Posó despacio la nevera y el sombrero en la mesita del salón, abrió la nevera y sacó la cadena de margaritas y el vino. Esquivando las margaritas se fue a la cocina a abrir la botella. Si no lo hacía entonces dudaba poder hacerlo más adelante. Con la cadena de margaritas metida en un brazo, la botella en una mano y dos copas en la otra, siguió el reguero de margaritas.
Se había preparado a sí mismo para una tentadora imagen de _____ tendida en la cama y con poca ropa encima, pero la escena que ella había creado lo dejó sin aliento. La sangre le martilleó en las sienes al contemplar la fantasía de todo hombre: una virgen encerrada en un burdel.
Unas cortinas de terciopelo rojo y las bombillas rojas daban un ambiente de pecaminoso placer. Sus guantes de piel esperaban en una mesilla y en la otra una bandeja de comida que podría haber sido sacada de una orgía romana: tomates enanos, melocotones aterciopelados, espárragos helados y racimos de uvas maduras.
Fuera por la fruta o por alguna fragancia exótica que _____ hubiera añadido, la habitación ya olía a sexo y una suave música de fondo sonaba en el estéreo. Había colocado espejos enmarcados con pañuelos en distintos ángulos y todos reflejaban la pieza central de la habitación, una cama cubierta de virginal satén blanco con una montaña de cojines de satén de todas las formas y tamaños.
Reclinada sobre aquel nido había una mujer a la que Martijn apenas reconocía. Aunque las diminutas tiras de satén blanco que cubrían sus senos parecían inexistentes, conseguían resaltar su escote, donde la perla descansaba en su suave valle. Deslizó la mirada hacia el liguero y las bragas que definían su feminidad en formas que él ni siquiera hubiera imaginado posibles. Los ligueros sujetaban unas medias blancas con perlas y encaje en el borde. Lo último que asimiló fue que _____, una mujer que siempre usaba zapatos de deporte o botas bien usadas, tenía unas sandalias blancas de tacón alto.
_____esbozó una lenta sonrisa.
- ¿Qué piensas?
- Yo no ... -tragó saliva-. No creo que esto se trate de pensar.
- Cierto -miró a su cremallera-. Pero he conseguido la reacción que quería. ¿Quieres... quitarte esa ropa? Parece un poco... apretada.
- Hum, Sí.
Bajó la vista y vio que todavía llevaba la botella, las copas y las margaritas, pero tenía el cerebro tan abotargado, que no sabía dónde ponerlo. Ya era un milagro que no se le hubiera derramado el vino en la moqueta.
_____extendió los dos brazos.
- Yo sujetaré la botella y las margaritas. Puedo servir el vino si quieres mientras te desnudas.
Martijn la miró con los dos brazos extendidos y tuvo el impulso de tirar todo lo que llevaba en las manos y unirse a ella al instante en aquella tentadora cama. Gimió con suavidad y agitó la cabeza para despejarse. Necesitaba hasta el último ápice de control del que dispusiera para conseguir la lenta seducción que había planeado.
- ¿Te pasa algo? -preguntó ella.
- Sólo que me has dejado sin aliento y estoy haciendo un esfuerzo por recuperarme.
- ¿De verdad que he hecho eso?
- Sí, de verdad -le pasó la botella y los vasos y cuando los posó al lado de la bandeja, le dio la corona de margaritas-. Normalmente soy más educado cuando entro en la habitación de una dama con vino y flores y se las doy sin esperar a que me las pidan.
- ¡Oh! -_____ sonrió y se puso la cadena alrededor del cuello. Bordearon sus senos como una mano atrayendo la atención a la provocativa redondez que sobresalía del diminuto sujetador que llevaba-. ¿Cómo me quedan?
- Más excitantes de lo que había imaginado.
Ella lo miró a los ojos con los suyos cargados de intensidad.
- Es excitante, ¿verdad? Nosotros dos y... todo esto. ¿Quién lo hubiera imaginado?
- Desde luego no yo.
_____ miró el vino.
- Los libros dicen que el alcohol adormece placer sexual.
- Pensé que necesitarías relajarte un poco -se rió-. Pero quizá lo necesite yo más que tú. No pareces nada nerviosa.