- ¿Quieres saber lo que yo soñé? -como él no respondió, _____ sonrió-. Lo tomaré como un sí.
Habíamos ido una noche de verano a comprar un helado a Creamy Cone. El mío se estaba derritiendo por el camino y tú te habías olvidado de la servilletas como siempre.
- No siempre.
- Casi siempre. De todas formas, yo me manché y no quería ir a casa así, así que decidiste que la única solución era que me lamieras el helado. Como por arte de magia aparecimos en la orilla del río y estábamos sentados en la arena de nuestro rincón favorito. Tú empezaste a limpiarme como un gato y entonces... empezaste a besarme en vez de chuparme y... me desnudaste... -se preguntó cuántos detalles más debería incluir, pero se sentía deshonesta si no lo contaba todo-. Me besaste los senos y yo te dije que me sorprendía que quisieras hacer eso. Y entonces, cuando por fin íbamos... bueno, me desperté.
Tenía el corazón desbocado cuando terminó de contar el sueño y recordó exactamente lo que había sentido en aquel sueño, toda ardiente y fundida como el mismo helado. Desde luego, estaba con el estado de ánimo adecuado para un beso. Y para más de un beso. Martijn paró la furgoneta y apagó las luces y el motor.
- ¡Vaya sueño!
- Ahora cuéntame el tuyo
- Quizá más tarde.
- ¿Se parecía en algo al mío?
- No.
El silencio se fue haciendo más intenso. El aire acondicionado estaba apagado, pero el calor exterior no había penetrado en el coche. El calor que _____ sentía venía de dentro de ella y estaba a punto de hacer algo, pero no sabía si debía ser Martijn el que diera el primer paso. Por el rabillo del ojo lo vio mirando al vacío. Parecía hipnotizado. Al final decidió decir algo.
- ¿Y ahora qué?
- Dame un minuto. Después, pondremos la manta en la parte trasera.
- ¿Te sientes mal o algo así?
- No, me siento excitado.
- ¿De verdad? -miró a sus pantalones, pero estaba demasiado oscuro-. Bien. ¿Ha sido mí sueño lo que te ha excitado?
- Claro. Pero probablemente ya sabrías lo que pasaría después de lo que has leído sobre las fantasías.
- No, no lo sabía -se sentía encantada consigo misma-. Me preguntaba si te reirías.
Martijn lanzó un gemido.
- Supongo que no me conoces tan bien como crees, entonces.
- Entonces... ¿realmente me deseas ahora?
Martijn volvió la vista hacia ella.
- Sí. De verdad. Vaya sorpresa, ¿verdad?
- ¡Oh, Martin! -se llevó la mano al corazón-. ¡Eso me hace sentirme tan bien!
Él esbozó una lenta sonrisa.
- Supongo que esto no va a ser tan difícil como pensábamos.
Ella le devolvió la sonrisa.
- Supongo que no. ¿Quieres que ponga la manta en la parte trasera y te espere?
Martijn inspiró con fuerza.
- Ya estoy bien. Espera aquí.
- Saldré a ayudarte.
- No quiero que pises una serpiente con esas sandalias.
- ¡He vivido aquí toda mi vida, Martijn! -dijo agarrando la manta-. Desde luego qué sé mirar bien antes de salir de un vehículo por la noche en medio de ninguna parte.
- ¡Eh! -Martijn se volvió para mirarla-. ¿Es que no puedes actuar de tímida mujercita unos minutos para darle a un chico la oportunidad de ser el macho valiente?. Es bueno para su ego.
- ¡Oh! -sonrió y cerró la puerta de nuevo -. De acuerdo, pero creo que es una tontería.
Él sacudió la cabeza.