c i n c u e n t a y u n o - Trevor Lexington Larsh

25 2 1
                                    

En la segunda semana de agosto, las regionales dieron lugar en Paris, Francia.

Michael entrenó a cuatro personas: Rachel, Chandler, Caleb y Aria en este año, y los acompañó a las regionales en la Ciudad del amor. Yo fui con él, junto con Elliot, Christian y Karla. Vanessa estaba a dos semanas de cumplir los siete meses, así que no podía viajar. Madison estaba muy ocupada recibiendo los resultados de sus exámenes y Louis se hizo cargo del negocio con tal de que Karla conociera Paris. Christian aprovechó la oportunidad para ver a Estrella.

La ciudad era increíble. El acento francés, además del olor a vino tinto y pan acompañaban la alegría de las calles. La torre Eiffel es más grande de como la muestran, pero mucho más cansada de lo que la gente imaginaría. Con escaleras interminables, ascensores pequeños y lugares que encierran el calor, Karla y yo sufrimos un día entero subiendo y subiendo hasta llegar al punto más alto al que pudiéramos llegar. Aunque valió la pena, ya que el aire fresco y la vista perfecta de gente viviendo una vida muy diferente a la nuestra compensó todo. Probar comida nueva y llenar nuestros ojos y oídos de cosas francesas fue la mejor experiencia que nosotras dos tuvimos juntas.

El café de ahí fue perfecto, así como la música y el caminar por la noche con Michael. Él tampoco conocía Paris, y nos perdimos al principio, pero fue sumamente divertido. Conocimos un pequeño parque escondido cerca del hotel donde pudimos columpiarnos y bailar sin que nadie nos interrumpiera.

Las regionales fueron en una pista mucho más grande que la nuestra. Me sentía una persona importante, y en parte lo era, como la campeona más reciente, pero me seguía sintiendo como la chica tímida de Indianápolis que sólo ayudaba a las personas cuando quería. Acompañé a mi novio todo el transcurso, usando un corto y bonito vestido blanco. Cualquiera diría que estábamos a punto de casarnos, pero aunque la idea sonaba tentadora y nos la estábamos pasando demasiado bien a mi parecer, no íbamos a casarnos sin toda la gente que queríamos a nuestro lado.

Habían finalmente terminado todas las presentaciones, con pasos nuevos, trajes extravagantes y sonidos excitantes sobre el hielo cuando debíamos irnos para ver a sus alumnos. Algunos aplaudieron y las cámaras tomaron algunas fotos. Incluso tuve que saludar a la cámara. Me miro, me dio un dulce beso en los labios y susurro algo a mi oído:

—Te amo—.

—Yo también te amo— le respondí. Y nos dimos un beso más. Después, él tartamudeó.

Michael, que nunca tartamudeaba.

—Pero, hay otra cosa—.

El chico tomó una de mis manos y la apretó con fuerza antes de buscar algo en su saco y al encontrarlo, sonreír, nervioso. Miró a todos lados, como si de repente se acordara que había más gente.

— ¿Qué sucede?—.

—Hay algo que quiero decirte—. Se agachó, y se puso de rodillas.

Mi respiración se aceleró, mi corazón se detuvo, y el sonido y la luz se volvieron invisibles para solo escuchar su respiración y ver el brillo de sus ojos. Era sólo su mano la que me mantenía en pie.

—Hay gente que espera toda una vida para un momento especial, para un beso especial. Yo creí que iba a esperar toda una vida para encontrar a alguien con quien estar toda mi vida, pero te encontré a ti y supe que mi tiempo había llegado. Me volviste loco con tus bromas, tus risas y al mismo tiempo tu seriedad. Así que, Mía Sort, ¿quieres casarte conmigo?—.

No sabía que decir. Mis labios temblaron, las lágrimas inundaron mis ojos, mi corazón se detuvo y frente a mí, pasaron todos aquellos momentos tan preciados por los que hemos pasado desde que nos conocimos. Sus besos, que se convirtieron en una necesidad diaria, sus abrazos, que se convirtieron en una protección para mí, su mirada, que se convirtió en mi perdición, y todo él, que se convirtió en la única razón por la que hice y haría todo tipo de locuras, sin importar nada y arriesgando mi propia vida. Tuve que soltar su mano y llevarla a mi cara para evitar que me viera soltar dos lágrimas. Ni siquiera podía creer que eso sucediera. A veces, no podía creerme que ese chico era mío, que tenía a alguien el mundo que me quería tanto como yo lo quería y simplemente, esto, me destruyó de una manera perfecta.

Deseos de Hielo (Hielo II) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora