Sentado en medio de la sala de estar, Thiago recordaba a su padre antes de que la enfermedad extinguiera su luz. Era un gran hombre, tan respetuoso y cariñoso con su familia, tan comprensivo. Recordaba como él siempre llegaba a casa con algún detalle para sus tres mujeres y su pequeño hijo. Siempre les emocionaba el saber cuál sería el próximo detalle, o por lo menos a Thiago lo inquietaba. Podía ser un dulce, frutas, algún juguete, rosas para su madre; pero él nunca llegaba a casa con las manos vacías.
Antes de que su padre muriera, vivían en una vieja casa que les había dejado su abuelo como herencia, toda la familia se reunía en la sala para ver la televisión. Con menos de seis años, Thiago se hacía en medio de sus dos progenitores al ver como se miraban tan profundamente, como si el uno y el otro supieran el secreto de la vida. Les preguntaba a ambos, porque se miraban así y ellos respondían con una mirada cómplice: "Nos amamos".
Cuando estaba muy pequeño y meses antes de que su padre muriera, su hermana Antonia había encontrado una hermosa roca en el jardín, y el realmente, realmente quería aquella piedra, pero su hermana no se la prestaba. Así que cogió con sus manitas el cabello de Antonia y jalo con toda la fuerza que su cuerpecito podía. Inmediatamente su padre llegó para ver lo que estaba sucediendo, le preguntó a Antonia que había pasado y ella respondió entre sollozos e hipidos:
—Thiago... me, me ha jalado el cabello, papi. —Dijó la pequeña.
Tomo a la pequeña y la sentó en un mueble que se hallaba en aquel lugar, y la consoló.
—Ya amor mío, no llores más. Yo veo que es lo que te ha hecho Santhiago —miro con seriedad al pequeño, que seguidamente empezó a llorar.
—Es que ella no me ha querido mostrar la pieila —gritó el pequeñín.
—Ya hablaremos de eso. —Lo miro de nuevo con seriedad. Y el niño continúo llorando sin decir nada—. Muéstrame, ¿qué te ha hecho? —Le preguntó a su hija. La pequeña señaló con su mano la parte trasera de su cabeza. Su padre le sobo el cabello tratando de desenrédale algunos nudos que se le habían formado—. No llores más mi corazón, esto no volverá a suceder. Ve y dile a mamá que te dé de los dulces que he traído—. La niña asintió y salió corriendo hacía la cocina.
Mientras tanto, Thiago se hallaba sentado y no le daba la cara a su padre, la vergüenza no lo dejaba. Sabía bien que había hecho algo muy malo.
— ¿Por qué has hecho eso Santhiago? ¿Acaso es eso, lo que tú madre y yo te hemos enseñado? —Él pequeño no decía nada. —Ven aquí. —Lo llamó Marco, palmeando el pequeño espacio que había a su lado. Thiago se puso de pie, sentándose al lado de su padre—. ¿Por qué lo has hecho? —Lo cuestionó.
—Es que ella no me ha querido prestar la pieila papi —respondió con sollozos.
— ¿Y tú se la has pedido de buena manera? —Indagó su padre. El niño agacho la cabeza sin responder—. ¿Ves? Si le hubieras pedido a tu hermana que si te hacía el favor de mostrarte aquella piedra, ella lo hubiera hecho, pero ha sido lo contrario y la has lastimado. ¿Es que no amas y respetas a tú hermana? —Lo resprendió.
—Sí, papi.
— ¿Y a ti a caso te gustaría que yo le hiciera lo mismo a tú mami?
—No, papi.
—Entonces por eso jamás puedes volver a hacerlo Thiago. Te contaré un secreto, las mujeres son delicadas, son como una pequeña porcelana que debes de tener cuidado, porque si las lastimas puedes dañar por completo su corazón. En vez de hacer eso, hay que amarlas y respetarlas; llenarlas de besos y abrazos; de pequeños detalles. Para ser sincero —lo miro con seriedad—, acabas de destrozar el corazón de tú hermana Antonia —él niño lo miró asustado y empezó a hacer pucheros—, y no estoy muy seguro que te disculpe.
Thiago empezó a llorar, se sentía tan mal, por haber lastimado el corazón de su hermana.
—Pero si vas y le pides disculpas a tú hermana —repusó Marco—, y le prometes que jamás volverás hacerlo ni con ella, ni con nadie más, tal vez lo haga. No sé, deberías de intentarlo. —Lo animó su padre.
Thiago le sonrió a la nada, extrañaba a su padre y también a ella. No entendía que le pasaba con esta mujer, ¿qué era lo que la hacía tan diferente a todas? ¿Por qué lo inquietaba de aquella manera? ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella? Lo estaba volviendo loco, se desconocía totalmente. La necesitaba allí con él, necesitaba oler su aroma, abrazarla, besarla. El solo hecho de imaginarla con alguien más, tocándola, deseándola, lo desquiciaba por completo.
Toda esa semana le había enviado frutas, rosas, pequeñas fragancias que le recordaban a ella pero no se había atrevido a enfrentarla, prefería verla desde lejos irradiando esa luz y esa energía tan pura que tenía ella, pero sentado solo, en esa sala, sabía que quería disfrutar de su compañía y así, sin más, llamo a alguien que sabía que lo ayudaría.
¡Hola a todos! He regresado con un nuevo capítulo que espero les guste.
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Les quiere, Sky Dawn. ♥
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Solo Ella ©
RomanceAria y Thiago, son dos personas demasiado diferentes para encajar en el mundo del otro. Ella fuerte físicamente, pero frágil por dentro. Él, duro como una roca y sin miedo a destruir el corazón de cualquier mujer. Algo en común, ambos habían sido en...