Mi viaje a París estaría plagado de inconvenientes de todo tipo: el vuelo se demoraba por más de cinco horas gracias a una protesta gremial en el Aeropuerto de Ezeiza, mi valija se extraviaría misteriosamente por un lapso de dos horas cuando arribé a París y apenas hube de poner el primer pie en mi casa, un torrente de reproches en diferentes idiomas estalló como una bomba.
Estaba exhausto, cansado y dolorido. Y sin ganas de discutir.
Resultaría difícil ponerme en órbita con el francés después de varios días de no usarlo, mi cerebro bajaría la tecla "cambio de lenguaje" para activar la opción "subtítulos" como si fuese una máquina. Porque eso es lo que mi cuerpo sería de ahora en más: un montón de engranajes que funcionarían por inercia.
No pude dormir ni un minuto durante el vuelo; había escogido uno sin escalas intermedias, previendo la posibilidad de sumergirme en un extenso y recomponedor sueño. El tiro me saldría por la culata: no había pegado un ojo en todo el trayecto. Mi fastidio era épico, mi malhumor evidente y mi capacidad de tolerancia, rozaba el nivel de menos diez. Así y todo no sería justo ignorar los reclamos de Krista. Ella no tenía la culpa de que yo me sintiera una basura con todas las letras.
Al principio eran gritos que hablaban de desconsideración, abandono y no sé cuántas cosas más. A cada una de ellas respondí desconsideradamente asintiendo con la cabeza: al minuto de entrar en mi casa, aún no la habría siquiera saludado; su frenesí de palabras resultaría agobiante. Ingresé con la voluntad por el piso, las energías abatidas y mi corazón hecho añicos.
Dejé mi valija de lado, mi bolso de mano sobre la mesa de vidrio del living y mi cuerpo, como un costal de papas, cayó desplomado en mi sillón preferido. Me saqué las zapatillas y apreté el interruptor de "anular voz femenina" por un instante.
¿Cuáles serían sus quejas en ese momento? No tuve ni idea. Solo sé que me puse de pie después de cinco minutos de interminable charlatanería ajena y mirada vaga e insulsa propia, para decir en mi perfecto castellano: "se terminó".
Krista detuvo sus palabras de golpe. Las diferencias idiomáticas no serían una barrera en ese instante, porque de inmediato comenzó a llorar. A mares. Y me sentí un terrible hijo de puta.
Salvando las distancias físicas que nos separaban, la abracé tiernamente de la única forma que quizás sería capaz de hacer; no podía ser hipócrita y decirle cosas bonitas, hablarle de amor ni de un futuro juntos cuando habría tenido sexo con otra persona durante diez días.
"No fue sexo". Me corregí. Habría hecho el amor con la mujer de mi vida.
─ Krista, sos hermosa, emprendedora, inteligente, te quiero mucho...pero no te amo ─ le dije buscando sus ojos, levantándole la barbilla con mis manos, dulcemente.
─ Es por ella─en francés, recuperando algo de aliento perdido, soltó para mi sorpresa.
─ ¿Por ella? ─ repregunté sin saber a qué se refería. El botón de " idioma francés" estaba nuevamente activado.
─ Existe un "ella" porque siempre existió alguien más. Desde el comienzo de nuestra relación siempre hubo otra mujer entre nosotros─ se lamentó entre lloriqueos compulsivos. Su maquillaje recargado se desparramaba por sus ojos formando dos grandes aureolas de color negro en tanto que un dúo de líneas le surcaba las mejillas por las lágrimas pérdidas.
Asentí finalmente con la vergüenza arrebatándome la cara. Le debía decir la verdad.
Acuné sus manos con suavidad y la arrimé hasta el sillón para tomar asiento a la par. Su respiración se entrecortaba por el llanto. Aun así era muy bonita. Me lamenté mucho por no amarla como se merecía, pero era injusto retenerla como un trofeo.
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11.050 ( Once Cincuenta): Vuelo al pasado
Romance"Un amor prohibido, marcado por los prejuicios morales, se desata entre Virginia y Joaquín quienes batallarán contra el tiempo y contra sus propios deseos, demostrando que no hay límites ni distancias para el verdadero amor." Advertencia: Historia...