Abrió la puerta de su apartamento; faltaba poco para que oscureciera y mucho para que el agotamiento abandonara su cuerpo. Se sentó en el mueble de la espaciosa sala, era viernes y lo único que quería hacer era dormir la más larga siesta que haya podido tener en su vida, estaba durmiendo pocas horas y el estrés que llevaba cargando hace más de una semana había superado el tope. En sí, tuvo una buena semana, donde había cumplido con cada uno de sus deberes como estudiante universitaria. Solo que debía sumarle dos dificultades, lo primero es que su exnovio Christofer estuvo llamándola durante esa semana ebrio para decirle cuanto la amaba y que regresará con él. Y el segundo, pero más importante, Thiago el hombre de los ojos azules, había dejado de seguirla, de pedirle que saliera con él. Es más, ya había pasado una semana desde que lo había tratado mal, y en todos esos días el se encargo muy bien, de ignorarla absurda y completamente.
Tres días atrás, estaba en su hora de almuerzo charlando con sus compañeros de semestre, miro por el rabillo del ojo y noto que alguien se acercaba en su dirección, en seguida reparo que era él, Thiago, así que empezó a sonreír como tonta «Que vergüenza». Pensó al recordar. Efectivamente, él si pasó por su lado, claro que lo hizo, solo que de largo para saludar a varios de sus amigos y sin mirarla, como si ella fuera invisible y no lo supiera. en que momento sus amigos eras amigos de él. Eso solo le podía pasar a ella. Y sin ser suficiente todo, en toda la semana, escucho comentarios como:
"Que ella ya se había acostado con él, y por eso es que ahora ni le dirigía la mirada."
"Que ahora, muchas mujeres iban a utilizar la misma táctica de ella."
"Que Thiago, simplemente se había cansado de rogarle."
Como se atrevían a decir cosas como esas, y además, estaba muy interesada en saber cual era esa tal táctica que ella empleaba, ya que no sabía que tener respeto por si misma era una especie de método para tener a los hombres detrás de ti.
En el momento, que estaba dispuesta para recostarse y tomar su apreciada siesta, escucho un ruido proveniente de la cocina. Se encamino con sigilo hacia el lugar, solo esperaba que allí no se encontrara a ningún ladrón. Se poso en un lateral de la nevera tratando de esconder su cuerpo, y cuando se sintió segura asomo la cabeza.
— ¿Leim? —Susurró. Indudablemente era ella, su hermana, que estaba agachada tomando con cuidado los pequeños trozos de los platos que había dejado caer al suelo—¡Leim! —La nombró. Pero la joven estaba concentrada escuchando música con sus audífonos como para escucharla— ¡Leim! —Le gritó muy fuerte Aria.
—¡Ay! —Gritó, la morena saltando asustada—, Ari, ¿qué te pasa? —Le dijo, llevándose las manos al pecho—. Me has pegado un susto tremendo —se quita los audífonos de las orejas. Aria le sonrie con alegría.
Kalleim, era una mujer de piel morena y estatura alta. Su cabello y ojos eran del mismo color, negro. Tenía largas y crespas pestañas, nariz chata, labios voluminosos, y un cuerpo atlético. Llevaba puesto unos shorts de algodón, una blusa básica y unas sandalias.
—Kalleim, ¿qué haces aquí? —Le pregunta, entusiasmada de verla allí. Hacía más de cuatro meses que no la veía en persona. La mujer dio la vuelta por la isla de la cocina ya que no quería pisar los pequeños trozos de cerámica. Cuando llegó al lado de su hermana, la abrazo cálidamente.
Aria la había conocido en un viaje que había realizado con sus padres a África oriental, más exactamente a Gondar una ciudad de Etiopia. Caminaban por las atestadas calles llenas de tiendas, comprando objetos que pudieran llevar a casa como recuerdo de su viaje. En un descuido de Irene, su madre, Aria se soltó del agarre, corriendo hacia un mercado que estaba repleto de dijes artesanales de diversos colores y materiales. La pequeña entusiasmada se montó en burro de madera, tratando de atrapar con sus manitos el collar más precioso que había visto. Como la silla estaba desnivelada, esto produjo que cayera al suelo dándose un golpe. Cuando estaba preparada para llorar, una chiquilla la ayudo a levantarse y con sus flacuchas manos, la limpio. "qayshadaanuma", no llores, le dijo en su idioma natal.

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Solo Ella ©
RomanceAria y Thiago, son dos personas demasiado diferentes para encajar en el mundo del otro. Ella fuerte físicamente, pero frágil por dentro. Él, duro como una roca y sin miedo a destruir el corazón de cualquier mujer. Algo en común, ambos habían sido en...