Capítulo 31

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Terror.

___ POV.

No podía ser cierto. En el momento en que me encuentro más feliz y más plena, en donde todo parece sonreírme una vez más, tenía que sucederme esto. No era posible. Pero el peso de la verdad me golpeaba furiosa. Esto era verdad y yo tenía que asumirlo. El dolor de lo evidente me condenaba a verlo a los ojos, como un fantasma de mi pasado. Y estaba allí, en mi propia casa, respirándome en la nuca. Estaba paralizada, y solo podía llorar.

Ross.

Dios mío, no por favor.

Lo único en lo que podía pensar era en él. No sabía que es lo que yo haría si el resultaba dañado. En cuanto a mí, sabía muy bien que estaba perdida, desde el minuto en que la fría mano me tomo por la espalda, tapándome la boca y lanzándome contra la pared. El aroma de aquel hombre me trajo tantos recuerdos que sentí que desfallecía en agobio. Sabía demasiado bien quién era, pero lo que todavía no comprendía era qué demonios hacia esa otra persona ayudándolo. Eso no me cabía en la cabeza, por más que lo miraba una y otra vez. El muy cobarde era incapaz de mirarme a los ojos, y a pesar de que estaba ahí, en mi propia casa y yo había llegado a estar tan cerca de su maldita persona.

Jacob.

El muy hijo de puta estaba ayudando al otro maniático. Él había entrado a la casa, aprovechándose de la amistad con la familia y gracias a él era que Phil ahora estaba donde estaba. Acorralándome en la cocina, con mis padres aterrorizados y susurrándome cosas inconexas al oído. Y todo esto se había ido al diablo solo un rato antes y recordé con angustia lo sucedido.

Yo había decidido bajar por un poco de agua a la cocina, y me llamó la atención oír una voz familiar. No me creía que era Jacob, él y yo teníamos algunas asperezas que limar.

Me acerqué a la cocina y vi a mis padres conversando con Jacob. Me subió toda la ira por la columna. No podían estar así como si nada, aunque quizás ellos no sabían de lo que era capaz Jacob.

- ¿Se puede saber que mierda haces acá? – pregunté furiosa.

- Mmm... a mí también me da gusto verte ___ – contesto el maldito.

Mis padres definitivamente no sabían nada. Los mire ceñuda y vi la reprobación en sus miradas. No estaban de acuerdo con mi actitud aparentemente.

- Esos no son modales _____- me regaño mi madre- pídele disculpas a tu amigo, el solo quería saber que tal estabas.

- ¿A estas horas? – pregunté, tratando de no contestar alguna estupidez a Reneé.

- Bueno, cualquier hora es buena para ver a una amiga- dijo Jacob acercándose – ¿O es que te has olvidado de todo lo que vivimos juntos ___?

Se me revolvió el estómago al ver que miraba sin vergüenza la curva de mis pechos bajo el delgado camisón. Me cubrí instintivamente, no quería nada con este enfermo mental. Hice crujir mis dientes, rabiosa. Nadie podía ver lo maldito que era este tipo.

- Deberíamos hablar en privado- sisee mientras Reneé me miraba.

- Pues no me parece señorita- comenzó Reneé- tú no...

Entonces se me acabaron todas las buenas costumbres. Reneé tenía el espectacular don de sacarme de quicio con suma facilidad.

- Reneé ¿podrías solo no involucrarte? El hecho de que me hayas dado la vida dos veces no te hace con derecho a decirme que hacer o no. Tú sabes que me debes mucho ¡así que por favor, cierra la boca!

Pervirtiendo A RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora