t r e s - Una carta

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MICHAEL

Me encaminé hacia "Diamond" en un día más, resignado. Había comenzado a llover, y aunque llevaba paraguas, la lluvia me daba en los hombros. Estaba serio, pero tenía la vaga esperanza en mi interior de que algo bueno ocurriría. Me pongo a reflexionar en lo mucho que he cambiado estos dos meses y medio: Empecé a leer y deje de tomar, lo cual era imposible. Patino mejor de lo que lo hacía antes, e intentó el Cloud 9. Nunca entenderé como a Mia le salió a la primera; yo me caigo todo el tiempo. Entro al restaurante y me pongo a trabajar. Me pongo mi delantal y comienzo a repartir las órdenes, sonriendo a todos y ganando propinas. ¿Qué para que estoy ahorrando? No tengo idea. Tal vez será para que un día lleve a Mía a viajar por el mundo. Aunque no tiene sentido ahorrar porque se supone que soy millonario. Pero me gusta fingir que no y que trabajo duro por ello. Muchos clientes me saludan pidiendo un autógrafo y preguntándome que hace un campeón de patinaje artístico trabajando. La verdad es que el dinero se acaba, como todo, menos mi amor lo Mía.

La lluvia hace algo diferente el día; por extraño que parezca me puse feliz y comencé a cantar mientras servía, y mucha gente cantaba conmigo. Eso aumentó las propinas y el buen humor de los clientes, que se pusieron a bailar o a corear mientras comían y pagaban sus cuentas. Mucha gente sonrío y me lo agradeció. Yo sonreí, y por unas horas me puse de buen humor. Tanto que decidí que la lluvia me mojara entero y el paraguas solo se quedará de adorno hasta que se lo di a una persona que rogaba por asilo. Él me sonrío y estaba tan de buen humor que le di unos cuantos dólares para que se compre algo de comer.

Llego al banco y me seco la cabeza con mi chamarra, aunque eso no lo mejora mucho. Seco mis zapatos y entro, pasando directamente a las cajas, ya que no hay casi nada de gente.

—Buenas tardes joven, ¿en qué le podemos ayudar?— dice una señorita de cabellos rubios.

—Hola. Quiero....—. Saco todas las monedas y billetes de mis bolsillos.

—Cambiar estas monedas por billetes. Son 150 dólares—. Me siento orgulloso de pronunciar esa cifra, así que sonrío. La muchacha sonríe y toma las monedas.

—Claro. Un momento por favor—. Asiento y ella se pone a contar las monedas. Mientras espero, miro a mí alrededor a las personas que murmuran y que, sin que "me dé cuenta" me toman fotos. Sonrío.

—Yo no soy de los amargados que rechazan las fotos— digo, mirando mi celular. Tenía un mensaje de Madison, recién llegado.

"Llegaron unas cartas. Para mí, Vanessa, Karla, Christian, Elliot y Victoria. ¿Te llegó alguna? Todas son de la Unión Internacional de Patinaje sobre Hielo. Victoria ya abrió la suya. Quiero vernos a todos en mi casa. Trae tu carta, si es que te llego. M"

Arqueó una ceja. Marcó el número de Lina pero cuelgo inmediatamente al recordar que estoy en un banco y no puedo llamar. Además, es raro tener como amiga a un miembro de la Unión Internacional de Patinaje, la máxima autoridad en este deporte. Miro a la chica, que ya sacaba los billetes. Por alguna extraña razón, ahora tengo mucha prisa. Este mensaje me ha provocado mucha ansiedad. ¿Será algo bueno? ¿Algo malo? ¿Involucra a Mía? Tiemblo un poco mientras la señorita me entrega los billetes.

—Aquí tiene señor Shields—.

—Gracias. Ahora....—. ¿Tiene sentido depositar el dinero ahora en mi cuenta de ahorro? Tengo algo de prisa, y me queda poco efectivo. —Olvídelo. Pero gracias de todas formas—. Me doy la media vuelta cuando dos chicas pelirrojas me miraron y se acercaron. Por alguna razón, me asusto. Suspiro.

— ¿Se tomaría una foto con nosotras?—. Rechino los dientes y respiro profundamente.

—Claro—.

Deseos de Hielo (Hielo II) [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora