Capítulo 18

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Te odio, Amor mío


___ POV.


Me retiré frustrada de la piscina, no podía creer que Ross se estuviese comportando tan.... no sé, ¿maldito?. Él solía ser tan tierno, tan amable, dispuesto a mi siempre... y me lo habían cambiado por éste amigo sexy e insensible a mis encantos.

Yo, al contrario de él, no era indiferente a sus atributos. Eso que se le había ocurrido de andar desnudo a todas horas era como un suplicio para mí. En más de una oportunidad me daban ganas de lanzarme encima, pero no podía dejar de cumplir mi palabra.... seríamos amigos. Yo misma lo dije. No podía ser tan débil... ¿o sí?

Subí a mi habitación y me saqué el bikini. Maldito, había ganado la apuesta sólo porque ni me esforcé en ganar, pues pensé que se le ocurriría algo bastante más sexy que ponerme de cocinera... al parecer, yo no le causaba ningún efecto. Pues eso estaba por verse, si él jugaba yo también podría.

Decidí ponerme algo de ropa más reveladora. No tenía mucha, desde que había decidido cambiar mi guardarropa, extrañé algunas de mis prendas más picantes, que hubiesen sido especiales para este momento... pero siempre existen las tijeras... así que tomé una falda y le di varios cortes hasta dejarla apropiada en lo largo, luego tomé una de mis blusas y decidí amarrármela sobre la cintura, para dejar ver algo más de piel. No quise usar zapatos, pues no tenía nada que ponerme que fuese sexy... quizá descalza era lo mejor. Me sequé el cabello y luego lo peine. Estaba punto de salir cuando escuché unos golpes en la puerta.

- ___-escuché que decía la inconfundible voz de Ross.

- Adelante -dije.

Lo vi pasar y quedé pasmada. Es que no era concebible que se viese siempre tan sexy, ya fuese vestido o sin vestir. Llevaba unos jeans y estaba sin nada en la parte de arriba, sólo traía la toalla sobre su hombro y el cabello húmedo, revuelto, que le caía sobre uno de sus ojos y lo hacía ver más apetecible. "Calma ___, tú eres la que debe ponerlo nervioso, no al revés" pensé.

Me volví hacia él y le sonreí. Esperaba ver que me dijese algo respecto a mi atuendo o al menos una reacción, pero lo que hiso fue lo último que imaginé.

- ¿Y ésas pintas ___? -preguntó algo molesto - No pensarás cocinar así ¿verdad?

- ¿Qué tiene de malo? -dije haciéndome la inocente y mostrando más las piernas.

- Pues pareces una golfa de barrio -rió el muy imbécil- Te queda mejor la otra ropa, además te puedes quemar con tanta piel expuesta.

Lo miré entre perpleja y furiosa. ¿Qué fue lo que me dijo?

-Deja los disfraces y vístete con algo normal -me dijo - yo estaré abajo y te esperaré para decirte lo que quiero que hagas.

Me enfurecí. ¿Quién mierda se creía?

- No pienso hacer nada.

Pues yo creo que si lo harás. -dijo él, cruzándose de brazos.

- ¿Sí? -dije yo desafiante - ¡Pues oblígame idiota!

- No te conviene hacer esto ___-me advirtió.

- No te tengo miedo -le gruñí mientras me volvía para seguir cepillándome el cabello.

- Está bien, tú te lo buscaste. Luego no te quejes.

Lo vi pasar rápidamente a mi habitación y buscar entre varias gavetas, hasta que dio con lo que buscaba.

- Qué hermosa ropa -murmuró acariciando la ropa interior de encaje - se ve muy cara... ¿te gusta?-preguntó mirándome.

- Me encanta -le dije confundida- siempre me ha gustado la ropa interior de ése tipo.

- Mmmm -dijo él, oliéndola- pues es una pena.

- ¿Qué es una pena? -dije, con algo de temor.

- Que te vayas a quedar sin nada que ponerte.

Y dicho esto, salió con toda mi ropa interior y lencería francesa de la habitación, dejándome de una pieza.

Pero después reaccioné y corrí detrás de él.

- ¿Qué piensas hacer con eso?-le chillé - Es mío ¿Escuchaste? Y no te permito que...

- ¡Tú te callas! -me gritó, cortándome- si no quieres cooperar, entonces te obligaré.

- ¡Tú no me haces callar! -le grité de vuelta, enfurecida.

- ¡Chillona y malcriada! -me gritó - ya verás lo que hago con tu linda ropa.

Lo vi poner mi ropa en el patio, amontonada sobre el césped. Luego, no sé de dónde, sacó una lata de un líquido maloliente que identifiqué como gasolina.

- No te atreverías - le dije al ver sus intenciones.

- Pues mírame -me dijo, mientras lanzaba el líquido sobre la ropa y luego encendía el fósforo.

Y lo hizo. El muy maldito quemó toda mi ropa interior, y todavía era capaz de reírse. Estúpido cretino. Esto no se quedaría así.

- ¡Eres un pendejo de mierda! -le chillé furiosa- ¿Quién mierda te crees?

- Por ahora soy tu dueño -me dijo sonriente- así que deja de revelarte o te irá peor.

- ¡Tú no me mandas, cretino! -le chillé y salí de ahí furiosa, pero antes de que pudiera dar tres pasos, ya me había tomado por la cintura.

- ¡Suéltame imbécil! -grité.

- La gatita está furiosa -rió - ya te quitaré yo ese mal genio.

Y dicho esto, me tomó y me puso sobre su hombro con facilidad, a pesar de mis pataleos y chillidos.

- ¡No! -grite casi sofocada- ¡Déjame!

- ¡No! -dijo él, severo- ahora aprenderás modales.

Y me llevó de nuevo al baño, donde sin mucho cuidado, volvió a meterme a la ducha fría, para mi asombro y enojo.

- ¡A ver si se te pasa lo chillona! -rió mirándome.

Yo apenas hablaba, temblando por el agua fría y demasiado furiosa para emitir alguna sílaba. Nadie nunca me había tratado así. Y por una vez, no supe que contestar.

- Como amigo tuyo que soy estoy en la obligación de decirte que debes mejorar tu genio -me dijo serio- o te traerá muchos problemas. Sirve ser dócil de vez en cuando.

- Está bien -bufé bajo el agua fría.

- Muy bien -dijo satisfecho- ahora  te cambiarás de ropa y me irás a cocinar algo, esclava -rió él.

-Lo haré- dije yo, vencida, pero muy furiosa aún.

- Así me gusta... linda chica -murmuro, dejándome en el baño.

- Pendejo -musité antes de que se fuera. Lastima que me escuchó.

-Creo que no me has entendido bien-me dijo, volviendo- tendremos que hacer algo con esa boca sucia tuya.

Y me saco de la ducha, todavía con ropa, y me llevó a mi habitación.

Si haría lo que yo esperaba, esto me iba a gustar. Aunque, claro, con Ross últimamente no se sabía.

Me llevó a mi habitación y me dejó caer con violencia sobre la cama. Lo miré extasiada, esperando un beso o sentir su cuerpo sobre el mío. Pero no. Me llevé una sorpresa.

Se sentó a mi lado y con fuerza me puso sobre sus rodillas, quitándome la falda mojada de un sólo tirón. Gemí en expectativa, pero no hiso lo que yo esperaba.

Me puso como se ponen a las nenas chiquitas y dejó mis nalgas al descubierto, mientras, para mi asombro, me daba un fuerte golpe con la palma abierta.

- ¡Ay! -chillé yo, espantada- ¿Qué haces?

- Te enseño modales, chiquilla tonta -me dijo.

Y comenzó a darme nalgadas con firmeza, haciéndome chillar de dolor.

- ¿Quién es tu amo?- gritaba Ross demasiado serio como para ser una broma.

- ¡Estás loco! - chillé en respuesta.

- Mala chica -dijo de nuevo y volvió a darme nalgadas.

- ¡No! -grite - ¡Ross, detente por favor!

- No hasta que me pidas perdón y me prometas ser buena chica -dijo con voz ronca.

- ¡No pienso hacer eso, vete al diablo pendejo! -le grité.

- Como quieras -contestó.

Lo próximo que sentí fue una suave caricia, que contrastó con los golpes anteriores. Mi piel vibró ante el contacto y se me escapó un suspiro.

Pero duró muy poco, luego otra vez una nalgada me hiso bufar de ira.

- ¡Ay!-chillé de nuevo.

- Di que lo sientes -murmuró Ross, bajo.

- ¡No! -grité furiosa.

Otra nalgada más, y otra. Tenía el trasero adolorido y ya quería que parase.

- ¿Y lo dirás? -preguntó él - puedo seguir así toda la noche -dijo con voz sedosa.

- Está bien... lo siento -gemí frustrada.

- ¿Serás buena chica? -me preguntó acariciando mis nalgas.

- Sí, lo seré -dije yo, cansada.

Ross me soltó y me puso sobre la cama, y comenzó a quitarme la ropa mojada.

Lo miré exasperante y no quise hablar. Ya ni me valía quejarme, así que me dejé hacer. Pronto me tuvo desnuda, pero no pareció sentirse incómodo. Rebuscó entre la ropa y me pasó un par de jeans y una camiseta.


- Ponte esto- me dijo - lo siento, pero tendrás que prescindir de la ropa interior.


Lo miré con odio, pero él sólo rió. Incluso así se veía sexy. Y ya no se veía molesto. Se acercó a mi y me acarició el cabello, luego me dio un suave beso en la frente, que hiso que la sangre me ardiera. Increíble. Todo lo que hacía sólo me hacía subir la llama del deseo.


- Te espero abajo -murmuró suavemente.

- Okay -le dije, sumisa.


No podía creer lo que acababa de pasar. Y aún peor. No podía creer que me hubiese gustado. ¿Qué tipo de perversión era esa? Nadie jamás me había puesto un dedo encima, ni papá, ni siquiera mamá. Y de pronto éste chico venía y me daba de nalgadas y a mí me gustaba.


La última vez que alguien había sido así conmigo había terminado todo muy mal... Pero ahora era tan diferente que me confundía. Me acaricié el trasero adolorido y me sonreí para mí sola. Que estupidez,  esto no podía ser.


Me puse la ropa que me dio y me peine una vez más. Bajé con cuidado las escaleras, pero a la mitad, Ross estaba ahí. Me tomó en sus brazos y bajó así, cargándome. Me sentí volar y sólo deseaba que no me dejara nunca en  el suelo. Podía respirar el aroma suave de su piel y me sentí como si fuese mi hogar. Escuchaba los latidos firmes de su corazón y eso me calmaba.


Se sentó en un sillón conmigo aún en brazos y comenzó a acariciar mi trasero con cuidado.


- Lo siento si me excedí-dijo con suavidad.

- Está bien -dije yo sonriendo- creo que me lo merecía.


Ross río suavemente.


- No sabes lo que dices-me dijo.

- Está bien.

- ¿Te gustaría que te acariciara un poco?-preguntó cerca de mi oído.

- Sí -le dije- me encantaría.


Él me puso sobre sus piernas otra vez, pero no me quitó la ropa. Puso ambas manos sobre mis nalgas y comenzó a acariciarlas suavemente, mientras sus manos ascendían por mi espalda.


- ¿Así esta bien? -murmuró.

- Sí -susurré yo, extasiada.

- Mmmmm -lo escuché murmurar, mientras me seguía acariciando.


Mi cuerpo se tenso ante la sensación tan genial de sus manos. El dolor de mi trasero fue lo ultimo que recordé, mientras sus manos se deslizaban ágilmente por mi cuerpo. Bajaban por las piernas y subían, luego acariciaba mis nalgas y ascendían por mi espalda.


Una serie de temblores comenzaron a dominar mi cuerpo y sin temor a equivocarme, sentí como algo se endurecía bajo mi cuerpo. Mi sexo respondió y me sentí humedecer al momento. Un gemido se me escapó entre los labios. Podría quedarme así por toda una vida. Yo, una habitación y las manos de Ross recorriendo mi cuerpo.


- Ross -gemí despacio.

- ___ - contestó él con la voz temblorosa.


Y sus manos siguieron acariciando cada vez con más fuerza,  haciéndome estremecerme por completo.


Lo sentí temblar un poco, y mi mente me llevó a la ocasión en la que lo tuve tan serca de mí, y él temblaba bajo el toque de mis manos. Quise repetir ese instante, y me ahogué en mis propias sensaciones. Me puse de pie y me senté sobre él... gran error.


Él se alejó de mí, con rudeza, dejándome sentada en el sillón con aire contraído. Me miró casi con furia y se alejó de mí sin decir palabra.


- ¿Qué hice mal? -salió de mis labios.

- Somos amigos ¿recuerdas? -gruñó él, caminando hacia la cocina.


Claro. Amigos. Mi maldita regla. Me odio.


- Vamos a la cocina -me dijo él, con rostro serio.


Lo seguí como perrito faldero hasta la cocina. Entonces vi que su rostro había cambiado. Ya estaba alegre, como hace unos minutos.


- ¿Sabes hacer comida italiana? -me preguntó.

- Tengo una idea de eso -contesté.

- Vamos, yo te guío -me dijo- pero quiero que tú cocines.

- Está bien -dije yo.


Jamás había cocinado, pero había visto a Ellington haciéndolo. Era increíble, me tenían en la cocina, donde yo jamás pensé que estaría. Ross me puso un delantal y se sentó en el mesón.


- Vamos esclava, quiero comer algo delicioso.


Sus palabras me enfurecieron otra vez. Parecía que estuviese jugando conmigo y el maldito lo hacía muy bien... Y lo pero de todo era que me gustaba. Todo lo que hacía me gustaba y creo que parecía una enferma masoquista o algo así. ¿Qué es lo que estaba pasando conmigo?


Hice cada cosa que me pidió y me sentí feliz de obedecerlo. Él se reía mucho y yo también. Quizá podríamos llevarnos bien, tal vez esto resultara.


Como cocinera yo moría de hambre. Eso fue un hecho constatado al tratar de hacer comida y conseguir hacer un desastre. Finalmente fue Ross el que terminó cocinando, y yo me dediqué a ensuciar todo sin producir nada que se viese comestible.


Ross reía y su risa era como bálsamo para mis oídos. Creo que era lo más hermoso que alguna vez hubiera escuchado. Me burlé de él cuando se le ensució la nariz con salsa de tomate y por mas que tratara de limpiarse, no lo conseguía, la mancha seguía ahí.


- ¡Pero que bruto eres! - terminé por decirle, exasperada.

- Cuida tu vocabulario conmigo -me dijo sonriendo- o te castigaré de nuevo, esclava.

- Déjame limpiarte -dije yo, riendo.


Tomé con cuidado un trozo de papel y antes de limpiarlo, se me ocurrió una osadía. Acerqué mi boca y le quité la salsa con mis labios. Me aleje un poco, preocupada por su reacción, pero vi que tenía los ojos cerrados y no parecía disgustado.


Me miró un momento y creí ver algo distinto en sus ojos. Me quedé prendada en su mirada. De pronto, todo pareció desaparecer alrededor nuestro y se acercó a mí con lentitud. Demasiado lento para mí, pero lo dejé ser y no me moví, para asegurarme de que era él quién daba el paso. Y cuando estaba sólo a milímetros de mí, lo escuché murmurar:


- ¿Hueles eso?


En realidad yo no olía nada, sólo lo vi a él y a sus labios, pero ahora que me lo decía...


- ¿Huele a quemado? -pregunté.

- ¡La comida! -gritó Ross separándose de golpe.


No sé por qué de pronto comencé a odiar la comida italiana. En serio.


Me limpié las manos frustrada (una vez más) y me quité el delantal a tirones. Era increíble lo voluble que se había vuelto mi temperamento con Ross. Un segundo estaba en el cielo y al otro en el infierno. Lo odiaría a muerte... si no lo amara tanto.


- Vaya, la comida está arruinada -dijo riendo- ¿Te apetece pizza? -preguntó mirándome.

- No quiero comer, no tengo hambre -gruñí.

- Pero ___, no has comido desde el desayuno -se quejó Ross- debes comer.

-En serio, no quiero.

- ¿Y no hay nada que quisieras comer? -preguntó acercándose.


Si me lo preguntaba así... Me lo comería a él. Pero bueno, parece que yo no era de su gusto. Estúpido Ross, con su estúpida sonrisa y su estúpido buen cuerpo.


- No gracias -dije- estoy a dieta.

- Bueno, yo comeré si no te molesta -dijo.

- Pensé que la comida se había arruinado -dije, picada.

- Claro, por eso es que mandaré a pedir pizza -me dijo saliendo de la cocina.


El resto del día pasó lento, mientras yo todavía estaba molesta en mi habitación. ¿Cómo podía ser tan difícil, algo que antes se me hacía tan fácil? Nunca jamás alguien se había resistido tanto a mí, ni siquiera el mismísimo Ross, pero ahora parecía estar hecho de piedra.


Salí de la habitación, decidida a hacerle unas cuántas preguntas y ver si sacaba algo en claro. Todo esto era muy extraño y no me convencía. Así que mejor lo hablaba con él.


Lo busqué en vano, no se encontraba en la habitación ni en la piscina... tampoco en la cocina o en la sala... ¿Dónde podría estar? Dando vueltas fue que escuché un leve ruido proveniente del baño.


Quizá estuviese ahí, pero me sorprendió que lo llamara y no contestara... en realidad me preocupé un poco. Me acerqué al baño con sigilo y puse mi oreja en la puerta. No se escuchaba nada, pero de pronto, pude distinguir claramente un gemido. Y no era otra cosa, estaba segura. Ross estaba gimiendo en mi baño... ¿estaría con alguien?


La furia me lleno por completo y (aún furiosa) abrí la puerta del baño de golpe, sin esperar contestación... Y lo que vi me dejo pasmada.


No estaba con nadie, pero por un momento hubiese querido que así fuera... ¡Por favor que me tragara la tierra!


Ross estaba de pie en la ducha... ¿masturbándose?


Pasaron varios segundos en que no me vio y siguió con su faena. Él se tensaba y pude ver con claridad su torso marcado y sus esculpidas músculos en tensión. El movimiento rítmico de su mano me hiso sentir celos y desee ser yo la que estuviese ahí. Sus ojos cerrados me mostraban que estaba disfrutando el momento y un calor conocido se me subió por las piernas y se me instaló entre ellas.


Lo seguí mirando y me quedé pegada en la puerta, estática y asombrada. Fue entonces cuando me vio. Ross quedó pasmado también y no se movió. Por unos segundos que me parecieron eternos, sus ojos se fundieron con los míos, pero luego todo pasó de golpe y el grito que me lanzó me devolvió a la realidad.


- ¡_____ Swan! -gritó él, furioso y tratando de taparse.

- ¡Oh mi Dios, lo siento mucho! -grité, cerrando la puerta antes de que me diera con un jabón en la cara. Sentí mucho calor después de eso.


En realidad no lo sentía para nada. Eso sería mentir. Había tenido la visión más esplendorosa de Ross en mi baño. Y eso no se iba a quedar así.




Trikbi.

Pervirtiendo A RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora