mi se despertarán unas sensaciones hasta ahora sólo conocidas por las descripciones de Karol.

ME ENAMORÉ DE TIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora