Epílogo.

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___ POV.

Ross está enfermo. Y no digo de algún tipo de enfermedad mortal o algún virus. Está más bien adicto. Al sexo. Y es toda mi culpa. Aunque quizás yo también esté bastante enferma.

Claro que no es que me queje. Es solo para explicar las cosas que nos suceden por eso.

Hacía ya un par de meses desde que Ross se convenció de que había que desechar los mimos y cariños excesivos conmigo y su estímulo ahora era "coger, que el mundo se va a acabar". Y era en serio. Ross era incansable y tenía la mente más retorcida que se puedan imaginar. Siempre tenía ideas extrañísimas y lo peor era que a mí me encantaban sus ideas. Dios, no sabía cómo demonios habíamos salido vivos hace un par de meses, cuando se le ocurrió ponerse malo. Y encerrarme en casa una semana seguida solo con sexo y algunas dosis ocasionales de comida. Habíamos prácticamente redecorado toda la casa y no había sitio en el que no hubiésemos tenido sexo. Ross estaba convencido de que nuestra mejor terapia era tener sexo en todos los sitios posibles. Creo que solo nos faltó el techo de la casa. Y eso fue porque yo no quise que nos vieran los vecinos.

En esa ocasión había bajado casi cinco kilos de peso, dos menos que él, que bajó siete. No nos vieron durante una semana y en realidad pensaron que habíamos muerto, hasta que Ellington se decidió a aparecer en la casa y nos encontró teniendo sexo en la cocina. No podía creer el desastre que teníamos en la casa. Estuvimos todo un día limpiando y cuando regresó Charlie tuve que decirle que había decidido redecorar y por eso había tantas cosas nuevas. La verdad es que habíamos roto casi todo.

Además de esto, Ross se escabullía de todas maneras a mi habitación todas las noches. Había aprendido una forma de llegar a mi habitación trepando por la pared, y no lo desperdiciaba. Charlie nos había pillado durmiendo juntos en dos ocasiones y creo que luego de eso ya se cansó de correr a Ross.

La novedad más importante consistía en el matrimonio.

No.

No se trata de Ross y yo ¡ni de broma! Todavía no tengo intenciones de casarme. Por ahora. En realidad se trata de Ellington y Rydel. Ellos habían decidido casarse y habían tenido la brillantísima idea de nombrarnos a mí y a Ross como sus padrinos de boda. Ellos debieron aceptar que todo iba mal cuando el día del ensayo no aparecimos porque nos quedamos tirando en el nuevo Mazda de Ross. Él decía que quería probar los amortiguadores. Resultó que el Mazda era bastante cómodo finalmente. Pero nos ganamos la ira de Rydel, al llegar casi una hora más tarde, cuando el ensayo iba por más de la mitad. Tratamos de convencerla que cambiara de padrinos, pero ella nos dijo que las invitaciones de boda ya estaban enviadas y que si le arruinábamos la boda simplemente nos mataría. Y yo le creía. Ross se lo tomaba con más humor.

- Ella no hará nada- decía él, riendo, esa noche en mi cama (o más bien, nuestra cama) - la conozco y ella sólo es buena para gritar. No te preocupes, amor, todo saldrá a la perfección ese día -

- Eso es si no piensas en sexo- le dije yo, riendo.

- Mira quién habla, sexópata- me contestó él.

- Vaya, tú me ganas por paliza Ross- le dije yo, dándole un almohadazo.

- Oye, no a los golpes- dijo el quitándome la almohada- O quizás te guste lo rudo- murmuro luego, acariciando mi muslo desnudo.

- Ross- me queje yo- Ya ha sido suficiente. Son las 3 de la madrugada.

- Genial, es la hora de nuestra dosis- murmuro él, haciéndome rodar en la cama y subiéndose sobre mí.

- Ross...

Claro que no me dejó hablar. Sus labios sellaron los míos con un poderoso beso, el cual me dejó, para variar, la mente en blanco. Sus manos volaron por mis costados, acariciando mi piel y haciendo que se me erizara ante su contacto. Ross tenía un toque mágico. Podías estar cansadísima, pero no bastaba más que un solo roce de sus dedos y me sentía viva de nuevo. Mi cuerpo lo deseaba tanto como mi mente. Y me dejaba llevar.

Pervirtiendo A RossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora