Capítulo 2

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Con Lola continuamos recorriendo varios pasajes de nuestra vida juntas, y de la mía pasada, en particular. Teníamos la suficiente diferencia de edad que haría que no compartiésemos tantos momentos de su pre-adolescencia y de mi adultez.

Cuando conocí a Lisandro, ambos habíamos comenzado el CBC (ciclo básico común) para ingresar a Ciencias Veterinaria en la Universidad de Buenos Aires. La carrera constaba inicialmente de seis materias de las cuales dos eran comunes a todas las que se dictaban en la UBA y luego las asignaturas propias del tramo correspondiente a veterinaria en sí misma.

Lisandro era de Martínez, vivía cerca de mi casa, por lo que de inmediato, coincidimos en formar grupo de estudio; nos jugaría a favor la corta distancia entre ambos.

"Licho" era único hijo de un matrimonio que a sus diez años de edad, se habían divorciado y una vez reconstruido sus vidas con otras parejas, quedaría como el hijo anterior e ingratamente olvidado, en el medio de ellos.

A diferencia suya, me convencía a modo de consuelo saber que mis padres no habían formado pareja dejándome a mí de lado; mi verdadero papá, Julián Salaberry era policía y en un hecho delictivo, lo habrían asesinado cuando yo tenía menos de dos años. Más que un puñado de fotos de él no conservé; algunas me las daría mi mamá y otras mi abuela Josefa (que al poco tiempo de fallecido mi papá, moriría también). Pero a modo de guiño del destino, yo conocería el verdadero significado de tener un papá en Claudio Dorfmann.

El día en que lo vi por primera vez fue en el colegio donde dictaba clases mamá, cuando pasó a buscar a Joaquín y se dirigiría hacia la sala de profesores a hablar con la maestra de su hijo, o sea, mi madre. Esa tarde yo estaba con ella porque mi tía Norma tenía médico y no podía cuidarme, dejándome en el Instituto donde mamá enseñaba.

Recuerdo vagamente que mamá estaba preparando su cartera dispuestas a irnos, cuando la señorita Silvia la llamó para decirle que el padre de un alumno estaba fuera y necesitaba hablarle.

Mi mamá abrió los ojos bien grandes, tanto como yo los tengo ahora, estiró su pollera marrón a cuadros y se acercó a mí.

─Amor, no hagas lío, vos seguí dibujando que mamá ahora viene ─besándome en la cabeza y haciéndole la mímica de "cuídamela" a la seño Silvia, salió del pequeño cuarto de maestros.

No tuve noción del tiempo que me la pasaría dibujando y cantando en voz baja alguna canción de dibujitos animados; lo cierto es que mamá abrió la puerta y detrás de ella, estaba Claudio. Era un hombre alto, bonito como un príncipe que habitaba en un cuento de hadas.

Lo miré fijo, asombrada y él respondió con una sonrisa y agitando la palma de su mano abierta.

Tenía el cabello ondulado, rubio dorado y sus ojos eran oscuros. Cuando lo ví más de cerca descubriría que eran azules, muy pero muy intensos.

Me agradó verlo; era joven y lindo como mamá. Lo noté por su camisa a rayas finitas y sus jeans negros perfectamente planchados. Era hipnótico para mi corta edad quedarme deslumbrada por un hombre así. Pocas veces hasta entonces había visto fotografías de papá. De mi papá real.

Mamá nunca me había ocultado su existencia, pero yo poco entendía demasiado el tema de la muerte. Sólo quería tener uno como la mayoría de mis amiguitos de jardín de infantes; eso era lo único que me importaba. A partir de ese día, quise que ese hombre fuese mi papá.

Podría presumir de él cuando me fuese a buscar al colegio, cuando me llevase a algún cumpleaños o cuando recogiese a mi mamá de la escuela...

Hacían una linda pareja. Noté también que la seño Silvia lo miraba curiosamente. De seguro también atraída por él.

11.050 ( Once Cincuenta): Vuelo al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora