- Yo no diría eso. Y alguien tiene que cuidar del rancho. Ya noté el invierno pasado que mis padres cada vez están más torpes.
- ¿Les has insinuado alguna vez que no querías hacerte cargo?- Es que sí quiero hacerme cargo. Han luchado mucho por levantar ese negocio y mantenerlo. Se morirían si tuvieran que venderlo a unos desconocidos cuando ya no pudieran trabajar -la miró a los ojos-. Si tú fueras hija única, ¿te irías a Nueva York?
_____ estaba a punto de decir que sí cuando vaciló.
- Probablemente no. Es una suerte que mis hermanos quieran quedarse aquí para toda la vida -dirigió una mirada de simpatía a Martijn-. Puedes venir a verme cuando quieras. Te enseñaré Nueva York a fondo.
- Gracias. Quizá te tome la palabra.
- Podríamos pasarlo de maravilla. Iremos a lo alto del Empire State, a la Estatua de la Libertad, a Central Park y a Times Square. Prométeme que irás a verme, Martijn. ¡Sería maravilloso!
- De acuerdo. Te lo prometo.
El corazón se le encogió al pensar lo bien que lo pasarían para después tener que regresar y dejarla allí.
- Me siento mucho mejor sabiendo que vendrás a verme. Supongo que siempre he soñado ver esas cosas contigo. Hasta puede que espere a que vayas para hacer algo de turismo. Así lo veremos juntos por primera vez. Y hasta podríamos ir a un restaurante caro al menos una vez y...
- No pienso llevarte a un restaurante caro a menos que comas algo más que ahora.
_____ miró a su plato y agarró el tenedor.- Supongo que estoy distraída. No puedo pensar en otra cosa que en mi viaje y en prepararme para él -alzó la vista hacia él-. Martin, sé que crees que estoy loca por querer hacer eso antes de irme.
- No, no estás loca.
Martijn posó el tenedor y dejó de intentar comer.
Dios, estaba preciosa. No bonita, atractiva o pasable, sino preciosa. Nunca se lo había admitido a sí mismo antes, pero probablemente siempre lo hubiera sabido a un nivel inconsciente.
- ¿Entonces lo entiendes?
- Sí:
_____ lanzó un suspiro de alivio.
- Gracias a Dios. Me preguntaba cómo podría convencerte.
- Ya estoy convencido.
- ¿Entonces vas a ayudarme? ¿Buscarás a alguien y me lo presentarás?
Quizá Martijn hubiera sabido todo el tiempo lo que tenía que hacer o quizá sólo hubiera necesitado tiempo para asimilar la verdad. Pero ahora no podía verlo de otra forma. Era peligroso, extremadamente peligroso y había muchas cosas en juego. Sin embargo, era la única respuesta y él era lo bastante hombre como para cargar con las consecuencias.
Inspiró con fuerza.
- No tengo que buscar a nadie. Ya sé quién lo hará.
- ¿Lo sabes? -los ojos le chispearon y se sonrojó-. ¿Quién?
- Yo.
_____ dio un respingo y se llevó la mano a los labios. Se sentía como si le hubieran echado un jarro de agua hirviendo por encima. Oh, Dios. Martijn. ¿Cómo podía hacerlo? La imaginación se le desbordó con la idea incapaz de asimilarla todavía. El corazón le latía tan aprisa que creyó que él podría oírlo. Martijn, ¡Qué delicioso! ¡Qué imposible! ¡Qué atemorizante y adorable a la vez!
- A menos que tú no me quieras.
_____ ya tenía problemas para respirar cuanto más para hablar.
- Yo... yo...
- No me parecerá mal si no quieres. Puede que yo no sea lo que... deseas.
- Yo... tengo que pensarlo.
- Claro.
Aunque estaba aturdida, sintió la vulnerabilidad de él.
- Me siento honrada.
- ¿Honrada?
- De que siquiera hayas considerado... que estés dispuesto...
- Mejor yo que nadie que se me ocurra.
- ¿Es... -se frotó los ojos-. ¿Es tanto sacrificio entonces?
Ante su carcajada, _____ abrió los ojos.
- ¿Estás de broma? -la miró asombrado-. Si corro la palabra de que estás dispuesta, la cola de hombres fuera de tu casa llegaría hasta el Nugget.
- ¿Eso crees?
Martijn nunca le había hecho un cumplido tan extravagante acerca de su atractivo sexual. Ahora que lo pensaba, ni siquiera le había dicho nunca ningún cumplido.
- Puedes escoger tú misma. No tienes por que cargar conmigo. Sólo pensaba...
- Que me sentiría más cómoda contigo. Gracias, Mart. Y probablemente sea verdad. En cuanto me recupere del sobresalto...
- Tómate tu tiempo.
- ¿No cambiarás de idea?
Él sacudió la cabeza.
- ¿Y qué hay de mis hermanos?
- No voy a decir que no vaya a ser difícil, pero hemos guardado secretos antes. Supongo que podremos hacerlo de nuevo.
_____ nunca había estado tan impresionada con nadie en su vida.
- No me merezco un amigo tan bueno.
Martijn esbozó una sonrisa de soslayo.
- No me valores tanto. No creas que va a ser el peor trabajo que he hecho en mi vida.
- O sea que... ¿crees que podríamos divertirnos?
- Al menos yo podría conseguirlo.
_____ se reclinó hacia atrás y se abanicó con la mano.
- ¡Uau! Eso me ha desequilibrado -lo miró recién afeitado-. ¿Lo habías decidido antes de cambiarte y ducharte?
- No, la verdad es que no tenía ni idea de lo que iba a decir cuando llegué. Fue mientras estábamos hablando cuando pensé que era la única solución posible.
- La razón por la que te lo he preguntado es que, considerando que estás recién duchado, quizá hayas pensado que pudiéramos... eh... -se sentía increíblemente tímida-, encargarnos de ello.
Martijn tosió para aclararse la garganta.
- ¿Es eso lo que quieres?
_____ no podía controlar su pulso desbocado.
- No lo sé. Comprendo que esto es mi plan, pero no me siento dispuesta ahora mismo.
- Tengo una sugerencia.
_____ tragó saliva. Era el hombre más sexy que había visto en toda su vida. ¿Cómo no se habría fijado en todos aquellos años?
- De acuerdo.
Martijn bajó la voz y se inclinó hacia adelante mirándola con sus ojos grises nublados ahora.
- Quizá necesitemos practicar. Podríamos dar un paseo en coche, aparcar en algún lado y ver cómo sale. Y para quitarle tensión, podríamos acordar no llegar hasta el final la primera vez.
Estaba tan cerca de ella, que su aliento le acariciaba la cara y, cuando lo miró a los ojos, el corazón se le desbocó de tal manera, que creyó que podría darle un ataque. Aquel era un Martijn al que nunca había visto antes.