Capítulo 20

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Nuestra Noche

___POV.


Me sentía perdida en la inmensidad de los ojos verdes de Ross. No estaba segura de en qué momento las cosas habían pasado de estarlo odiando a estarlo amando, pero no me importó demasiado... esta noche, sería para nosotros.

Me sentí inconfesablemente nerviosa cuando Ross me tendió sobre el césped del prado, y un escalofrío (que no era precisamente por la temperatura) me recorrió el cuerpo desde los pies a la cabeza ¿Sería posible que esto, que tantas veces había soñado e imaginado, estuviera realmente sucediendo? Mi mente se negaba a reconocerlo, pero las sensaciones de mi cuerpo eran inequívocamente verdaderas. Sentí la delicada presión de su mano delineando la curva de mi cadera, mientras su acompasada respiración removía levemente el cabello sobre mi frente.

Esto era real. Y yo apenas podía creérmelo.

Sus labios acariciaron los míos con infinita dulzura. Sentía como el corazón me galopaba desbocado en el pecho, y estaba segura de que el sonido era tan fuerte que ambos podíamos escucharlo. Ross no hablaba y yo tampoco. Lo que teníamos que decir ya no lo explicaban las palabras. Lo amaba. Se lo había dicho. Y él me correspondía.

Desesperada por el mar de emociones, acentué la presión de sus labios, entre abriéndolos, pues deseaba más de Ross y no creí que fuese capaz de cansarme de él. Él me devolvió el beso en forma apasionada, sintiendo la punzante desesperación y necesidad de pertenecernos tanto como yo.

Esta ocasión era tan diferente a todas las vividas... ya no era yo la mujer osada y animosa, que se divertía haciendo esto. Yo ahora era sólo ___, en los brazos de Ross, tan temblorosa como una hoja y tan ansiosa como jamás lo había estado. Me dejé hacer. Quería que él me hiciera suya más que nada en este mundo.

Ross siguió besándome, acrecentando el calor de mi cuerpo. Mis brazos lo atraparon, atrayéndolo más a mí, apretándolo contra mi cuerpo. Un suspiro ronco se escapó de sus labios y sentí como se me erizó la piel al oírlo. Se separó sólo un instante sólo para mirarme. Una suave brisa removió su cabello y no podía creer que mis ojos tuvieran delante tanta belleza. Ross se removió un poco sobre mí, tratando de no aplastarme, pero yo estaba muy lejos de dejarlo escapar. Sentí una suave sonrisa cuando se sintió atrapado, y dejó de intentarlo. Esta vez su beso fue más furioso, lleno de deseo. Sus manos acompañaron sus labios y descendieron por mis costados, buscando explorar algo más de piel. Me levanté para ayudarle y él deslizó sus manos por mi camiseta, tratando inútilmente de removerla, puesto que estaba demasiado pegada a mi cuerpo. Lancé un gemido de asombro cuando lo oí desgarrarla, pero esto no hizo mas que encenderme aún más. Sentí sus manos quitando los trozos de tela, mientras sus dedos temblorosos acariciaban mi espalda desnuda. Sonreía al recordar que por su culpa era imposible que trajera ropa interior, y eso sólo lo hizo más simple. Sus dedos delinearon mis espalda, apretando, conociendo y luego volvió a dejarme descansar sobre el césped.

Sus labios besaron mi cuello y fueron descendiendo tortuosamente hasta mi clavícula, dejando un rastro de besos, que bajaban con decisión hasta encontrarse en la delicada curva de mis pechos desnudos. Gemí de placer al sentir sus labios, besando cada milímetro de mi piel expuesta, mientras sus manos se amoldaban también apretando y acariciando. Pronto su lengua acompañó a sus labios, acariciando con vehemencia mis pezones endurecidos por el deseo, haciéndome emitir gemidos acompasados de placer. Quería más y su lentitud sólo me hacía enloquecer.

Pronto mis manos se enredaron en su cabello, estaba enfebrecida de la sensación de su lengua suave acariciando mis senos. Lo atraje más hacia mi pecho, y él, comprendiendo, afianzó su agarre, dándome caricias más apasionadas mientras me mordía con suavidad. Pensé que el corazón me explotaría.

Pervirtiendo A RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora