Capítulo 18

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Estábamos atravesando tiempo de descuento. Acababa de dejar a Virginia en la veterinaria, con una sonrisa de oreja a oreja. Contenta por los orgasmos, feliz por la noche preciosa que habíamos pasado, me saludó con un beso potente en los labios que doblegaría mi fuerza interior.

─ ¿Nos vemos esta noche? ─ susurró con sus ojos dulces.

─ Sí...supongo que dejaré a mamá y a Dolores en Saladillo, pasaremos por el sanatorio un rato y yo me volveré para acá a terminar de armar la valija. Quiero estar listo para cuando tenga que salir corriendo ─satiricé quitándole sentimiento a la venidera despedida.

─ ¿Tan seguro estás de que no nos van a entender? ─había un dejo de esperanza en sus ojos que quise sentir yo también, pero el pesimismo, era imposible de evadir.

En pocas horas la bomba estallaría en nuestras caras y peor aún, tendríamos que enfrentarnos a la separación definitiva. El destino era cruel, doloroso y se aproximaba con velocidad.

Yendo hacia el aeropuerto, tenía la ardua tarea de buscar a Gabi y a nuestra hermana en común, quienes desconocían que papá estaba accidentado en una clínica en Lobos, a más de 100km de casa y con un humor de perros. Rogué que Lola, con su simpatía y carisma pudiera borrar la expresión de amargura que papá ponía cada vez que nos veía a Virginia y a mí entrar en su cuarto de hospital.

Improvisé un cartel con una hoja de cuaderno, con los nombres Gabriela y Dolores Dorfmann escritos en grueso fibrón oscuro. Mientras esperaba en el McDonalds del aeropuerto, practiqué mi caligrafía; mamá me mataría si no lo hacía. Ella, habiendo sido mi maestra de primer grado, repararía en esos detalles. Solo Gabi podría retarme por una letra imprenta mal hecha.

Cuando me convencí de la decencia del cartel, sonreí por mi victoria personal.

De pie, me escabullí por entre la gente con la hoja en la mano y una sonrisa exageradamente fingida en mi cara. Cualquier cosa valía la pena, con tal de ver la felicidad de mi hermana y mi mamá antes de la debacle. Cuando estuviese corroyéndome en las fauces del infierno, ya no tendría la posibilidad de ver su alegría.

A lo lejos y hablando como siempre, Lola no miraba hacia adelante; gesticulaba, observaba el celular con su amiga, luciendo las ridículas orejas gigantes del ratón Mickey en su cabeza.

Mamá leyó el cartel y se detuvo en seco con la pila de valijas delante de ella. Sin interpretar su mímica, divisé que me señalaba. Tanto Lola como su amiga cabecearon buscándome, hasta que me encontraron y comenzaron a reír ellas también. Supuse que sería por el ridículo cartel que tenía entre mis manos.

¡Bien hecho! me dije. Ya había logrado el primero de mis cometidos.

Lola se adelantó para venir corriendo hacia mí, colgándose de mi cuello quejumbroso, desconociendo que la noche anterior soportaría el peso de Virginia en mi cadera y nuca mientras hacíamos el amor en la ducha.

─ ¡¡Joaquito!! ─ vociferó sin importarle lo mucho que me disgustaba ese apodo ─ .¡Te queda muy linda la barba! ─acarició la sombra de cortos vellos que asomaba de mi mandíbula.

─Gracias...vos estás ¡renovada!─se sonrió y giró sobre su cuerpo como una modelo al oír mis palabras.

─ ¡Hijo! ─ mamá se acerco para abrazarme fuerte ─, ¡lindo letrero! ─guiñó su ojo y me sentí satisfecho ─. La caligrafía podría haber estado un poquito mejor...pero estás aprobado ─ sonrió.

─Hola Joaquín─ la amiga de mi hermana mostraba sus ojos con extrema capa de maquillaje, dispuesta a no pasar desapercibida.

─Hola Bárbara ─ saludé correctamente, sin ser descortés.

11.050 ( Once Cincuenta): Vuelo al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora